Chañar, en tu sano nombre

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Desde tiempos precolombinos, el federalísimo Chañar dispuso corteza, hojas y frutos al servicio del sabor y la salud. No deje de conocerlo.

Argentino. Argentinísimo, así es el Chañar. Sin repetir y sin soplar, el muy bondadoso crece a troche y moche en los pagos de Tucumán, Catamarca, Jujuy, Salta, La Rioja, San Juan, San Luis, Santa Fe, Chaco, Formosa, Corrientes, Entre Ríos, Córdoba, Provincia de Buenos Aires, La Pampa Y Río Negro…Completito, completito lo suyo. Nacional de raíz a follaje. Aunque, además de copar el mapa de la República, grata resulta su presencia en los vecinos países de Chile, Paraguay y Uruguay. Pues el Chañar es mucho más que un simple árbol. Su utilidad sin desperdicios así lo demuestra.

Al desnudo

El científicamente llamado Geoffroea decorticans lleva explícito en su nombre una de sus más peculiares características. Veamos, en primera instancia, “Geoffroea” rinde homenaje al botánico francés Claude Joseph Geoffroy; mientras que, en segundo término, “decorticans” indica descortezamiento. Sí, el más familiarmente conocido Chañar es un árbol cuya corteza se desprende naturalmente, de pura vejez, dejando al descubierto la nueva, verde y radiante. No en vano los mapuches nos han simplificado su mención, en tanto “chañar” proviene de la voz “chaña”: “el que se desnuda”. Eso sí, no vaya a creer que el Chañar es pura cáscara. Por el contrario, de pies a cabeza, sí que ha resultado gaucho y cumplidor para con quienes han sabido hacer provechoso y cuidado uso de sus bondades.

El identikit

Adaptable a diferentes tipos de suelo y resistente a la sequía, gran condición gran la de nuestro protagonista. Aquel que es capaz de sobrevivir tanto solo como en multitudes. Cuando su crecimiento es aislado, estamos ante un árbol de porte medio, de no más de 10 metros de altura. Pero cuando se desarrolla en forma conjunta, constituye bosques de arbustos que no superan los cuatro metros. En cualquiera de sus dos versiones, si llega a encontrarlo en primavera, sus racimos de pequeñitas y aromáticas flores amarillas (debilidad rotunda de las abejas) lo volverán inconfundible. Mientras que en los albores del verano y sus subsiguientes meses, el Chañar también da sus buenos frutos. Anaranjados, carnosos y algo pastosos al paladar, endulzan las bocas de quienes se atrevan a ellos, tentadoras preparaciones mediante.

Chañar para variar

Los pueblos originarios ya se las ingeniaron para dar vida a la famosa aloja, también en su versión de Chañar. Misma suerte para el arrope, una especie de jarabe obtenido de la caramelización de los frutos en cuestión. Y déjeme decirle que estás preparaciones aún tienen vigencia en muchos rincones de nuestro país, ya sea para consumo personal o comercialización. Mermeladas, conservas y hasta miel de Chañar también son de la partida. Aunque bien vale degustar el fruto fresco, así, como viene, para saborear a fondo su dulzor y aprovechar al 100% sus beneficios. Esos de los que sus derivadas delicias también gozan, y desde tiempos precolombinos. Pues la aloja de Chañar se consideraba altamente efectiva para aliviar afecciones respiratorias. Al tiempo que el arrope hacía lo propio ante malestares estomacales.

Eso sí, no sólo en el fruto residen las propiedades curativas del Chañar. No, no. Su corteza, esa que cae solita y sola, tiene propiedades expectorantes. Mientras que las hojas son de utilidad para el tratamiento de durezas o inflamaciones en la piel. Le digo más, devenidas en té, las hojas de chañar también realizan su buen aporte al sistema respiratorio. Asmáticos, agradecidos. Y quienes no lo son, también. Pues la humeante infusión tienta con su aroma, conquista con su sabor y enamora con su condición ¿Acaso habrá de encontrar otro té tan federal? Habida cuenta de ello, es que habita la carta de la Pulpería Quilapán. Estelar presencia sobre la que no quisimos dejarle de contar.

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