Pepe Biondi y ¡Patapúfete!

FOTOTECA

Humorista de raza y formación a quien, un comienzo como quien dice “a los golpes”, lo llevó a un crecimiento y reconocimiento sin igual.

Partiendo del humor, pasando por las volteretas y las cachetadas, Pepe Biondi fue, a través de su imagen, gestando una impronta de cómo debía hacerse un espectáculo cómico de la mejor manera. Dejó un legado incalculable, no solo porque nadie puede resistirse a la risa cuando disfruta alguno de sus sketches sino porque también rescata que para el humor solo basta el gesto y la palabra.

Un duro comienzo para un exitoso final

Su historia lo ve envuelto en varios duetos de más o menos trascendencia. Cuando niño hasta sufrió golpizas de parte de quien se proponía como mentor, un payaso acróbata llamado Chocolate. Pero supo hacerse a un lado a tiempo y no paró hasta imponer su propia idea de cómo debería ser un espectáculo circense. Primaron entonces las volteretas y las acrobacias que cautivaron sobremanera al público. Se instaló con este tipo de humor junto a Dick, un inmigrante de origen ruso que sería su aliado por 23 años. Pero un accidente sufrido en Chile, lo llevó a modificar esas vueltas en el aire por graciosas cachetadas y así marcó una nueva forma de presentación artística.
Quizá su éxito más rotundo lo alcanzó cuando, durante 1961, le fuera otorgado por Canal 13 el horario central para su show, “Viendo a Biondi”, que logró una alta repercusión popular por su cualidad de humor transparente, inocente y predominantemente payasesco. María Inés Andrés era la directora de este programa que se emitía los viernes a la 21.30 y duraba media hora. Un importante elenco formaron ese éxito que llegó a medir 66.2 de raiting: Delfor Medina, Mónica Grey, Gladis Manzini, Jaimito Cohen, Luisina Brando y el cubano Pepe Díaz Lastra.

El payaso de la mirada triste

José “Pepe” Biondi, era calvo y para ponerse en clima de payaso, usaba pelucas. Llegó a convertirse en guionista de sus propios sketches y si hay algo que tenía bien claro, era qué quería transmitir con sus presentaciones. El juego constante con la voz, las miradas y los gestos, lo hacían único, como también el manejo constante de las palabras que tenían también protagonismo en su forma de humor. “Pepe Caramelo”, por ejemplo, era un personaje creado para “estar de boca en boca”. Velocidad escénica, presentación mediante el ritmo y cierto porte fueron un poco innatos pero también dotes provenientes de lo aprendido durante su primera juventud. Su vínculo con los actores del teatro de variedades lo llevó desarrollar rutinas. Estas son acciones en las que los actores van incorporando gags como el golpe o la cachetada. Trabajó con estas formas en el Circo del Jardín Japonés, pasó por el Cabaret -donde tuvo que haberse visto modificado su carácter humorístico- y llegó al Patio de México para luego consagrarse en Cuba, donde nacería el verdadero “Pepe Biondi” cuando ganó, tras su separación de Dick, un espacio individual dentro de la televisión.

Lo que Biondi nos dejó

Pepe Galleta, Pepe Curdélez, Pepe Estropajo, Pepe Luí, Narciso Bello y el resto de los personajes que engendró en Cuba, así como también frases y palabras como “Patapúfete” llegaron a Argentina en 1959 cuando censuraron su humor en el país centroamericano. Esta forma de representación tuvo que readaptarse al humor argentino puesto que lo parámetros para la risa suelen ser muy locales y no tuvo, en un primer momento el impacto esperado. Sin embargo, con un poco de intervención en sus guiones empezó a ganar prestigio y carcajadas. El uso de la rima tomó protagonismo y todos rieron al ritmo de “Soy Pepe Galleta, único guapo en camiseta” o “Pepe Estropajo, le tiene alergia al trabajo”. Sus programas televisivos los hacía en vivo ya que nunca pudo abandonar el gusto por el contacto con el público y ni siquiera cuando estuvo a punto de morir abandonó la risa. “Casi no cuento el cuento”, comentó luego de someterse a una operación en Estados Unidos.

A Pepe Biondi le gustaba de hablar para que los niños pudieran reír pero su público no solamente se centró en ellos. Todos disfrutaban con sus juegos de palabras, sonrisa y gesto permanente. ¡Qué suerte si pudiste disfrutarlo parroquiano! Y sino, no te pierdas de ver hoy sus morisquetas que demuestran que no tanto se necesita para hacer buen humor.

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