Palacio de Aguas, cuando la funcionalidad es estética

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El Palacio de Aguas Corrientes esconde una interesante funcionalidad tras su majestuosa fachada.

El emblemático edificio porteño del Palacio de Aguas Corrientes oficialmente lleva el nombre de Gran Depósito Ingeniero Guillermo Villanueva. Proyectado para alojar los tanques de suministro de agua corriente a la ciudad, su suntuosa arquitectura no logra pasar desapercibida. A pesar del paso del tiempo, sigue llamado la atención de extraños y entendidos en materia de arquitectura.

El Palacio de Aguas, entre la funcionalidad y la estética

Construido íntegramente con materiales importados, el palacio es una muestra de la arquitectura ecléctica (combinación de diversos estilos) que deslumbraba a la clase política argentina a fines del siglo XIX. Inaugurado en el año 1894, el manifiesto poderío económico que implicó su edificación generó opiniones encontradas. Gran parte de la población consideraba un “derroche” tan magnífico emprendimiento, ya que la finalidad era un depósito de aguas. Pero la suntuosidad nunca le restó funcionalidad al edificio; puertas adentro, la imponente estructura de hierro sigue conteniendo 12 tanques con 72 millones de litros de capacidad.

Obra de arte

Polémica aparte, lo cierto es que el edificio resultó ser de una gran diseño y bueno gusto. El revestimiento del Palacio de Aguas fue realizado en 130 mil ladrillos esmaltados y 170 mil piezas de cerámica importadas de Bélgica e Inglaterra. Los techos fueron montados en pizarra verde traída de Francia y entre los abundantes ornamentos de su fachada se destacan piezas de cerámica policromada, también de origen internacional. Un verdadero lujo.

La exposición

Declarado Monumento Histórico Nacional, resguarda hoy en día, además de piletones, una exposición de antiguos artefactos sanitarios, cañerías y piezas utilizadas en las viviendas porteñas de todas las épocas así como también maquetas y planos que relatan la historia sanitaria de la ciudad. Tanto desde su fachada como desde su interior, el Palacio de Aguas revela una identidad tan funcional como simbólica. Extraña combinación que lo ha convertido en una verdadera reliquia urbana. De esas en las que vale la pena detenerse para observar y comprender.

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