Queso Mar del Plata, cruzando el gran charco

FOTOTECA

Introducido por inmigrantes holandeses, el queso Mar del Plata echó raíces en la feliz. Y vaya si ha alegrado paladares… Pase y pruebe.

Patria quesera si las hay es la argenta, y menudas razones tiene. Pues aunque las carnes se lleven los laureles de la gastronomía nacional, los quesos no se quedan atrás. Ajenos a la tradición gaucha pero dignos hijos de la inmigración, éstos han sido, y aún hoy, grandes protagonistas de nuestra buena mesa. ¡Quién más que los italianos para cargarse tal empresa al hombro! De parmesano, regiannito y provolone sabemos sobrado. Pero… ¿qué tanto del queso holanda? Achicando distancias, el viejo y querido queso Mar del Plata tiene la respuesta.

Desde altamar

Sí, cruzando el gran charco como tantas otras delicias hoy nacionalizadas. Así llegó el queso Mar del Plata. Mejor dicho, el queso holanda, aquel cuya teoría y práctica fue incorporada en estas tierras precisamente por inmigrantes holandeses. Compatriota del gouda y edam, el holanda cambió una geografía por otra, y tomó el nombre de la ciudad nacional en que comenzó a ser producido por los sabihondos recién llegados: Mar del Plata. Sí, allí donde la inmigración “naranja” encontró su sitio, y desde donde su codiciado queso comenzó contentar paladares.

Abc marplatense

¿Qué de qué va este buen gaucho? Hemos dicho, los quesos nada tienen que ver con la campera paisanada nacional. Pero resultan buenos como pocos a la hora de las clásicas picadas, allí donde los embutidos, a las anchas y en su salsa, encuentran en ellos a sus mejores compañeros. Y si tomamos lista, lo cierto es que el queso Mar del Plata nunca falla. De naturaleza semidura y semigrasa (se elabora con leche parcialmente descremada), tiene una corteza lisa, amable a los cuchillos, coloreada como sus internacionales primos: roja por el lado del ember y/o amarilla por el del gouda. De pasta blanco-amarillenta, y dueño de sus buenos ojos, el queso Mar del Plata sabe dulzón pero no por ello menos picante. Un equilibrio que, sumado a su aroma suave, lo convierte en un todo terreno.

 

¿Acaso ya se empachó de tanto picar? Hágase lugar para el postre, pues el queso Mar del Plata no se queda en el vermú. Multifacético, lo suyo también es la sobremesa, y a gorra puesta: con membrillo o batata, el queso Mar del Plata es gran protagonista del argentinísimo postre vigilante. Definitivamente, y nunca tan bien dicho, panza llena y corazón feliz.

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