Curiosidades porteñas: el que busca, encuentra

FOTOTECA

Monumentos insólitos, extrañas construcciones y veredas gemelas componen el platillo de rarezas porteñas. Curiosos, en su salsa.

En alguna desconocida callejuela, bajo la sombra de algún arbusto, inmiscuida entre un matorral de construcciones o en el más insospechado recodo urbano. Buenos Aires es un tendal de curiosidades, aunque no todas se pavoneen frente a nuestros ojos. Sólo es cuestión de agudizar los sentidos y dejarse sorprender. Desde estas líneas, le damos una manito.

Ningún dormido

Que Buenos Aires es una ciudad superpoblada, no nos quedan dudas. Y que el tránsito que se amotina en sus calles ha hecho perder la paciencia a más de uno, también. Aunque, sin dudas, ha llevado a afilar el ingenio de otros. O al menos, el del don Rafael Díaz. Visionario comerciante de los pagos de Banfield que, en 1927, fundara una mueblería a todo trapo…y en pleno Microcentro porteño. Calle Sarmiento 1113, para ser más precisos. Sí, a metros la famosa Avenida 9 de Julio y su Obelisco. Aunque, claro está, la avenida no era entonces lo que hoy es. ¡Ni siquiera contaba aún con su mítico monumento! Imagínese lo tranquilo que venía la mano, que hasta don Díaz se daba el gusto de cerrar su monumental comercio de nueve pisos para sus infaltables tres horas de siesta. Tiempo suficiente para un reparador descanso; pero no así para ir y volver a Banfield. ¿Entonces? Rafael decidió aprovechar la terraza de su mueblería para construir un chalet donde dar rienda suelta a la fiaca y el sueño. ¿Qué pensaban entonces los transeúntes que descubrían la pintoresca casita montada sobre tremendo edificio? El asombro y la curiosidad hicieron que la iniciativa de Díaz no sólo solucionara el problema de la siesta; sino que resultara una efectiva publicidad para la mueblería. Y en el más literal de los sentidos: ¨Muebles Díaz, la casa del Chalecito”. Con este slogan, entre tango y tango, el bueno de Rafael se auto publicitaba en su propia emisora radial. Sí, esa que montara en la casita en cuestión. ¿Qué si todavía queda rastro de ella? Claro que sí. Díaz muere en 1968, la mueblería cerró sus puertas 10 años después y el flamante edificio cambió sus salas de exhibición de muebles por oficinas. Aunque el chalecito sigue allí, intacto y al pie del cañón. Listo para que algún intrépido caminante lo descubra entre la geografía de una agigantada Buenos Aires.

Frente a frente

Ahora bien…si la terraza de un edificio resulta una localización por demás remota para un chalet, déjeme decirle que Buenos Aires ofrenda algunos emplazamientos aún más insólitos. Al menos, desde el punto de vista histórico. Para comprender ello, basta darse una vueltita por la Plaza Fuerza Aérea Argentina, frente a la estación de trenes de Retiro. ¿Qué encontramos allí? La llamada Torre Monumental, donada por el gobierno británico para el primer centenario de la independencia nacional. Por lo que, para aquel entonces, esta especie de Big Ben porteño recibía el nombre de Torre de los ingleses. ¿Por qué ha mutado su nombre? Por una desafortunada ironía: frente a la torre, sobre la vecina Plaza San Martín y con la Avenida del Libertador como única “frontera”, se levantó nada menos que el cenotafio en honor a los caídos de la Guerra de Malvinas, conflicto bélico protagonizado por Argentina y la mismísima Inglaterra. Aunque si ahondamos en la historia, lo cierto es que, más allá de este desafortunado emplazamiento, la propia Torre Monumental ya presenta, de por sí, una localización contradictoria: ese fue el sitio en que los soldados de Santiago de Liniers emprendieron su marcha hacia la Plaza de Mayo. ¿El objetivo? La Reconquista de Buenos Aires durante la primera Invasión Inglesa, en el año 1806. ¡Ay…!

Monumentales

Claro que la disposición de algunos mojones urbanos no es el único deleite al que, en materia de monumentos, se rinden los curiosos. Muchas esculturas son, en sí mismas, toda una curiosidad. ¿Sabía usted, acaso, que no es necesario viajar a Nueva York para contemplar la Estatua de la Libertad? Cual clon de la original, su réplica porteña -aunque en versión reducida- se encuentra sobre la calle La Pampa, entre Virrey Vértiz y Arribeños; barrio de Belgrano. Una más de las tantas que existen en el mundo. Pero quien sí de goza de exclusividad nacional es la escultura de Caperucita Roja. Así como lo oye, esta obra del francés Jean Carlus es, según se dice, el único monumento en honor al cuento de Charles Perrault. ¿Dónde se encuentra? ¿En la calle Caperucita? Aunque efectivamente exista, esta calle del barrio de Parque Chacabuco no ha sido la destinataria de tal preciado monumento. La inocente niña yace en el Parque Tres de Febrero, en el barrio de Palermo. Casi, casi como para rememorar el verde bosque de su historia. Y si de verde césped hablamos… ¿Existe algún otro país más futbolero que Argentina? Difícil imaginarlo. Por lo que ningún otro podía elevarle un monumento a su inmaculada protagonista, la pelota. Presente en la Plaza Lavalle, este homenaje a “la redonda” fue inaugurado en 1993, año centenario de la Asociación del Fútbol Argentino, situada a metros de allí.

Pasame la brújula

¿Cansado de tanto mirar? Y eso que todavía no se dio una vueltita por el Pasaje Rivarola. Desde General Perón a Bartolomé Mitre, entre Talcahuano y Uruguay, este pasaje es puro desquicio…u obsesión simétrica. Diseñado en los años ’20 por la empresa constructora Petersen, Thiele &Cruz Arquitectos e Ingenieros, esta callejuela juega al juego de los espejos, y sin chiste: todas y cada una de sus construcciones son iguales a un lado y al otro, haciendo que sus transeúntes pierdan toda noción de izquierda y derecha; y hasta de los mismísimos puntos cardinales. ¿Sueño o realidad? Será cuestión de atravesarlo nomás. Aunque lo que, sin dudas, resulta toda una pesadilla es la esquina de la calle Bauness…con Bauness. Sí, sí. La calle Bauness se encuentra con sí misma en algún punto de la ciudad. Más precisamente en el sinuoso barrio de Parque Chas, allí donde su desordenada traza hace que una calle recta termine en una curva capaz de desembocar en sí misma. Desorientados, abstenerse.

 ¡Y distraídos también! Ya hemos visto que nuestra Buenos Aires querida guarda un secreto en cada baldosa; de esos que sólo se develan a ojos bien abiertos. Porque, como reza el dicho, el que busca, encuentra. Y a sabiendas de los locuaces hallazgos, bien vale la pena emprender la más que entretenida búsqueda.

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