Almacenes, con ADN pulpero

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Herederos de las pulperías, los almacenes jugaron un central papel en el desarrollo de poblaciones rurales. Pase, beba, compre y lea.

La tierra fértil era oportunidad suficiente. Diamante en bruto para el desarrollo de  actividades económicas varias, los hombres que se establecieron a su abrigo y provecho sembraron su propia semilla: la del arraigo, germen de nuevos núcleos poblacionales. Sí, incluso en sitios apartados de los centros urbanos. Por lo que la necesidad tenía cara de abastecimiento. Herederos de las pulperías, aquellas que hicieron cumbre en los cruces de caminos y demás puntos sensibles al comercio, los almacenes escribieron así  su propia historia. Y de la buena.

Usted lo pide, usted lo tiene

Pioneros en el desarrollo de las zonas rurales, los propietarios de los almacenes se convirtieron entonces en puntales de progreso. Nacidos de la demanda de los nuevos vecinos, impulsados por el auge ferroviario, los almacenes se convirtieron en abastecedores “todoterreno”. Bautizados como Almacenes de Ramos Generales en honor a su profusa variedad de mercadería, eran pues los sitios en los que hallar todo cuanto a uno se le antojara. Desde alimentos hasta artículos varios (léase objetos de bazar, talabartería, ferretería, librería…), sin olvidar la oferta de maquinara agrícola, tranqueras, carruajes, molinos de viento y bebederos –entre otros bienes de campo–; así como de indumentaria, armas y mobiliario. ¿Despacho de bebidas al mostrador? Por supuesto. Y no faltaron los almacenes más sofisticados que hasta llegaron a anexar carnicería y/o panadería.

La sartén por el mango

Así la historia, los almacenes de fines de siglo XIX y principios de XX no solo fueron vitales para el desarrollo de poblaciones; sino que favorecieron las comunicaciones. ¿El motivo? También ellos se ocupaban del correo. Le digo más, en aquellos pequeños pueblos carentes de entidades bancarias, los almacenes oficiaban de casa de depósito y crédito de dinero para clientes. Ya fuera se tratase de un chacarero, un peón u hombre de oficio digno de confianza, los almacenes ofrecían a ellos el mismo respaldo y solvencia que un banco. De hecho, la capacidad crediticia llegó a ser tal que muchos almacenes pusieron en práctica el “crédito a la cosecha”, “fin de esquila” o “venta de ganado”. Así nomás se anotaba el compromiso en la libreta, y así se cumplía, al período que la actividad conllevaba: un año. De esta manera, con un pago anual los “deudores” saldaban sus gruesas cuentas de alimentos, herramientas, ropas, y hasta el vicio de la bebida y el tabaco. Mire si los almacenes habrán tenido resguardo de sobra…

Ningunos improvisados

¿Qué de qué iban los almacenes en su estructura? Se trataba de construcciones simples, erigidas sus paredes en ladrillo cocido y revocadas con cal  “apagada”, pues la higiene y buena imagen ante todo. Por el lado de la fachada, lo propio, aunque sumada la presencia de cemento y arena. ¿El piso? Pino tea sobre una red de vigas de madera que, al estar éstas sostenidas por pilares, constituía el espacio residual respecto al suelo de tierra una suerte cámara. Rejillas de hierro mediante, era a través de ella que el aire circulaba desde y hacia el exterior. De este modo, se evitaba la podredumbre de la madera ante la natural humedad emanada por la tierra. Y allí no terminaba cuestión, pues no faltaron los almacenes que contaran con un sótano en el que proveer de la adecuada frescura a vinos, cervezas, vinagres y demás productos que así lo requirieran.

Aggiornados

Para colmo de completitudes en cuanto a servicios, los amplios terrenos sobre los que se constituían los almacenes permitían también aprovechar los fondos con caballerizas en las que resguardar caballos y carruajes de reparto. Aunque, desde luego, no faltaban los palenques en el frente, sobre las angostas veredas. Eso sí, tanto palenques como veredas pasaron a mejor vida con la llegada del pavimento, pues, como buenos impulsores del progreso, los almacenes también se abrazaron a él para superarse y sobrevivir. De hecho, de la extracción de agua de pozo y la recogida de agua de lluvia para la elaboración de bebidas, se pasó a las bombas de extracción manual y, posteriormente, la presencia de molinos de viento capaces de bombear agua al tanque depósito por medio de cañerías. Toda una avanzada.

 

¿Y por casa cómo andamos? Dignos pichones de las pulperías, no podíamos más que homenajear a los almacenes en nuestros queridos pagos. ¿Todavía no se dio una vuelta por el nuestro? Después no diga que no le avisamos.

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