Paul Groussac, un erudito suelto en Argentina

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El francés Paul Groussac arribó al país sin noción alguna de castellano, pero logró convertirse en uno de sus más destacados intelectuales.

De historias de inmigrantes ya le hemos contado largo y tendido. Sólo que la de Paul Groussac no ha sido uno más. ¿Acaso creyó que un franchute arribado a estos pagos sin la más mínima noción español podría alzarse con la dirección de la Biblioteca Nacional? Increíble pero real. O más real que increíble. Pues Paul Groussac, hombre de mucha exigencia y pocas palabras, se ha encargado de cosechar el mérito suficiente, aquel que sembró durante su intelectual periplo por territorio nacional.

Escalada triunfal

Nació en Toulouse, Francia, allá por 1846. Y 18 años más tarde, siendo todavía un jovencito, desembarcó en Argentina. ¿Algún conocimiento de lengua castellana? Ninguno. ¿Deseos de aprender? Todos. Así fue como comenzó una grata escalada en el ámbito educativo: primero aprendió el idioma, luego ejerció la docencia. En 1870 obtuvo una cátedra de matemáticas en el Colegio Nacional, fundado por Bartolomé Mitre (sí, a apenas dos años de haber llegado). Y fue allí donde conoció a José Manuel Estrada y Pedro Goyena, dos hombres de buena pluma y no menos ferviente participación política: ambos dirigían las tertulias de la “Revista Argentina”, de las que Groussac también formó parte. Dime con quién andas, y te diré quién eres…O, más bien, quien serás. Pues la influencia de estos hombres y demás intelectuales de los que supo rodearse resultó por demás beneficiosa para su ascendente carrera. ¡Si hasta llegó a ser inspector nacional de educación! Mientras tanto, se ocupó de dar caliente curso a su puño: escribió en diarios y revistas, y alcanzó su techo intelectual al convertirse en director de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno.

Cosa de maestros

¿Cinco, diez, quince…cuántos años? Nada menos que 45. ¡Vaya extensa resultó su gestión! De hecho, fue bajo su mandato, y en el propio año de su asunción (1985), que la Biblioteca alcanzó carácter Nacional. Fue Paul Groussac quien sentó las bases de tal institución, y hasta quien inauguró su anterior edificio, situado sobre la calle México. Fue allí, en el corazón de San Telmo, que la Biblioteca Nacional funcionó hasta el año 1992. Y es allí, donde a modo de histórica gratitud, se ha establecido el funcionamiento del llamado anexo sur, luego de que el Centro Nacional de la Música y la Danza se alojara intramuros. La puesta en valor del edificio también implicó un rebautizo, y ya imaginará en honor a quien: “Anexo Sur Borges-Groussac” ¿Borges y Groussac compartiendo letrero? Podría referir tan simplemente a dos grandes directores de la Biblioteca Nacional (“el maestro” lo fue entre 1955 y 1973). Podría, sí. Pero el vínculo entre estos dos históricos no termina allí. La muerte de Paul Groussac alimentó aún más su reputación, y el mismísimo Borges hizo su propio aporte a la causa: no sólo escribió su necrología; sino que hizo mención de su persona en ensayos críticos de su autoría. El sarcasmo, la fiereza y el despojo de Groussac no pasaron desapercibidos para el escritor de la “Revista Sur”, fundada por Victoria Ocampo. Fue en aquellas páginas que Borges puso la lupa sobre el fallecido Paul, bajo el título de “Arte de injuriar”.

La vida pasar

Imagine usted, con 45 años de mandato, si Paul Groussac habrá visto vida pasar por delante de su escritorio. Veamos…El nacimiento de la Unión Cívica Radical, la inauguración de la Avenida de Mayo, la fundación del Partido Socialista, la aparición del tranvía eléctrico, la apertura del nuevo Teatro Colón, los festejos del Centenario de la Independencia, la sanción de la Ley Sánez Peña, y hasta el desarrollo de la Primera Guerra Mundial como telón de fondo, entre tantísimos otros acontecimientos. Todo ello vio pasar Paul Groussac. Aunque él quiso dejar huella de “Los que pasaban”, tal y como tituló a su libro publicado en 1919. Pues a través de cinco hombres clave para su perfil político e intelectual, es que ha decidió contar la historia del país que lo había acogido, desde su llegada a Buenos Aires hasta el estallido del mentado conflicto bélico internacional. Cinco hombres y una sola pluma. Desde José Manuel Estrada y Pedro Goyena, sus referentes de juventud,  hasta Carlos Pellegrini, Nicolás Avellaneda y Roque Sáenz Peña. Cinco hombres y el puño firme e inconfundible de Paul Groussac.

Amplio espectro

Claro que Paul Groussac habría de derramar mucha más tinta sobre el papel, tanta como ideas y juicios tuviese. Hemos dicho, los diarios y revistas también fueron emisarios de sus palabras. “La Nación”, “La Prensa” y “El Diario”, por el lado argentino, y “Le Courrier Français”, por el lado de Francia y bajo su propia dirección, publicaron hartos artículos de su autoría. Muchos de ellos, bajo diversos seudónimos. Sólo que su pluma no sólo se limitó al ámbito político. Y no en vano Borges recogió su guante…No. no. Paul Groussac fue activo partícipe de discusiones literarias, en las que no quedaban afuera ni Shakespeare ni Cervantes. Lo que se dice, un intelectual de amplio espectro. ¿Quiere más pruebas de ello? Pues aquí va: su mente erudita hasta lo llevó a concebir una obra tratral, “La Divisa Punzó”. Escrita en febrero de 1922, ¿adivine donde se estrenó? En el archiconocido Teatro Odeón. Cartón lleno. Y sala también.

A destajo. Sólo así supo trabajar Paul Groussac, y así pues, supo ganarse todo lo alcanzó. ¿Habría algo capaz de detener su marcha? La fatalidad, cuando no…En el año 1925 perdió el ojo izquierdo, y, para colmo de males, un glaucoma afectó también su ojo derecho. De modo que la ceguera fue su final destino, aquel al que sobrevivió por cuatro años. En 1929, y a los 83 años de edad, falleció en Buenos Aires. Para entonces, su nombre ya tenía vitalicia presencia en la vitrina de la historia argentina.

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