Melchor, Gaspar… y el Santo Cambá

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El negro Baltazar no es tan sólo un Rey Mago. Santidad, devoción y un culto de raíces afros lo convierten en eje de una fe a puro candombe.

Según la mirada de la Iglesia Católica, San Baltazar fue el Rey Mago negro que, junto a Melchor y Gaspar, visitó al Niño Jesús al nacer. Acto consumado un 6 de Enero, el llamado día de la Epifanía del Señor o de los “Santos Reyes”. Ahora bien, ¿es posible rendirle culto a San Baltazar fuera de este trío en cuestión? Para el catolicismo, la respuesta es no. Sin embargo, este santo es dueño de una devoción tan particular que resulta imposible no adentrarse en sus misterios. La pregunta es: ¿Cómo nace el culto hacia esta singular figura?

Soy de aquí, y soy de allá

Hay quienes atribuyen su génesis a antepasados afro -quienes llegaran de contrabando desde Brasil-, a migrantes provenientes del Paraguay y hasta a soldados de las filas de Artigas que lo habrían dispersado rumbo al exilio de su General al Paraguay entre 1814 y 1820. También se considera que su devoción en nuestro país fue impuesta por la Curia Eclesiástica. ¿Cómo? Creando en Buenos Aires la Cofradía de San Baltazar y Ánimas, en la Parroquia de Nuestra Señora de la Piedad del Monte Calvario. Se trató de la primera cofradía de negros a nivel local y su objetivo era, allá por 1772, evangelizar a los negros esclavizados mediante una figura representativa. Tanto así que, aún disuelta en 1856, el culto al Rey Mago negro mantuvo su vigencia; siendo la población blanca aquella que tomara la posta en la zona litoraleña: este del Chaco y Formosa, noreste de Santa Fe y especialmente Corrientes.

Corrientes tiene payé

Sabemos ya que nuestro protagonista no es un santo canonizado. Entonces ¿Dónde toma cita la práctica de su devoción? En capillas o altares familiares, tal como acontece en las localidades correntinas de Saladas, Concepción de Yaguareté-Corá y la mismísima Ciudad de Corrientes; donde el barrio y homónimo parque “Camba-cua” se visten de anfitriones. ¿Por qué así llamados? En honor a los antiguos cambacuás presentes en la provincia. La etimología guaraní nos cuenta que “Cambá” significa negro y “cuá” se define como lugar, hueco o cueva. Así nacen las “cuevas de negros”, reductos casi inaccesibles para los blancos. Como si el tiempo no hubiera pasado, los devotos del hoy siguen el “ritual” de la antigua cofradía. Especialmente en la localidad de Empedrado, donde la festividad toma características propias: toque de tambores, danzas religiosas y coronación de reyes.

Oíd mortales

Infaltables en la fiesta del Rey Baltazar, los reyes y reinas son entronizados para presidir las capillas. Su deber -por lo general durante varios años de festividad- es portar el estandarte del santo durante la procesión. De túnica roja, capa amarilla, cetro y corona, permanecen sentados al momento del gran baile: la llamada zemba o charanda. De origen afroamericano, se trata de una danza propia de esta veneración. Está compuesta por siete breves cantos sagrados -sólo tres se hallan vigentes- y su ejecución logra que el espíritu del santo baje a su imagen. ¿La finalidad? Agradecerle milagros y pedirle favores. Así, hombres, mujeres, jóvenes, niños y ancianos se rinden a la deidad y el alegre ritmo de la música.

La alegría no es sólo brasilera

Precisamente, San Baltazar es considerado el patrono del baile y la alegría. Es que al ser un santo negro, es un “santo candombero”. De allí el protagonismo indiscutido del bombo: instrumento en torno al que se congrega la danza. Claro que no se trata de un bombo más. La ausencia de tambores percutidos con las manos a nivel nacional, tanto en el ámbito indígena como criollo, torna al bombo de la charanda en un inequívoco exponente de la música afro-argentina. Y, como toda práctica afro de carácter religioso, su ejecución se reduce al género masculino. Luego de ser colocarlo horizontalmente sobre una tarima, dos hombres se sientan a horcajadas sobre él para percutir un parche cada uno. Y que se venga el baile.

Así, San Baltazar se erige cada 6 de enero como claro exponente de una “religiosidad popular”. Del rito ancestral a las festividades actuales en sus más diversas formas, la reivindicación de la cultura afro y su anclaje en nuestras raíces dice presente para mantener viva la historia. Esa que no reconoce fecha de vencimiento si de alegría y tradiciones se trata.

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