Pity Álvarez, la estrella estrellada

FOTOTECA

De las luces de un rock de base a las sombras del delito, el Pity Álvarez atentó contra su propio destino. Historia de un hombre al filo.

Sin medias tintas, pues de blancos o negros ha ido la vida del Pity Álvarez. Del destello de las luces de la fama –cosechada con justicia en base a un rock tan ingenioso como astuto, repleto de espejos y lugares tan verdaderamente comunes como desprovistos de cursilería– a las sombras del peligro. ¿El que atentó contra su carrera? ¿O ese del que él mismo se hizo piel para convertirse en una amenaza, en un infortunio siempre a punto de suceder? Hombre afecto a la cornisa si los hay, no queda más que atreverse a su vértigo para ir tras sus pasos. Y en eso andamos por estas líneas.

Arte callejero

En lo que para muchos fueron las mieles de los ’90, el Pity Álvarez encontró su salsa: el submundo que proliferaba en aquella sociedad cosmopolita. Un nicho social cargado de tinte nacional y plagado de sin respuestas existenciales a las que el Pity aportó las propias, dignas hijas de su filosofía casera, de base, fundamentadas en su intuición y empatía. Primero con Viejas Locas y después con Intoxicados, Álvarez supo recoger fortalezas y miserias suburbanas, convirtiéndolas en bandera de diferentes géneros: rap, por, rock y fusiones al servicio tanto de sus protagonistas.

Caída libre

Desde luego, el popurrí de realidades que componían su crisol musical no era sencillo. Más tampoco su vida propia, aquella que parecía transcurrir en paralelo a la complejidad de sus letras e historias; aunque en dirección contraria a su ascendencia. El público del Pity Álvarez se multiplicaba a la par de sus problemas: adicciones, inestabilidad familiar y laboral (las bandas que conformaba acababan diluyéndose), denuncias por violencia de género y episodios con armas de por medio atentaron contra sí, sentenciando un destino previsible. Todo aquello a cuanto el Pity Álvarez parecía inmune, como si de una carga inherente a su persona se tratara, acabó por pasarle factura. Fue ante la justicia lo que uno más, y sintió su peso tras ser imputado por delito de homicidio agravado por el uso de arma de fuego.

Final infeliz

“Lo maté porque era él o yo. Cualquier animal hubiera hecho lo mismo”, supo decir cuando se entregó a las autoridades, tras haber estado prófugo durante 26 horas. “Él” era Cristian Díaz, un conocido de su barrio a quien quitó la vida en la madrugada del 12 de julio de 2018 en el complejo Samoré de Villa Lugano. Fue aquello su propio fin, ¿o el indeseado comienzo de una resurrección? Detenido en la cárcel de Ezeiza, recibe allí atención terapéutica y asistencia por el consumo de sustancias. Intramuros de la prisión, la historia parece repetirse, pues aquel es ahora el universo del que valerse para lo que mejor ha sabido hacer el Pity: música. Como parte del Programa Interministerial de Salud Mental Argentino, Álvarez improvisó una banda con otros detenidos, entre los que se encuentra el ex baterista de Callejeros Eduardo Vázquez.

 

La voz vuelve a sonar, la vida a continuar. “Está saliendo el sol”, aunque tenue, tibio. “Está saliendo el sol”, y los acordes así lo ratifican.

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