Cricket, el rey destronado

FOTOTECA

Importado por ingleses, el cricket tuvo terreno llano para alzarse como deporte nacional; hasta que se topó con el fútbol.

Once contra once, bate y pelota de por medio. A grandes rasgos, de eso va el cricket. Cualquier similitud con el béisbol, no es mera coincidencia; pues ha sido su musa inspiradora. Aunque, cierto es, los alcances del británico cricket no se limitaron sólo a suelo norteamericano. Tan profunda ha sido su huella aquí, en Argentina, que las disciplinas nacidas bajo su ala parecieron superar al propio padre. El rugby, el tenis y, por sobre todo, nuestro queridísimo fútbol, bien pueden dar fe de ello. Ingrato ha sido el destino del cricket, quien, de sus aspiraciones a deporte nacional, acabó vagando en la desmemoria. Desde estas líneas, desempolvamos su peculiar historia.

Con acento inglés

Todo comenzó en el siglo XIX. Más precisamente, de la mano de las Invasiones Inglesas de 1806. Así como lo oye, la soldadesca británica fue pionera en importar en el cricket por estos pagos. Le digo más, se cree que el primer partido estuvo protagonizado por prisioneros resultantes de tal enfrentamiento. Entre ellos, un viejo conocido de la casa: el oficial Alexander Gilliespie. Sí, recuerda bien, el mismo que se sentara a la mesa de la fonda de los Tres Reyes. A fin de cuentas… ¡la historia es un pañuelo! Lo cierto es que, desde entonces, el cricket sería un hecho entre los residentes británicos. No sólo ex combatientes; sino inmigrantes. Más de un lustro restaba aún para la gran oleada migratoria que reconfiguraría la ciudad de Buenos Aires. Sin embargo, ya para 1830, un buen número de comerciantes y bancarios ingleses habían elegido a la ciudad de Buenos Aires como destino para sus inversiones. La ex capital virreinal parecía ser un diamante en bruto, y así también lo creyó James Brittain, uno de los más afamados comerciantes ingleses de la ciudad. Para que se dé una idea, Brittain integró el primer Directorio del Banco de Buenos Aires y la Comisión de Inmigración creada por el Presidente Bernardino Rivadavia. Pero lo que hoy nos compete no es más que la quinta de la que se hizo en el barrio de Barracas, allí donde el cricket era moneda corriente.

Habemus cricket club

Tanto habitual era el cricket por los pagos de Don James, que después de uno de los tantos encuentros allí disputados es que surge la idea de crear un club. Y, más temprano que tarde, el deseo se hizo realidad: se dice que el 5 de noviembre de 1831, en un partido disputado en las inmediaciones de la Iglesia del Pilar, la bandera del llamado “Buenos Aires Cricket Club” (BACC) flameó por primera vez. Aún así, se considera al 8 de diciembre de 1864 como fecha de nacimiento oficial de la institución. El actual sitio de emplazamiento del Planetario fue el solar primitivo del club, aquel cuya presencia comenzó a contagiar el surgimiento de otros, tanto en el interior del país como en las afueras de la ciudad. Claro que, en un principio, los clubes tenían poco y nada de “nacional y popular”: eran sitios de esparcimiento exclusivos de la comunidad británica. A fin de cuentas, quienes ponían un billete encima del otro para su manutención no eran más que los socios, aunque con ayuda del consulado británico.

Durmiendo con el enemigo

El cricket era “el” protagonista del los veranos en el BACC. Pero… ¿y el resto del año? Con buenos ojos se vio la oportunidad de abrir las puertas del predio a nuevas disciplinas: pruebas de atletismo, y deportes sin reglamento fijo como el rugby (de hecho, con el correr de los años, el “Buenos Aires Cricket Club” pasó a ser el “Buenos Aires Cricket & Rugby Club”). Sin embargo, el ingreso de un tercer intruso habría de ser un pecado mortal. El 9 de mayo de 1867 un grupo de británicos conforma el “Buenos Aires Football Club”. Sí, el inglés football, deporte verde, si los había, en Sudamérica; falto aún de reconocimiento. El asunto era… ¿dónde jugar el primer partido? Ante la ausencia de un sitio propio y acorde, los británicos no tuvieron mejor idea que golpear las puertas de sus compatriotas. Y el BACC no opuso resistencia. Sí, señores, el primer partido de fútbol del país se jugó en cancha de cricket, un 20 de junio de 1867. Y aunque ni 22 hombres llegaron a convocar (se jugó un ocho contra ocho), el impacto no tardaría en llegar. Definitivamente, el cricket cedió terreno al enemigo y cavó su propia fosa.

No está muerto quien pelea

Cierto es que aún restaban tiempos dorados para el cricket. Y la fundación del “Caballito College Cricket Club”, en 1877, mucho tuvo que ver con ello. Pues se trató del primer club conformado totalmente por criollos. Finalmente, el hecho que marcó el despegue del cricket a nivel nacional fue la fundación de la “Asociación de Cricket Argentino” (ACA), en 1913. Desde entonces, todo fue crecimiento. De hecho, el nivel de juego se enriqueció altamente con la llegada de jugadores de la liga inglesa. Aunque el posterior enrolamiento de muchos de ellos en el ejército de su país, por causa de la Segunda Guerra Mundial, acabó por restar en demasía. En una liga nacional carente de jugadores, si encima se marchaban los extranjeros… ¿Qué sería del vapuleado cricket? Por lo pronto, entre 1942 y 1945 no hubo competencia oficial alguna. Y, para colmo de males, el football ya se había convertido en  fútbol, esa argentínisima pasión de multitudes a la que se entregaron hasta los propios descendientes de británicos.

La competencia oficial retornó en el año 1946, pero ya nada sería igual. Incluso, muchos clubes optaron por abandonar este deporte. Aún así, el cricket se las arregló para sobrevivir y ser una realidad hasta nuestros días. Pero en su escalada por convertirse en el deporte predilecto nacional, no le quedó otra que tirar la toalla. ¿Qué explicaciones dio “The Standard” al respecto? Allá por 1912, el periódico inglés editado en Buenos Aires argumentó que “el temperamento de los jóvenes nativos se caracteriza por ser agresivo, vehemente e impulsivo”. De allí que el fútbol prevaleciera por sobre el cricket. Líricos, tacticistas y estrategas, con derecho a réplica. Andá a cantarle a Gardel…

 

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