La ilusión Mundial de Fútbol

FOTOTECA

Cancela su agenda, inventa excusas, todo vale cuando juega la selección. El argentino vive el Mundial de fútbol en carne propia.

Argentina en época de Mundial de Fútbol es comparable a un volcán, cuya fuerza arrolladora se va gestando a lo largo de cuatro años, siendo los dos primeros de letargo, el tercero de un calmo despertar y el último de erupción total. Si bien la fiesta atraviesa fronteras, los argentinos siempre se han particularizado por un fervor incondicional, a flor de piel, tanto en eventos futbolísticos como musicales. Con la diferencia que los primeros mueven millones de individuos, mientras que los segundos colman un par de estadios.

Perfil del hincha

Todo argentino atravesado por el Mundial deja que el cronograma del campeonato rija su vida, su trabajo, su cuerpo y su mente. No hay intermediarios entre el relato deportivo y él, que no sólo es espectador sino también protagonista. Sufre cuando llora el jugador, suda cuando corre el jugador, sangra cuando le cometen infracciones al jugador. También grita cuando el árbitro se equivoca, maldice en los idiomas que conoce y los que no; besa el televisor cuando el equipo festeja un punto, hace “cuernitos” cuando el adversario lanza un tiro libre y jamás (jamás) deja de lado su cábala de fierro. Se sostiene la cabeza cuando el balón rebota en el travesaño mientras critica sin pausa al jugador que tiene entre ceja y ceja y, por supuesto, discute con quien tenga a su lado. Porque el partido se comparte, pero principalmente, se debate.

Euforia colectiva y ilusión Mundial

Al argentino le cuesta vivir este acontecimiento en soledad. Si no, ¿con quién se abrazará cuando llegue el gol? Seguro, preparará la tradicional picadita para disfrutar con familia o amigos. Esa misma que quedará en suspenso mientras suene el himno, será invadida con voracidad nerviosa durante el primer tiempo, desparecerá durante el segundo y deshabilitará el postre: imposible digerir uno hacia el minuto 85 del juego. Cuando obtenga su victoria sacará el auto del garaje y saldrá con toda la “banda” a la calle tocando bocina, con la bandera colgando de la ventanilla.

El Mundial de Fútbol en Argentina motiva patrióticamente a la mayoría de sus habitantes, les reafirma su identidad nacional, los une en causa común. Les brinda aliento en su lucha cotidiana, alivia pesares y causa alegrías; los distrae como un parque de diversiones a los niños… los colma de ilusión. Acaso, ¿Alguien puede vivir sin esperanza?

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