Mateada, de corazón a corazón

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En la mateada nadie bebe por sed. El mate es solo una excusa, lo que se comparte es otra cosa.

La idiosincrasia de un pueblo no se encuentra en sus instituciones o en sus símbolos patrios, sino que se delata en los pequeños detalles de su cotidianidad. Lo importante de la mateada sucede en el espacio que hay entre un sorbo y otro. Funciona como una actividad vacía que se llena con lo que se tiene más a mano.

Definida por la RAE (Real academia Española) como “una reunión en la que varias personas se juntan para tomar mate“, la mateada es quizás la actividad que mejor refleja el carácter argentino (suponiendo que algo así pueda existir).
El extranjero atolondrado podrá pensar en la chanoyu (ceremonia del té) japonesa o en el five o´clock tea. Sin embargo, la mateada no es una ceremonia y es posible que se encuentre más cerca del vicio que de la costumbre. Lejos de la escrupulosidad asiática y del formalismo inglés, la mateada no acepta ortodoxias. En ella nada es estable o riguroso. Todo se organiza sobre la marcha.

Un purista de la mateada no será otra cosa que un quisquilloso. Su centro es el cebador, función ad hoc que, aunque suela estar reservada al dueño de casa, puede ser ejercida por cualquiera de los participantes por el solo hecho de querer hacerlo. Cebar es un acto desinteresado. A su ritmo, el cebador distribuye el mate con una equidad que rara vez aplica al resto de sus actividades. La mateada no distingue prerrogativas. Disuelve jerarquías, tiende a la igualdad y obliga a la tolerancia. Todos deben aguardar su turno y cada ración será idéntica a la otra. Además, el hecho de que todos beban de la misma bombilla tiene algo de comunión. En la mateada nadie bebe por sed. El mate es solo una excusa, lo que se comparte es otra cosa. Lo importante sucede en el espacio que hay entre un sorbo y otro. Funciona como una actividad vacía, que se llena con lo que se tiene más a mano. Acepta desde el más respetuoso silencio hasta el bullicio festivo, pasando por la discusión acalorada o la confesión intimista.

La mateada no tiene un fin específico, es un camino hacia ningún lugar. Una forma de acompañar la nada de la existencia. Si para el buen criollo el mate es el arma preferida para matar el tiempo, la mateada es su batalla contra la soledad.

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