Carolina Muzzilli, feminismo desde abajo

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Abocada a la lucha por los derechos de las mujeres y niños, Carolina Muzzilli impulsó un feminismo sin distinción de clases.

Como si hubiera sabido de su brevedad, de su escueto existir, Carolina Muzzilli dejó una huella tan profunda como fértil. Y así logró trascenderse a sí misma. Y así logró perpetuar su lucha en cuantos tantos cuerpos y voces se hicieran eco de ella. Obrera textil, periodista, militante del socialismo, feminista sin velos ni reparos en los lejanos inicios del siglo XX, Carolina Muzzilli entregó su vida al porvenir colectivo, dando visibilidad y escucha a la vulnerada clase trabajadora, aquella de la fue activa parte. Pues, si algo la ha distinguido a lo largo de su incesante trajinar, ha sido, precisamente, el ser una más.

Mujer de honor

Familia obrera e inmigrante fue la suya, aquella que la vio asomar al mundo, a la porteña Buenos Aires en que echaría raíces, allá por el año 1889. Una hija de recién llegados más, una de tantas con carencias materiales; aunque una niña aguerrida como pocas. Primario y secundario concluidos no sin esfuerzos económicos, los estudios superiores fueron su próxima escala. Y costeados, esta vez, por ella misma. Su sueldo de costurera estaba al servicio de su cursada en la Escuela Normal del Profesorado de Lenguas Vivas. Mientras que sus ideales en constante ebullición encontraron su horma en el Partido Socialista, al que se afilió ni bien hubo cumplido los 18 años. Para entonces, ya había sido fundado el Centro Socialista Femenino, aquel en el que dio rienda a sus ideales y causas. Designada por las autoridades de la Ciudad de Buenos Aires como inspectora ad honorem de los establecimientos industriales urbanos, Muzzilli conocía de primera mano la situación laboral de mujeres y niños. Su labor consistía, de hecho, en recoger la información necesaria a partir de la resguardar legalmente el trabajo femenino e infantil. Una empresa a la que nuestra protagonista entregó cuerpo y corazón. Y sobre la que habría de recoger merecidos frutos.

Con todas las de la ley

Así fue como, tras realizar cientos de visitas a diferentes fábricas y talleres, presentó un proyecto de ley cuyo guante fue recogido nada menos que por el diputado socialista Alfredo Palacios. Gracias a la labor de Carolina y al impulso de su copartidario, la Ley 5291 sobre el trabajo de mujeres y menores tuvo sanción en el Congreso Nacional en 1907:

  • “Los menores de 16 años no trabajarán más de 8 horas por día o 48 horas semanales.
  • Las obreras gozan de 30 días de licencia luego del parto.
  • Las mujeres y los menores dispondrán de un descanso de dos horas al mediodía.
  • Se prohíbe emplear mujeres y niños en industrias insalubres.
  • Se prohíbe emplear mujeres y niños en horarios nocturnos.
  • Los empleadores deben permitir que las obreras amamanten a sus bebés durante 15 minutos cada dos horas ” 

Solo que Carolina Muzzilli no se concedía tregua, sino que batallaba en todos los frentes. Lo suyo era expandir la voz, que la realidad no solo fuera contenida por el marco de lo legal; sino que bullera hacia los oídos y la conciencia de la sociedad. Y para ello era preciso conocer, meterse en el fango de las realidades sobre las que procuraba echar luz, tal como lo veía haciendo. Por eso, hasta llegó emplearse en aquellos establecimientos cuya entrada le era negada. Todo cuanto le permitió difundir la situación de las obreras desde adentro, haciendo uso de su oficio periodístico. Pluma de La Vanguardia, brazo de prensa del partido, fue fundadora de la Tribuna Femenina, un periódico que también financió ella misma, con el dinero ganado entre telas y agujas.

Con la misma vara

Feminista sin velos ni reparos, hemos dicho. Por lo que la defensa de la mujer y sus derechos no solo se limitaba para ella a la situación laboral; sino también política y social, incluyendo el derecho al divorcio. Partícipe del Primer Congreso Feminista de 1910, organizó  junto a Julieta Lanteri (¿la recuerda?) el Primer Congreso del Niño en 1913. Claro que Carolina Muzzilli tenía una particularidad entre las suyas, una existencia sin consagraciones ni altos rangos. Siendo la mayoría mujeres universitarias, era ella una dirigente obrera, aunque vaya si eso significaba. Especialmente, su visión sobre el feminismo: “Yo llamo feminismo de diletantes a aquel que sólo se interesa por la preocupación y el brillo de las mujeres intelectuales… Es hora de que el feminismo deportivo deje paso al verdadero, que debe encuadrarse en la lucha de clases (…) Abomino de la humildad por el simple motivo de mi apoyo a quienes exigen bienes que les corresponden simplemente por vivir en un país donde se recita que «todos son iguales ante la ley»”.

Sí, todos somos iguales. ¿Suena simple, verdad? Sin embargo, fue en esa afirmación tan cierta como tantas veces obviada que Carolina Muzzilli depositó el esfuerzo, la lucha y las convicciones de una vida entera, intensa, eterna. Producto de una tuberculosis, dijo adiós un 23 de marzo de 1917, con apenas 27 años. La llama de su juventud sigue acaso viva hasta nuestros días e incluso los que vendrán, el largo camino de una causa que si algo desconoce, es de caducidad.

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