Nelly Rivas, de amor y de sombras

FOTOTECA

Con 14 años, la joven que cautivó a Perón vivió cielo e infierno a instancias de una historia prohibida. Cuando el amor no es más fuerte.

Presidente de la Nación, poco menos de 60 años, un agitado contexto político y una economía en crisis. Puertas adentro, la soledad de una viudez que por segunda vez había tocado las puertas de su vida. Este era Juan Domingo Perón, allá por 1953; año en que decide levantar pulgares a una idea propuesta por el ministro de Educación: la creación de la UES (Unión de Estudiantes Secundarios). Aquella que marcaría el destino de Nélida Haydée Rivas: “Nelita” o “nenita”, como nunca hubiera imaginado, habría de llamarla el propio General.

El gusto es mío

Nacida en 1939, Nelly tenía 14 años cuando la UES llega a su vida. Nada menos que un centro recreativo comandado por Juan Perón. ¡Si hasta tenía sede en la mismísima residencia presidencial! Proyecciones de películas, canchas para la práctica de deportes y hasta las novedosas motocicletas Siam -listas para ser usadas- componían este mundillo adolescente que, cada domingo, convocaba a centenares de colegialas. Afecta al cine, y entusiasmada por la idea de conocer al General en persona, Nelly fue una de aquellas tantas concurrentes. Aunque no sería una más. Impactada por el apersonamiento de la figura presidencial, la muchacha cayó en la cuenta de que Perón también la había identificado por sobre las demás. Incluso, se acercó a ella para consultarle su opinión sobre la UES. Y, desde entonces, ya no dejarían de frecuentarse. Nelly comenzó a estar cada vez más presente, llegando incluso a integrar la comisión de Deportes que solía reunirse con Juan Domingo. Tal era su determinación y afán por estar cerca del presidente que no se sonrojó al proponerle que le enseñara a conducir la Siam. Y veloces como una motocicleta se sucedieron los hechos: en la mesa navideña del ’53, al igual que los restantes miembros de la comisión, Nelly se dio el gusto de brindar con el General.

Taza, taza… A la misma casa

Pasadas las fiestas, la muchacha fue por más. Se apareció un mediodía en la residencia, dispuesta a compartir un almuerzo y todos que vendrían. Siempre con la grata compañía de los caniches Monito y Tinolita. Ya aceptada por los pichichos, el General la invita a ya no marcharse. “Una de las habitaciones que no tenía destino, que nadie usaba y que había sido dormitorio de Evita, terminó siendo donde me acomodaron”. Supo confesar Nellly, esa que lejos estaba de querer ocupar el lugar de aquella emblemática primera dama. “Hice todo lo posible porque fuera un hombre feliz, porque sintiera que tenía una familia. Nunca pretendí competir con Evita. (…) Mi tema era él y en realidad conformarlo y gustarle resultaba mi preocupación”. Claro que la noticia cayó como una bomba en la casa de los Rivas, pero nuestra protagonista logró convencer a sus padres y la mudanza fue un hecho. Le aguardaba una vida con agenda presidencial, a tal punto que llegó a aparecer en algunas revistas de la época, fotografiada junto al máximo mandatario.

Sin retorno

Si había algo que no estaba en los planes de Nelly era el oscuro futuro político de Perón. Ese que también arrojaría sombras sobre su propia vida. “Llévate los perritos, nos vemos pronto, buena suerte”, alcanzó a decirle el comandante tras ser derrocado en 1955. Desde entonces, el nombre de su hombre era palabra prohibida, aunque si de algo no entendía Nelly era de silencios. Se declaró amiga de Perón ante las comisiones investigadoras de la Revolución Libertadora, quien no tardaría en tomar cartas en el asunto: la Policía allanó la casa de sus padres y los sometió a juicio por considerarlos cómplices del estupro protagonizado por Perón. Les aguardaba la cárcel y confiscación de sus bienes. ¿Qué ocurrió con Nelly? “Nenita, quedate tranquila. Con lo que te dejé podrás vivir un tiempo. En cuanto llegue te mandaré a buscar y así los dos haremos una vida tranquila donde sea”. El exilio apremiaba al General, quien -antes de partir- le entregó algunas joyas que habían pertenecido a Evita y alrededor de 40.000 pesos. Sustento para una huída al Paraguay que no pude ser. La muchacha fue detenida en la frontera y llevada a un Asilo Correccional de Mujeres, allí donde residían las menores que debían reencauzar su moral.

Pasarían 18 años hasta que Perón pudiera regresar al país. Allá por 1972, el ex presidente se reencontraba con su tierra y Nelly acusaba 14 años de matrimonio, los mismos que tenía cuando todo comenzó. Y como si aún fuera aquella, una vez más, no dudó: se apersonó frente a Perón y acabaron por contarse los tristes días que sucedieron a aquel forzado adiós. Fue entonces cuando, acompañada por su marido (con quien tuvo dos hijos), Nelly oyó las palabras del final: “Entenderás que es la última vez que nos vemos”. Y ya no quedaría más historia para el General y su Nelita.

Abrir chat
Hola 👋
¿En qué podemos ayudarte?