Argentino Luna, el Gaucho de Madariaga

FOTOTECA

Trotamundos del folklore nacional, este paisano de alma regó el suelo argentino a pura payada. Cantos de un gaucho son fronteras.

Para el Documento Nacional de Identidad, Rodolfo Giménez. Para el folklore de todos los tiempos, Argentino Luna o, simplemente, el Gaucho de Madariaga. Aquel que, a puro sentimiento, ofrendó a su patria los inolvidables cantos que versara su alma de payador.

De la tierra venimos

Bajo el sol del interminable horizonte que ofrece la verde pampa, Argentino Luna asoma al mundo un 21 de junio de 1941. Fue en los pagos gauchos de General Madariaga, tierra bonaerense en la que este cantautor y fiel amigo de la payada hizo las primeras migas con su guitarra… y ya nada volvería a ser igual. “Bajo la celeste techumbre del cielo, gastaba los días mirando el vuelo de los pájaros”, había confesado nuestro protagonista al volver la vista atrás. Más precisamente, a aquellos montes y lagunas desde donde empezó a escribir su frondosa historia en el folklore nacional. Y desde donde se erigiría para conquistar el resto del mundo. Sí, un largo peregrinaje por los caminos de su Argentina natal, musa inspiradora de sus letras y acordes, lo ha llevado a traspasar insólitas fronteras: Uruguay, Paraguay, Brasil, Costa Rica Panamá, Estados Unidos y hasta Japón.

Con alma de paisa

Hijo de padres campesinos, nuestro payador jamás olvidó su tierra. El amor por sus pagos lo ha acompañado a lo largo de su andar. Y la humildad con que ha transitado ese camino de éxito, que él mismo supo sembrar, es aquello que lo ha convertido en un verdadero gigante. Paisano eterno, repartió su niñez entre los llanos de Madariaga y los médanos de Villa Gesell, donde trabajó como peón arenero cuando los vientos aún atentaban contra todo asentamiento en esta incipiente localidad balnearia. Y así creció, a puro vaivén. Yendo del mar a los montes Grandes del Tuyú, bajo cuyo abrigo alimentó un talento innato. Y he aquí una revelación: este paisa nunca estudió música. El artista que hubo en su ser lo construyó a pura pasión, oído y autodidaxia. De la mano de sus coterráneos criollos, aquellos de quienes se ha nutrido largo y tendido: Me voy a morir tocando una milonga, o con un poema de Yamandú Rodríguez que aprendí cuando corría a atar el caballo con mi padre, en Madariaga”. Confesiones de un gaucho incurable.

Adiós, pampa mía

Canto y seguiré cantando porque ese ha sido el destino que elegí o me eligió, solamente soy, un paisano cantor de los pagos de Madariaga, de allí partí un día para volver mejor.” ¿A dónde partió Argentino Luna, según lo afirma en su canción El testamento? Hacia un destino sin confín alguno. Allá por los años ’60 hizo su desembarco en el Gran Buenos Aires, donde adoptaría a la localidad de Quilmes como su segunda patria. Para entonces, la radio y la televisión comenzaban a ser parte de su vida. Corría el año 1968 cuando este paisa de 27 años entonaba sus cantos en una sala de grabaciones, por primera vez. ¡Y pensar que se convertiría en un habitué! Huellas, milongas, zambas, poemas, cifras y triunfos -entre otros ritmos criollos- compusieron un cancionero de más de 300 piezas en su historial de autorías. Todas ellas, contenidas en poco menos de 50 discos. Zamba para decir adiós fue su primer éxito, aquel al que prosiguió un verdadero inventario musical: Mirá que lindo es mi país, Paisano, Me preguntan cómo ando, Payador, patrón del canto, Argentino y bien parido, Por el credo de Atahualpa y El campo también es patria son sólo algunas de sus obras magistrales. Sin olvidar su homenaje al gran Florencio Molina Campos con su canción Malevo.

Un adiós sin despedida

“Cuando muere el payador
Queda de luto la pampa
Y en un silencio que espanta
Llora el campo a su cantor,
Fue don luna el trovador
Que por huellas de alborada,
Le canto a su patria amada
Con sentimiento profundo,
Y hoy al irse de este mundo
Luce un crespón su encordada.”

De la mano de Adolfo “Vasco” Zabala, estos versos retratan la tristeza del adiós a un grande. Aunque poco habla de despedidas: Argentino Luna muere en el 19 de marzo de 2011, a los 69 años, tras una descompensación renal. Sus cuatro hijas serán su legado de sangre; y su eterno cancionero una invaluable herencia. Por ahí seguirá el Gaucho, en los acordes de quien estreche una guitarra en su nombre y emane a viva voz los cantos de su tierra: Mire que lindo es su país, paisano. ¡No vaya a ser que se le olvide!

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