Cremona, el astro de las mateadas

FOTOTECA

Haciendo gala de su peculiar forma de sol, la cremona ilumina las mateadas argentinas a puro sabor. ABC de un clásico hojaldrado.

Hay para quienes, a la hora de los mates, nada mejor que los cásicos bizcochitos de grasa. Por qué no, unas buenas facturas. Aunque si de lluvia va el asunto, las tortas fritas parecen ganar la pulseada. ¿Y la cremona? Cierto es que, si de verdes se trata, esta buena moza tiene sus mentados competidores. Sin embargo, si la cremona fuese quien buscara compañía… ¿acaso encontraría mejor ladero que el mate? He aquí el quid de la cuestión para este pan de hojaldre, un “sol” que asoma a esponjosa redondez para encender las tardes.

 

Con acento italiano

¿Es usted de los que prefiere hincarle el diente a los flecos? ¿O ir directamente al grueso del asunto? Tentadora por donde se la mire, la cretona conquista paladares sin titubeos. Claro que, a la hora de la historia, la cosa no está tan firme. ¿A qué debemos su nombre? Si nos remitimos al mero sustantivo, cierto es que “Cremona” es un municipio italiano, capital de la provincia homónima, situada en la italiana región de Lombardía. ¿Acaso estamos ante otro invento culinario más venido desde altamar? Certezas se buscan. Versiones derivadas, sobran; pues el boca a boca bien se ha encargado de posicionar otra posible opción: la cremona solo tiene de italiana el bautizo de un inmigrante de aquellos pagos. Más precisamente, de la provincia en cuestión. Orígenes aparte, si algo no está en discusión, es que la cremona es un clásico argentino sin excepción. ¿Qué tal si ponemos manos a la obra?

 

Tomando nota

  • ½ kilo de harina 0000
  • 15 gramos de levadura
  • 1 cucharada de sal gruesa
  • 90 gramos de grasa vacuna derretida (6 cucharadas)
  • 15 ml de aceite de oliva extra virgen
  • 200 ml de agua tibia

 

Mezcla la harina y la sal en recipiente y vierta el contenido sobre la mesada. Forme una corona y vuelque el aceite en su interior. Agregue, poco a poco, la levadura disuelta en agua tibia. Mezcle de modo envolvente, hasta que la harina absorba todo el líquido. Acto seguido, amase por 10 minutos, hasta obtener una masa elástico. Cubra con un film o repasador y deje reposar, a temperatura ambiente, entre 30 minutos y una hora; hasta que el bollo duplique su tamaño.

Una vez transcurrido el tiempo, espolvoree la mesada con harina y estire la masa de forma rectangular. Recorte los bordes para que luzca pareja, sin irregularidades. Unte la superficie con dos cucharadas de grasa derretida (a excepción del perímetro), deje que absorba durante unos segundos y doble los extremos hacia el centro. Luego, doble la masa a la mitad. Estire nuevamente (no olvide espolvorear la mesada con harina) y repita el proceso una vez más. Finalmente, estire la masa una última vez, recorte los bordes, unte con las dos cucharadas de grasa restante y doble masa en sentido longitudinal, formando un anillo.

¡Llega entonces el turno de los bordes! Marque con un cuchillo la mitad del círculo y corte los famosos “dientes” o “Flecos” cada dos centímetro, aproximadamente. Una vez finalizada tan artesana labor, acomode la cremona sobre una placa enmantecada. Hornee a temperatura alta por 25 minutos, ¡y listo el bollo!

Eso sí, mientras deja que se enfríe vaya poniendo la pava. Porque si de cremona se trata, el que espera sí desespera. Tamaña delicia panadera no podía ameritar lo contrario.

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