Miguel Najdorf, el gran maestro

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Hombre récord en partidas de ajedrez simultáneas, Miguel Najdorf es orgullo y memoria nacional. Historia de un Maestro con mayúsculas.

Un grande entre los grandes, este fue Miguel Najdorf. Polaco de nacimiento y argentino de corazón, su excelencia ajedrecística le regaló un título que lo acompañaría hasta el último día de su vida: el de Gran Maestro Internacional. ¿Qué cuanto le ha costado tal presea? ¿Qué cuantos años de carrera volcados sobre un tablero de ajedrez? Miguel Najdorf no era uno más, no. Por lo que la consagración la alcanzó de purrete: con sólo 20 años, nuestro hombre del día ya era portador de tamaño honor. Y el camino recién comenzaba…

Plantando bandera

Miguel Najdorf empezó a pasar sus horas entre torres y alfiles a partir de los 14 años. Así que vaya sacando cuentas… De allí, a los 20 años de edad de su consagración, hubo una vertiginosa escalada triunfal. Y no fue posible sino de la mano del gran Savielly Tartakower, jugadorazo ruso nacionalizado francés, a quien el gran maestro definió siempre como “mi maestro”. ¡Y vaya alumno en que habría de convertir a Miguel! El hecho es que, allá por 1939, cuando el fuego cruzado de la Segunda Guerra Mundial azotaba al viejo continente, Najdorf saboreaba las mieles de la paz nacional. Argentina era sede la Olimpíada de Ajedrez, aquella en la que compitió representando a su Polonia natal. Sólo que la situación política internacional lo llevó a echar raíces aquí, a cambiar de bandera y de nacionalidad. Muchos afectos y efectos perdió Miguel Najdorf, sí, pero también supo ganarse otros: aquí se casó y tuvo dos hijas, y se convirtió en un argentino más. También a la hora de sentarse frente a un tablero.

A ciegas

Y fue precisamente durante las décadas venideras que Miguel Najdorf sacó mayor lustre a su maestría. ¡Y eso que no vivía por y para el ajedrez! No, no. El bueno de Miguel también se dedicó al negocio de las pólizas de seguros. Porque si algo lo destacaba, era su capacidad para dedicarse a más de una cosa a la vez. Y así también lo demostró en su juego favorito. Lo suyo era las partidas simultáneas de ajedrez a ciegas. Sí, sí, piensa bien. Sin ver el tablero, apenas reteniendo las posiciones de las piezas en su mente. ¡Pero qué jugador! Le digo más, para que vea que Najdorf era de otro planeta, aquí va este botón. Corría el año 1943 cuando, en la ciudad de Rosario, Miguel establece el primer record mundial de partidas simultáneas a ciegas: el don se despachó con 40 juegos. ¿Qué tal? Ocurrió en el Círculo de Obreros, allí donde no hubo representantes internacionales capaces de testificarlo. Así lo alegó George Koltanowski, dueño del record hasta entonces, con 34 partidas. A lo que Miguel Najdorf respondió con hechos y creces.

Hombre récord

¿Qué nadie había podido certificar las 40 partidas? ¡Ahora tenían 45! Y casi, casi, el doble de participantes: nada menos que 83. Porque, a medida que se cansaban, iban siendo relevados. Miguel Najdorf, el gran maestro, en cambio, era uno sólo. Uno sólo para una exhibición de simultáneas a ciegas que duró poco menos de 24hs, en continuado. Fue en la ciudad de San Pablo, Brasil, desde el 25 de enero de 1947, a las 21hs, hasta las 16hs del día siguiente. El último que apague la luz… Y que la encienda tres años más tarde. Pues, en 1950, en la ciudad de Bahía Blanca, aunque ya no a ciegas, Miguel Najdorf traspasó sus propios límites, jugando en simultáneo 250 juegos. Una bicoca…

¿Acaso imagina mejor final para este genio del ajedrez que la propia acción? Miguel Najdorf dijo adiós con las botas puestas: una complicación cardíaca los sorprendió en Málaga, España, allá por 1997, en plena gira. “No sé cuando vuelvo”, le había dicho a su mujer y a sus hijas antes de embarcarse. “Voy a ir por todos los torneos que se jueguen en Europa”. Y lo hizo hasta el final. Con 87 años, Miguel Najdorf se despidió de su vida así como de su juego más amado, ese en el que brilló con luz propia, y enfundado en la bandera nacional. Sus restos fueron trasladados Buenos Aires, su adoptiva patria querida, esa que una vez más, lo recibió a brazos abiertos.

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