Chamamé, guaraní, payé

FOTOTECA

Con raíces correntinas, el Chamamé supo trascender el tiempo y espacio. Música y tradición al grito del sapucai.

El Chamamé late con fuerza en la provincia de Corrientes, pero la intensidad de su ritmo ha sabido agitar las pulsaciones de vastos rincones litoraleños. El sur de Misiones, el este de Chaco y Formosa y el norte de santa Fe y Entre Ríos son también embajadores de esta música sin fecha de vencimiento.

A sol y sombra

La musicalidad de su nombre contagia tanto como su ritmo ¿Hacia dónde nos remite la palabra “Chamamé”? Hacia las raíces del primitivo guaraní; más precisamente al vocablo “Che amoá memé”. Y no resulta casual: la música supo alcanzar un gran esplendor en las Misiones Jesuíticas, verdaderos centros de formación de músicos, grupos de danza y hasta técnicos en confección de instrumentos musicales. La cultura al servicio de la comunión, y el chamamé no escaparía a ello… ni a la íntima vinculación del pueblo guaraní con la naturaleza. “Che amoá memé” se traduce al castellano como “Doy sombra a menudo o constantemente”; en estrecha relación con las enramadas bajo las que se practicaba el baile chamamecero. Precisamente por otorgar sombra a sus protagonistas y protegerlos tanto del sol como del rocío en las madrugadas.

Corrientes y más allá…

“Olvida, mi bien, el enojo aquel, que así nuestro amor irá a renacer, porque comprendí que no sé vivir sin tu querer.”

Los versos de km 11, “Himno correntino” escrito por Mario del Tránsito Cocomarola, dibujan el espíritu que esconde esta música: el chamamé nos cuenta la historia del hombre y su paisaje, del amor y su tierra. Se trata de la música del nuevo hombre americano, ese que acusa raíces guaraníes bajo influencia directa de culturas europeas. De hecho, la conformación musical del Chamamé se establece en 1870, cuando el acordeón de dos hileras de cantos y ocho bajos –conocido como verdulera- llega a Corrientes desde el viejo continente.

El bandoneón, el contrabajo y las guitarras terminarían de definir el sonido de esta música que comenzó siendo sólo una danza rural de pareja. Claro que los movimientos migratorios contribuyeron a su variación: el éxodo de correntinos hacia los algodonales y obrajes chaqueños provocó un desplazamiento del Chamamé; alcanzando la Mesopotamia y el resto del país. Nada menos que el puntapié para comenzar a ser, además, un género vocal ¿Cómo imaginarnos el Chamamé sin su clásico grito sapucai?

A bailar se ha dicho

¿Qué sabemos del Chamamé a la hora de saltar a la pista de baile? Se trata de una danza de pareja enlazada. Algo así como un vals lento en el que se lleva a la dama de costado. Su mano se toma al revés, con movimientos balanceados de arriba hacia abajo; mientras los cuerpos se ciñen en sentido contrario. ¿Complicado hasta aquí? Calma, su coreografía ofrece simpleza: es libre y sólo sujeta a algunas figuras básicas.

Para todos los gustos

Existen varios tipos de Chamamé, cuya variación refleja los diversos estados emocionales o circunstancias de sus cultores. Así encontramos el Chamamé Maceta de pulso, que con su ritmo vivo es habitual en festivales y bailes. Mientras que el Chamamé Ganci o triste se caracteriza por su melancolía. Por su parte, el Chamamé Caté se distingue por su elegancia e interpretación en lengua guaraní. Aunque también existe el llamado Chamamé Orillero, en quien se distinguen ciertas influencias del tango.

Variedades aparte, el Chamamé ha sabido alcanzar vastos rincones de nuestro país, demostrando su condición inoxidable al paso del tiempo. Argentinidad de raíz y tradición. Un canto al amor y la esperanza. Una verdadera patria musical.

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