Curiosidades, una pulpería en el corazón de la ciudad

FOTOTECA

La visita a la Pulpería Quilapán resultó un curioso y agradable viaje hacia otros tiempos. Es un lugar con vida y mucha “argentinidad”.

Caminando por Defensa al 1300 llamó nuestra atención el interior de una casona con frente colonial: desde sus ventanas enrejadas asomaba un ambiente cálido, invitador y un suave canto de pájaros.

Franqueamos un portón de rejas que, según nos enteramos más tarde, formó parte del cabildo de Buenos Aires hasta 1715, y de allí en adelante la visita a la Pulpería Quilapán resulto un curioso y agradable viaje hacia otros tiempos. 

Tiene una pared de 1720, la más antigua de la Ciudad de Buenos Aires, un inodoro del Palacio San José de Entre Ríos y hasta una pianola mecánica de los años ’20 con su colección de rollos de la fábrica barraquense Pampa. Hay muchísimos objetos históricos y curiosidades para descubrir, fruto de un minucioso trabajo de búsqueda y rescate. “Jamás compré una sola pieza en anticuarios” nos cuenta Gregorio, el pulpero.

Funciona desde hace casi un mes, pero ponerla en condiciones y armar la pulpería-museo, cuidando cada detalle, llevó más de tres años.

Gregorio y Tatiana, llegados de Francia después de recorrer el mundo, se enamoraron de esta antigua construcción y decidieron dedicar su tiempo y esfuerzo a rescatarla, salvándola de ser demolida para edificar una torre.

“Lo que me gusta es que en esta jamás vivió una gran celebridad, fue una casa simple y humilde: un conventillo, una fundación importante donde Borges hizo una conferencia; una tintorería, un taller mecánico… una historia que es la más interesante, porque tiene que ver con esa cotidineidad”, relata Gregorio.

La obra incluyó recuperar, con el trabajo de arqueólogos y de los propios dueños, un pozo de agua oculto abajo un arbusto de glicina y mucha tierra. En la excavación salieron a la luz muchos objetos coloniales que están expuestos en vitrinas, entre ellos un soldadito de plomo del siglo XVIII, el único encontrado hasta ahora en la ciudad*.

Más allá de su interés histórico, la pulpería es un lugar con vida y mucha “argentinidad”, al punto que cuesta creer que sus dueños sean del otro hemisferio: entre la múltiples actividades culturales con entrada libre y gratuita podés participar en las peñas, clases de tango, proyecciones de cortometrajes argentino de 1910, música clásica, jazz… todo con sentido y carácter propio, como la milonga musicalizada con discos de pasta o la mentada pianola. Y no faltan las tardes de juegos y la siesta dominguera en el patio sombreado.

Las delicias típicas que podés comer ahí o adquirir en su página web (pulperiaquilapan.com) ya que ésta es “una pulpería del siglo XXI, súper conectada”, según el pulpero; son compradas directamente al productor. Otro de los objetivos de la pulpería, tanto la real como la virtual, es ser un puente entre los pequeños productores -250 hasta el momento- y los parroquianos.

La casa tiene también su costado sustentable: calientan el agua con un termotanque solar, hacen compost (para la gallina y conejos que habitan el “techo verde”) con los deshechos del restaurant, el agua para tomar se filtra desde una napa a 60 m. de profundidad y, también en el techo, un molino que genera electricidad para que recargues tu celular en la puerta.

Si querés conocer este rincón campero en plena urbe, que es también club social, la pulpería te espera con un “vasito robador”.

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