Balero, el arte de embocar

FOTOTECA

Un juego histórico, sencillo, sin distinción de edades. No se deteriora, siempre renace.

Al recordar los juegos de la infancia, aquellos cuya simpleza bastaba para hacernos felices, inevitablemente nos invade la añoranza. A diferencia de las opciones actuales muy ligadas a lo tecnológico, en otras épocas los niños eran capaces de pasar horas enfrascados en un juego rudimentario, mecánico o de barrio.

Un diseño elemental

Uno de los entretenimientos que nos ha movilizado y que, aún en el siglo XXI, sigue existiendo, es el balero. Su estructura está compuesta por una esfera de madera de pocos centímetros de diámetro agujereada en la parte superior, desde donde pende un hilo unido a un mango de grosor apenas menor al de la perforación de la bocha. Se presenta con diferentes variantes en cuanto al material (por lo general, madera de cedro, sauce o álamo), a la longitud de la correa y al peso de la bola.

Una cuestión de puntería

El juego se desarrolla de a dos. Consiste en tomar el mango o palillo dejando colgar la esfera, que deberá ser impulsada hacia arriba con velocidad y distancia calculadas “a ojo”, a fin de que el hueco de la esfera encaje perfectamente en el palillo. La forma de balancear el elemento y de tomar el palito puede variar, y de acuerdo a la postura adquirirá diferentes nombres (simple, doble, etc.). Un turno para cada participante y luego, el conteo de fallas y aciertos.

Un juego intercultural

Si bien su origen es incierto, se estima que el balero surgió en México y tuvo tanta difusión que se convirtió en un juego universal que hoy desconoce fronteras. Muchas culturas y países lo han adoptado desde la era precolombina. En Argentina, todo habitante adulto ha experimentado este magnífico objeto alguna vez, probablemente luego de haberlo rescatado de algún baúl viejo. Es accesible en todo sentido: sólo requiere de cierta habilidad motriz, buena vista y ganas de desafiar nuestra precisión.

La magia de la tradición

Especialistas dedicados a investigar la importancia del juego en el desarrollo cognitivo, están convencidos de que los juguetes de madera producen un estímulo mucho mayor que los tecnológicos, ya que promueven el despegue de la imaginación. Por otra parte, permiten mantener los pies en el escenario real de la vida cotidiana y no en uno ficticio o virtual.
Depender del juego digital como forma exclusiva de diversión impide percibir los alcances del propio cuerpo y la propia mente. Mantener un sano equilibro entre el mundo cibernético y el realismo de un juego palpable (figuritas, elástico, rayuela, balero) podrá parecer una situación ambiciosa en la actualidad, pero es posible. Después de todo, nuestros hijos jugarán con lo que encuentren en su hogar, y nada será más placentero que observar sus rostros asombrados al desempolvar una caja que contenga, entre otros juguetes, un balero.

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