La vaca, sagrada y argentina

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El animal más rico en materia prima argentina, que deja en evidencia el costado insaciable del ser humano.

La vaca es el símbolo indiscutido de la tradición alimenticia argentina. Desde otra perspectiva menos sentimental pero más real, podría decirse que representa el concepto de animal-objeto, inventado y perfeccionado por el productor ganadero con el consentimiento del consumidor: la vaca sólo es valorada por lo que se obtiene de ella. Proveedora de los aportes elementales para “una vida saludable”, según la percepción nacional, tal es la función que se le ha atribuido desde los inicios de su explotación, a fines del siglo XIX.

Una “conserva” viva

Este animal herbívoro, portador de 800 compactos kilogramos, de espíritu calmo e inofensivo pero presencia imponente, es poseedor de un mecanismo único de digestión fragmentado en cuatro pasos, que le permite el total aprovechamiento de los nutrientes de las hierbas que ingiere. Esa característica le confiere, a futuro, garantía de calidad como materia prima para el procesamiento y posterior consumo del hombre.

Vida útil

La inocencia de la vaca vive un promedio de quince años, y de las 24 horas diarias que desconoce, nueve las destina a comer. Las condiciones bajo las cuales se las cría son fundamentales para lograr volumen y calidad en su producción más valorada: la carne, la leche y el cuero. Estas tres joyas constituyen el trampolín que hizo nacer y despegar a los sectores hoy mejor posicionados como “actividad económica primaria” en Argentina.

Las suma de las partes hace al todo

En la región pampeana, la Mesopotamia y Chaco los ejemplares vacunos representan más del 50% de la existencia total de ganado, mientras que los establecimientos frigoríficos se concentran en Buenos Aires, Rosario, Córdoba, Entre Ríos y San Luis. El clima propenso y la ternura de los pastos, ya sean naturales o estimulados, facilitan el engorde del ganado, al tiempo que los últimos avances tecnológicos en materia de nutrición, reproducción e higiene vienen brindando resultados de alto refinamiento.

¡A ordeñar!

Por su parte, los tambos (explotaciones de producción lechera) se encuentran mayormente en Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba, y basan su actividad en la venta de la materia prima (leche) a empresas que la transforman en sus derivados: manteca, queso, yogurt, etc.
Difícilmente podríamos imaginar un hogar argentino carente de leche. Hasta en los sectores más relegados, el “vaso de leche” es ireemplazable. Y mientras prevalezcan los fieles apasionados de la carne vacuna, por desgracia la vaca seguirá cayendo en la trampa.

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