Lunfardo, argot de tango y arrabal

FOTOTECA

Surgió durante el período de la inmigración a raíz del contacto entre lenguas diversas y se mantiene en contextos de habla popular.

“Perdoná si al evocarte se me pianta un lagrimón…” ¿Pianta? ¡Sí, leíste bien! Este, como muchos otros términos, pertenece al vocabulario que puebla el tango y que viene prestado del “lunfardo”.

Pero, ¿qué es el lunfardo?

Nos tenemos que remontar al período de la inmigración para poder dar una definición certera de este léxico, que  siempre anda llenando las frases con su estilo pintoresco y puramente localista. Lo cierto es que en un comienzo, el lunfardo fue asociado con la rufianería y la delincuencia porque eran los malevos de los conventillos quienes usaban esos términos para referirse a las mujeres, al vino o a la pelea.
Durante la segunda mitad del siglo XIX, Buenos Aires se llenó de pobladores que, en búsqueda de una forma de vida estable y preponderantemente familiar, se instalaron en los conventillos que los acogieron. Allí, comenzaron a mezclarse las lenguas de origen como el italiano, español y catalán con términos campesinos y aborígenes dando lugar a nuevas combinaciones.

¿Cómo se difundió el lunfardo?

Muchas de las palabras que diariamente usamos pertenecen al lunfardo aunque no seamos conscientes de ello. El tango y el folclore fueron los principales promotores de esta forma de expresión. ¿No escuchaste alguna vez a una señora enojada diciendo con firmeza “te quedás quieto porque si no te doy un castañazo” o a un joven arrepentido pidiendo por favor: “no me deschaven”? Percanta por “muchacha”, limpiar por “matar”, sanatear por “inventar”, berreta por “imitación”… Y así un sin número de expresiones se las debemos al lunfardo, que supo hacerse popular e instalarse en los más variados ámbitos. Muchos de estos términos pululan por las calles enriqueciendo nuestro idioma con regionalismos y recordándonos acerca de nuestra propia diversidad cultural.

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