Bernardo Houssay, un héroe de civil

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Médico de alma, Bernardo Houssay puso mente y cuerpo al servicio de la investigación y la educación. Vida y obra de un genio nacional.

Médico y fisiólogo, premio Nobel de Fisiología y Medicina, hombre emblema de la investigación y la ciencia argentina. ¿Algo más? Mucho más. Sólo que, ante tamaña figura, los títulos sean, tal vez, lo de menos. Hoy conocemos a don Bernardo Alberto Houssay, el hombre cuyos principios y compromiso para con su tierra resultaron aún más enorgullecedores que todos los laureles recibidos.

Bocho a la vista

Crack de aquellos. Y buenos indicios que dio sobre tal condición. Si un hombre se revive de bachiller a los 13 años, es farmacéutico a los 17, se convierte en docente a los 21 y ejerce como médico a los 23… ¡Qué no esperar de él! Corría el año 1910 cuando asumió de forma interina la cátedra de Fisiología en la Facultad de Agronomía y Veterinaria de la Universidad de Buenos Aires. Y ese sería el comienzo de su romance y lucha para la educación pública, aquella de la que él mismo se sirvió para convertirse en Bernardo Houssay, nada menos. Ese que, nueve años después, ya con 32 hacendosos años en su haber, sería nombrado profesor titular de la Facultad de Medicina. Allí donde le guiñarían el ojo para fundar el Instituto de Fisiología, y desarrollar a sus anchas esa vocación que lo llevaría tan lejos: la investigación experimental. Como no podía ser de otro modo, el padre de la criatura haría honor a su creación con un descubrimiento crucial: el protagonismo de las hormonas de la glándula pituitaria en la regulación de glucosa en sangre. Dicho en criollo, una avanzada en materia de diabetes. Aquella que comenzó con la aguda observación de que todos los pacientes diabéticos, carentes de insulina, registraban hiperactividad en su glándula pituitaria. De lo que Houssay dedujo, ella tendría que ver en el asunto. Y así lo era. Por lo que, tras experimentar con perros el modo en que la producción de insulina aumentaba o disminuía según extrajera o inyectara la glándula en cuestión, este genio nacional llegó a la conclusión de que el metabolismo de azúcares podría ser al fin controlado.

Yo, argentino…y a mucha honra

Lo cierto es que la dedicada e impecable tarea de Houssay, tanto en la docencia como en la investigación, comenzó a llenar su nombre de prestigio. Aunque, lejos de caer en las mieles de las propuestas de científicos internacionales, aquellas que le ofrecían mejores condiciones laborales, don Bernardo sostuvo a pie firme su decisión de ejercer en el país, de devolverle algo de todo lo recibido, de luchar desde adentro y con causa por una educación mejor, por alimentar la ciencia y rubricar su crecimiento con sello nacional: “La ciencia no tiene patria, pero el hombre de ciencia la tiene. “Por mi parte, no acepté posiciones de profesor en los Estados Unidos y no pienso dejar mi país, porque aspiro a luchar para contribuir a que llegue a ser alguna vez una potencia científica de primera clase.” Y en claro mensaje a esta apuesta es que, allá por 1934, Houssay crea la Asociación para el Progreso de las Ciencias. ¿Qué si la intención se condijo con la realidad? Así parece: la asociación desarrolló becas de perfeccionamiento nacionales e internacionales que, en clara sintonía con la ideología de don Bernardo, fueron destinadas a quienes mostraron real ímpetu y propósito de dedicarse a investigar en biología. Chapeau.

Contra todos los obstáculos

Además de la Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias, Houssay presidió la Academia Nacional de Medicina y la Sociedad Argentina de Biología. Sin embargo, en 1943, algunas diferencias con el gobierno peronista causaron temblores en sus bancas. Dicen que dicen, que la firme detracción de don Bernardo con el nazismo le valió la antipatía del General Perón (¿la misma película que vio el periódico Antinazi?); quien interrumpió las tareas del Instituto de Fisiología y despidió a Houssay de la cátedra que conducía. Claro que nuestro hombre no se quedaría en el molde: en 1944, y de forma privada, creó el Instituto de Biología y Medicina Experimental. Un verdadero caldo de cultivo de miles de trabajos vinculados a la fisiología. De hecho, en 1945, y oficiando de autor, Houssay dio vida a la que es, sin dudas, su obra más destacada: Fisiología Humana. Tratado que le valdría la consagración internacional: las premiaciones cayeron de parte de la Universidad de Toronto (Canadá), el Royal College of Physicians (Inglaterra), y la Royal Society of New South Wales (Australia). ¿La frutilla del postre…o de una carrera por demás digna y valiosa? El mencionado Premio Nobel de Fisiología y Medicina, en 1947.

Héroe con mayúsculas

La caída del peronismo, allá por 1955, devolvió a Houssay a sus antiguos cargos. Aunque la historia no terminaría allí; sino que el incansable Bernardo redoblaría la apuesta. Proyectó un plan de formación de investigadores que establecía una carrera científica y un sistema de becas de perfeccionamiento. Es que para hacer de Argentina una cuna de buenos y preciados investigadores era necesario implementar la educación adecuada, la mejor posible, aquella que llevara a los estudiantes a toparse con los mejores científicos del mundo. Difícil pero no imposible. ¿Acaso había algo que Houssay no consiguiera? Así fue como, en 1958, creó el Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Sí, sí. Antecesor del actual Consejo Superior de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Una de las últimas hazañas de este patriota de ley. Aquel que dijo adiós en 1971 a los 74 años, y con un honroso transcurrir en sus espaldas. No cruzó los Andes, ni combatió en nombre de la patria con fusil en mano. Pero sí ha sabido defender su tierra, su país, su Nación con su munición más valiosa: la educación, el compromiso y la superación. Éste fue Bernardo Alberto Houssay, uno héroe de civil, de esos que no abundan; pero sobre los que siempre dan ganas de contar.

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