Ciervo, el salvaje argentino

FOTOTECA

Un animal bello, poco aventurado, objeto de caza desde tiempos inmemoriales.

Es probable que lo reconozcamos por su salto característico y su nerviosismo salvaje. Mientras que la hembra se destaca por su delicadeza y suavidad, el macho tiene mayor presencia física y una actitud arrogante que lo hace muy distinto.

Carne roja alternativa

Desde tiempos prehistóricos, el ciervo se ha mantenido en el mismo hábitat: los espesos bosques de Europa, América y Asia; aunque también viven en tundras, llanuras y montañas, siempre en grupo. Se alimentan de hojas, frutos, arbustos y corteza de árboles. Y así como ellos se apropian de la naturaleza para la supervivencia, el hombre se viene apropiando de ellos a través de la caza desde tiempos remotos, de la cual obtiene la carne de venado, rica en hierro y proteínas, baja en grasas saturadas y de cierto sabor “salvaje”.

Lucha a ciegas

El ciervo es parte de la familia de los “cérvidos” (que incluye a los venados, alces y renos), con una familia que tiene un total de 48 especies. Se distingue por su biotipo esbelto, de patas largas, y por generar anualmente esas astas tan características formadas por hueso muerto. Cada mes de julio, al renovarlas, le crece una rama nueva, hasta llegar a la cantidad típica de la especie. Le sirven no sólo como atributo físico sino también para competir con sus pares por una hembra en la oscuridad de la noche.

El instinto de “descorrear”

Las imponentes astas del ciervo están cubiertas de una epidermis con vellosidad fina, de textura aterciopelada, llamada “borra”, que contiene numerosos vasos sanguíneos que nutren al hueso. Al finalizar el crecimiento de la cuerna, el animal se desprende de esta capa, dejando al descubierto su nueva ornamenta de hueso ya endurecido y rugoso. Este deshecho es consumido por animales carnívoros y también por pueblos esquimales que valoran enormemente su contenido nutritivo.

Libres y en cautiverio

A comienzos del siglo XX, un estanciero trajo al ciervo colorado desde Europa directo a La Pampa argentina con el único fin de la caza. Años más tarde, su hábitat fue expandiéndose hacia las provincias de Neuquén, Río Negro, Chubut, Mendoza y Tucumán. El ciervo de los pantanos es otra de las especies típicas en Misiones, Salta, Formosa, Chaco, Santa Fe, Corrientes y Entre Ríos, regiones donde abundan la vegetación y las lagunas. En la provincia de Buenos Aires hay unos pocos en la Reserva Natural Otamendi y Delta del Paraná. A fines de los ’80, la cría de ciervos fue adoptada como actividad productiva, llegando a los 10 mil ejemplares en cautiverio, que se suman a los 100 mil que ya existen en estado salvaje.

Quien tenga oportunidad de pasar por una pulpería de ley, puede probar esta exquisitez para amantes de la carne salvaje. Y usted ¿Se anima?

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