Humor argentino, ¡qué cosa seria!

FOTOTECA

Con personalidad propia, el humor argento es reconocido en el mundo entero. Aquí, los porqués de su marca registrada. Una verdadera panzada.

¿Alguna vez escuchó aquello de “lo tomo como de quien viene”? Pues bien, si de humor argento se trata, sepa que tal expresión no puede caberle mejor. Sea cual fuere la humorada de turno, el argentino no podrá con su ingenio, con su fama bien ganada, ni con todos aquellos lugares comunes que redundan en su estereotipo. Reo, piola, con doble sentido, irónico…porteño. ¡Menuda especie nacional! Tan ensalzado como resistido, el porteño hasta será protagonista del humor paródico de sus compatriotas, puesto que en él se enclava la típica figura de argentino que se vende a los ojos del mundo. Por cierto, a un valor para nada despreciable. Es que al humor hecho en casa no hay qué darle. A la hora de la risa, su picardía y locuacidad cotizan en bolsa.

Yo, argentino

Casi, casi rescatando el legado que el sainete y el grotesco supieron sembrar en nuestro ayer, el humor argentino no esquiva las miserias de sus protagonistas; ni tampoco su clásica viveza criolla, esa piolada típica de ganador y sabelotodo, una especie de fanfarroneo con causa. ¿O sin ella? A fin de cuentas, ¿de qué se la da el argentino si siempre anda despotricando contra el mundo? Que los políticos, la economía, el fútbol, la farándula de turno, ¡no se salva ni el clima! Pues bien, por allí pasa lo mejor del humor nacional, su marca registrada. Apela a la comedia de la vida, tantas veces cerca de la desgracia que ronda lo satírico. ¿Curioso, verdad? El argentino se ríe de sí mismo, de las ridiculeces de la sociedad que él mismo constituye, de sus sinsabores. Hasta deja el descubierto sus propios vicios casi como en un inconsciente intento de moralización. Y he allí la risita socarrona, la guiñadita de ojo; pues todos entendemos el chascarrillo de turno, sonrojándonos un poco, ufanándonos otro tanto, pero con absoluta complicidad. ¡No apto para dormilones! El humor nacional siempre tiene una respuesta a flor de paladar, filosa como pocas, recién salidita del horno, rápida como un rayo. Dicho en criollo, si a un argentino se la dejás picando, el tipo te mete un gol. Y si es de media cancha, mucho mejor.

Nacional y popular

Claro que lo dicho hasta aquí no se limita a la broma cotidiana, al chiste fácil (casi, casi el predilecto de todo ser nacional; sin olvidarnos del recurrente humor negro o el típico doble sentido). Hasta quienes han hecho historia de la buena en materia humorística supieron remar en dichas aguas. Y para ejemplo, un botón: si existe un personaje asociado a la realidad social argentina y a la por el fútbol (sobre todo, cuando el mundial calienta pantallas y corazones), ese es Clemente. Adorable criatura del gran Caloi, personaje mimado del humor gráfico, 100% no perecedero, puesto que siempre ha ido aggiornándose a los aconteceres nacionales. Otro que cortó tela de lo lindo con la redonda fue el negro Fontanarrosa, quien plasmó en el papel un humor entre absurdo y paródico, apelando a los infalibles códigos populares, tan efectivos para llegar a cuanto argentino pusiera el ojo en sus viñetas. ¿Y qué decir de la genial Mafalda? La niña que, de la mano de Quino, más que hacer historia, hizo historieta. Observando a la sociedad bajo su propia lupa, esta simpática criatura cautivó al mundo con sus reflexiones y manifiestos políticos.

Una sana costumbre

Al parecer, la acidez y la crítica sobrevuelan toda risotada. Y el protagonista, más allá de las formas y personajes de turno, siempre es el propio argentino. ¡Egocéntricos hasta para hacer humor, che! Aunque bien vale aclarar que no sólo de egos va el asunto, la sana costumbre de reírse de lo propio también habla de, muchas veces, no bailar siempre con la más bonita realidad; de agregar un poco de azúcar a ciertos tragos amargos, o una pizca de sal a algunos momentos sosos. Y en este sentido, hay humor para tirar al techo, como diría el genial Macoco. Más o menos culto, más o menos cerca de lo popular; más o menos improvisado, más o menos de manual. El humor es cosa seria, y de digno reconocimiento resultará quien sea capaz de robar sinceras y sanas sonrisas. Los fantásticos Les Luthiers son, acaso, el claro ejemplo de que la simpleza no quita imaginación, y que el humor nacional también tiene aires bonachones: torpeza, juegos de palabras y equívocos, en sintonía con la buena música, han sido las bases de un humor que ha excedido las fronteras nacionales, y con el mayor de los orgullos.

Así que ya lo sabe, ¿anda necesitando una sonrisa? Nada mejor que tomarse la vida con soda. A mal tiempo, buena cara. Pues, parafraseando a un viejo y conocido tango, ¡el que no llora no ríe! Y no hay nada mejor que llorar de la risa.

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