El amor y la sexualidad en el lunfardo

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Todo sobre el amor y la sexualidad en el lunfardo de Virginia Martínez Verdier.

El amor y la sexualidad en el lunfardo de Virginia Martínez Verdier

Una de las fuentes del erotismo es el estímulo auditivo. Existen -para cada individuo- palabras, frases, tonos, inflexiones de la voz, melodías, sonidos, etc. que pueden estimular o deprimir su deseo sexual. Los términos vulgares, acorde a la situación en que se apliquen pueden resultar excitantes o francamente violentos y agresivos.
Nuestro “idioma” porteño se encuentra integrado por gran número de voces lunfardas, que, habituados a ellas, solemos dar por sobrentendidas. ¿Cómo se originaron? ¿Cómo susbsistieron? Fundamentalmente: ¿Cómo se expresan en el lunfardo el amor y la sexualidad? Este trabajo introductorio intenta recorrer nuestra historia lingüística porteña, y detenerse en el erotismo de las voces lunfardas; para sonreírnos, para conmovernos, para sorprendernos y continuar creciendo desde nuestras raíces.

Historia y desarrollo del lunfardo

El lunfardo, según la Real Academia Española, es la jerga propia de la gente de mal vivir (ratero, caco, chulo o rufián). Específicamente, la palabra lunfardo significa ladrón. La palabra lunfardo actualmente se utiliza para designar tres fenómenos: el habla popular, el vocabulario de la inmigración (preferentemente la italiana) y el idioma del delito. Aunque algunos autores consideran que el verdadero lunfardo es el dialecto de los ladrones, a lo largo del tiempo se lo consideró, en sentido extenso como el habla popular de los sectores marginales.
Los primeros registros de palabras lunfardas se remontan a la última época del gobierno de Rosas, mezcladas con el español arcaico y el gauchesco. El 6 de julio de l878 el diario La Prensa publica el artículo “El dialecto de los ladrones”, que oficiaba de diccionario rudimentario. En otros países, el código del mal vivir equivalente a nuestro lunfardo, se denomina germanía en español, narquois en francés, gergo en italiano, rotwelsh en alemán, slang en inglés, giria en portugués, etc. Estas son lenguas utilizadas en fraternidades para que sólo sus miembros las entiendan.
Estos códigos, con el pasar del tiempo y al ser utilizados en expresiones artísticas populares comenzaron a ser conocidos y utilizados por los pueblos locales en general. Es así que en nuestro país y en el Uruguay, el lunfardo creció en las zonas portuarias del Río de la Plata, matizado por voces de diferentes idiomas que traían consigo los inmigrantes (español, gitano, español, italiano, genovés, francés y portugués).

Como marco histórico, recordemos que Buenos Aires aumentó su población de 286 mil habitantes en 1880 a 649 mil en 1895 y a l.500.000 en 1914. En 1895, el 60% eran inmigrantes y en 1914, lo eran el 50% de la población de la ciudad. En este acelerado y confuso cambio social, se constituyeron sectores sociales bien diferenciados: la burguesía tradicional, los sectores medios de inmigrantes con intenciones de ascenso, y grupos marginales en las orillas de la ciudad -los Corrales, Barracas, la Boca, Palermo, Nueva Chicago y Nueva Pompeya-. En distintos sectores de la ciudad se alojaron sociedades distintas, netamente diferenciadas, con sus propias culturas enfrentadas a las otras. La ciudad adquirió una fisonomía particular.
En los sectores marginales se entrecruzaron troperos criollos que llevaban el ganado a los mataderos, peones de las barracas laneras y los frigoríficos, marineros, carreros y cuarteadores. Alrededor de este heterogéneo mundo de hombres solos -sin familia, sin mujer, sin arraigo- surgieron los prostíbulos, los cafés, las pulperías, los salones de baile. Los inmigrantes marginales fueron integrándose muy lentamente a los grupos criollos tradicionales en los barrios populares o en los suburbios orilleros. Esta sociedad marginal elaboró sus propias reglas, ideales y formas de convivencia. De acuerdo con esos ideales se delinearon ciertos tipos sociales: el malevo, el guapo, el compadrito, el canfinflero, la percanta, la yira, la milonguita, el ciruja, que se sumaban a los cuenteros, las adivinas, los punguistas; todos ellos compartiendo el conventillo, con promiscuas y deficientes condiciones de habitabilidad.
Esta convivencia creó un habla -el lunfardo-, un baile y una canción -el tango- y una expresión teatral -el sainete-. Es así que el desarrollo del lunfardo fue de la mano del desarrollo del tango; ambos, nacidos en los burdeles y peringundines, se relacionaron estrechamente con la sexualidad, con lo prohibido, lo indecente, en cuna de guapos, cafishios y milongueras. Con historias de varones traicionados, de cafishios y malevos, de amores imposibles, mujeres buenas y “de las otras”, de prostíbulos, de “vicios”, de madrecitas santas, el tango fue pintando una acuarela de la primera mitad del siglo; y, con sus letras, fue manteniendo vivo al lunfardo, que fue dejando de ser un código lingüístico cerrado para formar parte del porteñismo de diversos sectores sociales.

La evolución de las letras del tango registran tres etapas bien definidas: La primera, desde l880 a l895, ofrece como única expresión la copla prostibularia, su poesía era grosera, obscena, con una fuerte carga sexual, reflejando patéticamente la vida de las orillas (la mujer como objeto de posesión y mercancía de canje, la prisión, la pelea, el delito). Estas primeras coplas, transmitidas oralmente, prácticamente no llegaron a nuestros días.

“Canfinfle, dejá esa mina!
¿Y por qué la voy a dejar?
Si ella me calza y me viste.
Y me da para morfar…”
“Cuando el bacán está en cana,
la mina se peina rizos.
No hay mina que no se espiante
cuando el bacán anda misho.”

En el segundo período, el tango fue avanzando progresivamente hacia otros barrios y gentes de la ciudad; por lo que hacia l895 comenzaron a omitirse las coplas prostibularias con cierto disimulo, pero sobrevivieron durante años en la clandestinidad:

“Quisiera ser canfinflero
Para tener una mina.
Llenarla bien de bencina
y hacerle un hijo chofer”.
“Que vida más arrastrada
es la de el canfinflero!
El lunes cobra las latas
y el martes anda fulero.”

La calle Corrientes fue terreno neutral entre la cultura marginal y la de la burguesía tradicional; este contacto comenzó a tejer sutiles hilos entre ambas (la milonguita en el cabaret, el político que contrataba guardaespaldas, el cafishio que proveía de programas al caballero distinguido).
En este mundo del Centro, los “niños bien”, asiduos concurrentes a los cabarets y a los prostíbulos elegantes también comenzaron a crear versos “non santos”:

“De L’Abbaye la piantaron
y la razón no le dieron.
Pero después le dijeron
Que fue por falta de higiene.
Pues la pobrecita tiene
una costumbre asquerosa,
que no se lava la cosa
por no gastar en jabón.
Rajá de aquí,
andáte a pastorear.
Piantá de acá
que no te doy tecor.
Y si querés volver a figurar
Laváte bien pa’ no pasar calor.”

La necesidad de disimular estas letras, y el proceso creativo del tango como danza, originó que en esos tiempos no se cantara el tango en los cafés ni en los salones. El tercer período en la historia del tango comienza con la creación de Pascual Contursi, “Mi noche triste”, en 1917. El tema del abandono en las letras de tango es mucho más antiguo que el citado tango de Contursi. Podemos observarlo en estas coplas prostibularias:

“Cacé un estrilo a la gurda
Hace cosa de unos días
porque algunos me batían
que la mina se iba a alzar…”

Contursi elevó el eterno lamento masculino a categoría poética:

“Percanta que me amuraste
en lo mejor de mi vida…
Cuando voy pa’ mi cotorro
lo veo desarreglado…
Y si vieras la catrera
cómo se pone cabrera
cuando no nos ve a los dos…”

En “Viejo rincón” (1925) con letra de Roberto Cayol podemos oir la misma queja en voces lunfardas:

“Oh! callejón de turbios caferatas
que fueron taitas del mandolión!
¿Dónde estará mi garsonier de lata,
testigo de mi amor y su traición?”

Lo mismo podemos encontrar en “El Ciruja” (l926) con letra de Francisco Marino:

“Era un mosaico diquero
que yugaba de quemera,
hija de una curandera,
mechera de profesión;
pero vivía engrupida
de un cafiolo vidalita
y le pasaba la guita
que le shacaba al matón…”

En “Araca, corazón!” (1927) con letra de Alberto Vacarezza, podemos escuchar:

“Araca, corazón, calláte un poco!
y escuchá, por favor, este chamuyo.
Si sabés que su amor nunca fue tuyo
y no hay motivos para hacerse el loco…”

En “Pompas de jabón” de Enrique Cadícamo oímos decir:

“Pebeta de mi barrio, papa, papusa,
Que andás paseando en auto con un bacán,
…Que en los peringundines de frac y fuelle
Bailás luciendo cortes de cotillón.
Y que a las milongueras, por darles dique
Al irte con tu camba batís allón…”

Una estrofa del tango “Margot”, con letra de Celedonio Flores, escrito en 1919, nos permite observar la crítica hecha a las mujeres y las voces lunfardas poéticamente enlazadas:

“Son macanas…no fue un guapo haragán y prepotente
ni un cafishio de avería el que al vicio te largó.
Vos rodaste por tu culpa, y no fue inocentemente.
Berretines de bacana que tenías en la mente
desde el día en que un magnate cajetilla te afiló!”

Lentamente, el tango, al avanzar sobre las clases medias, y al comercializarse, a través de la grabación de discos y la filmación de películas, se fue convirtiendo en tango de salón, refinado y con escasas voces lunfardas. León Mirás en su cuento “El chamuyo” nos ubica en una típica charla de café entre varones: “-La mina es regia, ustedes la conocen, vale la pena- dijo. La estoy chamuyando a fondo…¿Saben? Mi chamuyo no falla en las mujeres. A la Rosa le estoy haciendo un trabajo fino. Finísimo. Quince días, veinte a lo sumo y encamamos. No lo duden. Me corro una fija.”

Roberto Arlt, en el artículo “El idioma de los argentinos”, de sus “Aguafuertes porteñas”, hace una crítica a Monner Sanz quien había opinado que “En mi patria se nota una curiosa evolución. Allí hoy nadie defiende a la Academia ni a su gramática. El idioma, en la Argentina atraviesa por momentos críticos…La moda del gauchesco pasó; pero ahora se cierne otra amenaza, está en formación el lunfardo, léxico de origen espurio, que se ha introducido en muchas capas sociales, pero que sólo ha encontrado cultivadores en los barrios excéntricos de la capital argentina. Felizmente, se realiza una eficaz obra depuradora, en la que se hallan empeñados altos valores intelectuales argentinos.” Arlt le “retruca” considerando que los pueblos, como el nuestro, que están en continua evolución inventan palabras para expresar ideas nuevas y cambiantes: “Cuando un malandrín que le va a dar una puñalada en el pecho a un consocio, le dice: te voy a dar un puntazo en la persiana, es mucho más elocuente que si dijera: voy a ubicar mi daga en su esternón.” Actualmente, muchos términos lunfardos continúan formando parte de nuestro idioma cotidiano, pero, algunos de ellos nos resultan desconocidos aún y nos provocan una sonrisa cómplice cuando traducimos su significado.

El lunfardo y la sexologia

En un intento de entrecruzar ambos códigos linguísticos, realizaré una somera clasificación de términos lunfardos dentro de la terminología sexológica actual.

Identidad de género:

Femenino:
Bramaje: conjunto de mujeres (hembraje)
Catriela. Garaba. Grela. Mina. Minusa. Mueble. Naifa. Taquera.Yenusa: mujer.
Budín. Chuchi. Formayo. Leona. Papusa: mujer hermosa, atractiva.
Bagayo: Mujer fea y gastada por la vida galante.
Rea: Mujer de baja condición, abandonada, sucia.
Escracho. Lorenzo: mujer fea.
Paica: mujer en sentido despectivo.
Bacana: mujer mantenida con lujos.
Beguén: mujer mantenida.
Mosaico. Piba. Pebeta: muchacha.

Masculino:
Catriel. Garabo: Hombre.
Gavión: hombre conquistador.
Cajetilla: hombre que cuida exageradamente de su vestimenta y presencia.
Bacán: hombre aficionado a las mujeres, a las que mantiene. Dueño de una mujer.
Bufarrón: sodomita, Pederasta activo.
Chancleta. Chuchi. Mariposón: individuo afeminado.
Mino. Pulastro: homosexual activo.
Mishé: hombre que paga generosamente los favores de las mujeres.

Cortejo:
Apilar: emplear todas las artimañas para conquistar a una mujer.
Apuntar: enamorar.
Atracar: aproximarse con fines amatorios; arrimarse para entablar conversación.
Chamuyo: acción de hablar, especialmente con lances amatorios.
Levantar: dar conversación a una mujer para tarla.
Mariposón: individuo que asedia a una mujer tratando de conquistarla.
Programa: cita amorosa.
Pastorear: cortejar, galantear,

Amor:
Berretín: afición desmedida hacia determinadas cosas, también al amor.
Camote: enamoramiento intenso, por el que se pierde la razón.
Embalar: entusiasmarse, entregarse eufóricamente a un sentimiento.
Fato: amor clandestino.
Metedura. Metejón: enamoramiento, apasionamiento.
Reviro: pasión, entusiasmo.
Rebusque: amor pasajero, efímero.
Lora: mujer querida.
Beguén: capricho amoroso, antojo, gran entusiasmo.

Convivencia:
Arrimar: unirse en concubinato.
Enchufar. Filote: cohabitar.

Zonas erógenas:
Belín. Choto. Ganso. Guasca. Piola. Tripa: pene
Quimbos: testículos.
Cotorra: genitales femeninos externos.
Mellizos: pechos femeninos.
Orto. Upite: ano.

Relaciones sexuales:
Acamalar: acariciar.
Encamada: estar en la cama en pareja para el acto sexual.
Enchufar: poner, colocar.
Franela. Fratachar: excitarse violentamente con un compañero sexual, sin llegar al coito.
Flecha: apetito sexual.
Pajero: el que se masturba.
Pirobar: fornicar.
Pirobo: coito.
Joder: practicar el coito. Diversión.
Tragar: cuando la mujer es penetrada.
Trincada: acto sexual.
Trincar: poseer a una mujer que no es la propia.

Prostitución:
Atorranta. Carro. Loca. Pulastra. Terraja. Trotadora. Yiro: prostituta.
Copera: mujer de cabaret que recibe comisión por cada copa que hace pagar.
Caferata. Cafiolo. Cafishio. Canfinflero. Canfunfa. Caralisa. Macró. Proxeneta: Hombre que vive explotando a las mujeres.
Tirar del carro: explotar a una mujer.
Madama: regente de un prostíbulo.
Garrón: disfrute gratuito de una prostituta.
Yirar: andar en busca de hombres.
Pesebrero: sirviente o cuidador de un prostíbulo.
Firulo. Queco. Quilombo. Tambo: prostíbulo.
Lata: Ficha metálica que se usaba en los prostíbulos a modo de moneda. La prostituta se la canjeaba a la madama por el dinero cobrado a clientes. Era un sistema de control del trabajo realmente realizado.
Peringundín: sitios de diversión de moral confusa.

Embarazo:
Bombo: vientre de embarazada.
Llenar: embarazar.

Enfermedades transmisibles sexualmente:
Chincho: enfermedad venérea.
Chinchudo: sifilítico.

Vocablos generales:
Bulín: Aposento que no es lugar habitual de residencia, usado sólo para las prácticas amorosas.
Biaba: Abuso en el uso de cosméticos.
Amurar: abandonar, dejar, desairar.
Garsonié: lugar reservado para la cita de parejas.
Chipolo: bello, lindo, hermoso.
Catrera: cama.
Cotorro: habitación, aposento.

Muchos de estos términos vulgares habitualmente se utilizan en la intimidad de los amigos, de la pareja o de la familia. Algunas voces más suaves pueden oírse hoy en los medios de comunicación, en un intento de desacartonamiento de su parte; estas inclusiones de lo vulgar en lo formal hubieran sido impensadas décadas atrás. Las diferentes generaciones juveniles fueron creando nuevos códigos lingüísticos, inicialmente sólo comprendidos por ellos. “Franelear”, “chapar”, “rascar”, “transar”, son equivalentes en su significado y corresponden a diferentes épocas porteñas.
Es así como los idiomas se mantienen vivos. La mezcla de sus diversos códigos actualiza el pasado y engendra una lengua presente dinámica, siempre igual y siempre distinta. También los códigos y las costumbres sexuales son cambiantes, evolucionan acorde a los nuevos tiempos; sin embargo, realizando un viaje a través de la historia podríamos también pensar “Nada nuevo bajo el sol”.

Así, Adolfo Dallolio, nos recuerda en su Libro Evocativo de las primeras décadas del siglo:

“…Había casas de citas que no eran hoteles,
y amuebladas que servían de pasatiempo a
parejas, y la única propaganda efectiva la
daban al taxista que concurría con la pareja
por un peso con cincuenta centavos…”
“De madrugada, los calaveras hacían unas garufas
completas con sólo cinco pesos per cápita… Se
dirigían a San Fernando gozando de la fresca
viruta, donde estaban los quilombos, prostíbulos
o quecos, por $ 3, 2 y l. El de tres pesos era el
famoso Chantecler con un elemento de francesas a
cual mejor, todas muy limpias, perfumadas; y una
vez hechas las necesidades del momento, se salía
y en los alrededores estaba lleno de parrilladas
con guitarristas y cantores…”
“Los tipos de guita hacían cerrar por una noche
la casa de cita o el quilombo, donde se dedicaban
a hacer grandes orgías con sus amigos hasta la
madrugada(…). En la calle 25 de Mayo estaban los teatros
pornográficos como el Bataclán y Cosmopolita,
que comparados con los actuales eran puritanos,
puesto que hacían las delicias del público concurrente
sin caer en lo obsceno y asqueroso como hoy…”

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