Gas de lutitas, sin convencionalismos

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Soberanía energética e impacto ambiental, las dos caras de una misma moneda: el gas de lutitas, abundante recurso de la Argentina.

Gas de lutitas, gas de esquistos, gas de pizarras o shale gas, en lengua inglesa. Puede llamarlo como usted guste. Lo invariable en esta historia es que, más allá del rótulo de turno, este gas natural obtenido de yacimientos de lutitas (rocas sedimentarias compuestas por pequeñísimas partículas de grano fino, convertibles en rocas de esquistos y pizarras por metamorfismo -cambio de presión, temperatura o inyección de fluidos-) es de condición no convencional. ¿Por qué motivo? Por requerir técnicas de extracción más complejas, y por tanto, más caras, a las utilizadas en pozos gasíferos convencionales. Sólo que los costos no son sólo monetarios; sino que la liberación del gas de lutitas también pasa factura al medio ambiente. Y he aquí el meollo de la cuestión.

Sacar gas de las piedras

Para echar un poco más de luz al asunto, empezaremos por explicar de qué van las mentadas extracciones. En el caso de los yacimientos convencionales, su liberación se produce por perforaciones verticales. Es decir, en línea recta desde la superficie hasta las profundidades de la tierra; pues la roca que compone los yacimientos en cuestión es altamente permeable (lo que facilita el paso de fluidos responsables de la emanación gasífera). Simple, sí. Sólo que en el caso de los gases no convencionales, como ser el de lutitas, es necesaria, además, una perforación horizontal; y allí no termina la historia: a la baja fluidez de los yacimientos se suma que el gas se encuentra alojado en poros independientes. Por lo que, para aumentar su permeabilidad, es necesario romper la roca. En resumidas cuentas, fracturar el material para producir la tan anhelada liberación de gas: el llamado “fracking” o fractura hidráulica. ¿En qué consiste? En primer lugar, se entuba y se cementa la perforación (al igual que ocurre en las perforaciones verticales). Luego, ya en la sección horizontal, se introducen mínimas cargas explosivas capaces de “agujerear” el material; de modo tal que la inyección de fluidos a alta presión fracture los agujeros resultantes y permita la apertura de canales extractivos. Sí, con la consecuente emanación de gas por el pozo.

Bajo amenaza

Ahora bien, ¿dónde estaría el perjuicio ambiental de esta técnica? En el mismísimo proceso de fractura. Ya que los fluidos responsables de tal misión no son más que millones de litros de agua de pozo a los que se añaden químicos diversos, necesarios para la extracción de gas. De allí que la contaminación de napas de agua potable y sus consecuentes problemas de salud sean, por tanto, las máximas amenazas que este tipo de extracción conlleva. Amenazas que, sin ir más lejos, han devenido en numerosos casos reales en los Estados Unidos. Allí donde los yacimientos de gas de lutitas comenzaron a explotarse a mediados de los años ’70; aunque no fue hasta finales de la década del ’90 que se asentara el primer yacimiento rentable de shale gas del mundo, en Texas, de la mano de la compañía Mitchell Energy. Claro que, ante los estudios arrojados por investigadores de la Universidad de Cornell, en Nueva York, parece no haber renta que valga: la producción de gas de lutitas es capaz de generar entre un 20% y un 100% más de gases responsables de efecto invernadero que la equivalente producción de carbón. ¿El motivo? Las filtraciones de gas metano ocurridas durante el proceso.

Made in Argentina

¿Y por suelo nacional, como andamos? En diciembre de 2010, la para entonces empresa Repsol YPF informó el descubrimiento de un yacimiento de gas de lutitas en la provincia de Neuquén. Apenas la punta del iceberg de una gran riqueza subterránea. Tanto así que la planta neuquina Vaca Muerta podría satisfacer, con todo su potencial de shale bajo tierra, el consumo del país entero durante unos 400 años. Gran número gran si de soberanía energética se trata. Especialmente, considerando los costos que la importación de gas boliviano implica. De allí que las normativas para tal extracción se hubieran flexibilizado. La distancia de los yacimientos respecto a los centros urbanos, y la considerable diferencia de profundidad entre el recurso y los acuíferos parecen ser algunas de las ventajas, a nivel ambiental, de las que goza la Argentina a la hora de la producir gas de lutitas. ¿Qué si son suficientes para evitar daño alguno? El tiempo y la propia naturaleza serán quienes se encarguen de dictar sentencia. Las cartas ya están echadas sobre la mesa…o barajadas bajo tierra.

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