El canto que no cesa

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Músicos y escritores argentinos se pronunciaban en 1963 con un manifiesto por una música popular, diversa, renovadora y de calidad.

En la ciudad de Mendoza, en 1963, un grupo de artistas presentó las bases de una apuesta ética y estética para producir y entender la música popular argentina. La mayoría era músicos folklóricos, artistas plásticos y escritores, casi todos del interior del país. Conocidos luego como el Movimiento del Nuevo Cancionero, sus creaciones marcaron una impronta que se extendió durante décadas en la música de Argentina y América Latina.

Ni cerrado ni vulgar

Armando Tejada Gómez, Oscar Matus, Mercedes Sosa, Eduardo Aragón y Juan Carlos Sedero fueron algunos de los principales impulsores de la propuesta. El objetivo: desarrollar un cancionero nacional en constante renovación, que desafiara los géneros y estilos como formatos estancos. La idea era superar la tradicional oposición entre tango y folklore; evitar lo chabacano como sinónimo de popular y hacer visible la producción y diversidad musical de todo el país. De allí la premisa: “Hay país para todo el cancionero. Sólo falta integrar un cancionero para todo el país”.

Canción que cuenta la historia

El Movimiento no apareció en cualquier momento: aún estaba en auge el “boom del folklore argentino” que se inició mucho tiempo antes propiciado por la inmigración interna. El momento era perfecto: diferentes cambios políticos y culturales en Europa y América proponían una alianza poderosa entre creatividad y voluntad colectiva. Pero lo nuevo emergía de fuertes raíces; el periodista, músico y escritor Buenaventura Luna y el músico Atahualpa Yupanqui fueron tomados como símbolos y fuentes de inspiración para el Nuevo Cancionero.
Las reflexiones del grupo se plasmaron en un Manifiesto, presentado en el Círculo de Periodistas de Mendoza, que comenzaba diciendo: “La búsqueda de una música nacional de contenido popular, ha sido y es uno de los más caros objetivos del pueblo argentino”. Pero como una de las premisas era ganar en integración regional, se planteó desde el principio la comunicación y apoyo mancomunado con todos los artistas y movimientos similares del resto de América.

Con la Patria Grande en la voz

Mercedes Sosa había lanzado su primer álbum, “La voz de la zafra” (1962) poco antes que se difundiera el Manifiesto. Ese trabajo no fue demasiado conocido, pero ya contenía la esencia de esa nueva canción que se proponía desde la Argentina puertas adentro del puerto de Buenos Aires. En 1969, con la grabación y la difusión mundial de “Canción con todos”, de Armando Tejada Gomez y César Isella, el Movimiento alcanzaría uno de sus más grandes hitos. En los años posteriores y hasta el golpe de Estado de 1976, muchos artistas se sumaron a la propuesta; entre ellos Hamlet Lima Quintana, Chany Suarez, Víctor Heredia, Julio Lacarra, León Gieco y el Cuarteto Zupay.

Vasta música y ancho tiempo pasaron en el país tras la conformación del Movimiento. Varios de sus impulsores hoy ya no están. Sin embargo no deja de ser actual ese desafío de “poner al arte, como la vida en continuo movimiento”.

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