Por su propio Peso

FOTOTECA

La historia del Peso y su simbología cotizan en bolsa para curiosos y entendidos. Aquí, el compilado de una evolución que no tiene precio.

De bolsillo a bolsillo y de mano en mano. En las billeteras argentinas y hasta en las de algunos países americanos. Con más o menos ceros, en billete o en monedas. El peso tiene una historia de peso. Esa que lo ha hecho viajar desde las arcas españolas hasta el vecino kiosco del barrio. Claro está, metamorfosis mediante. En estas líneas, una recorrida por la historia de este vil metal.

Realeza mundial

Su origen se remonta a la reforma monetaria española de 1497, la cual dio luz al llamado Real de a ocho. Moneda con un valor de ocho reales que, incluso, llegó a ser fraccionada en ocho trozos para obtener de ella un cambio más chico. Entera o en partes, el Real de a ocho no tardaría en atravesar fronteras. En el epílogo del siglo XVIII, el alcance de su circulación fue tal que se convirtió en la primera divisa de uso mundial. ¡Si hasta fue la primera moneda de curso legal en Estados Unidos! Las colonias españolas de América y Asia la veían pasar de transacción en transacción. Mientras que a las colonias inglesas no les quedó más remedio que utilizarla: tanto escaseaban las monedas británicas que los ingleses llegaron a estampar la imagen del Rey George III sobre la ya casi universal moneda española. Si hay carencia, que no se note…

Haciendo la América

El Real de a ocho asomó de España hacia el mundo, pero antes de circular por los mercados internacionales debía ser moldeado en tierra americana ¿La razón? Los enormes yacimientos de plata descubiertos en México, Perú y Potosí (actual Bolivia). Así, en 1535, la Corona española funda la primera Casa de La Moneda de toda América. Más precisamente, en México. Donde se acuñó por primera vez el famoso Real o Peso fuerte. ¿Por qué así llamado? Porque con sus 27 gramos y un 92% de plata en su composición, el Peso valía su “peso” -propiamente dicho- en el metal del que estaba hecho. Desde entonces, millones de monedas se acuñaron en suelo americano. Las cuales eran transportadas a granel hacia la Madre Patria. Toda una tentación para piratas y corsarios de mar.

Con la banda cruzada

Claro que la herencia española en nuestra moneda no se limita sólo a su nombre. Es que el símbolo grabado en aquella poderosa moneda fue el punto de partida del signo pesos que hoy conocemos. Se trató nada menos que del símbolo de armas español, en el cual se representaba a las Columnas de Hércules entrelazadas por un listón en forma de “S”. Originalmente, las dos Columnas de Hércules simbolizaban para España el límite del “mundo plano”, por lo que la inscripción de tal listón en el símbolo de armas original fue Non Plus Ultra (“y nada más”). Sin embargo, la conquista de América dejó al descubierto que sí había algo más allá. Por lo que, tras tal acontecimiento, el listón grabado en las monedas cambió su leyenda primitiva por la expresión Plus Ultra: “Y más allá”.

Peso pesado

Sin embargo, si pensamos en la doble columna y el listón, el símbolo del Peso resultante debería tener dos líneas verticales. Tal como ocurre con el signo del Dólar. Herencia real y para nada extraña si consideramos la mencionada vigencia del Peso en los Estados Unidos. Incluso, hasta 1857 un Peso español equivalía a un Dólar. ¿Cómo pasamos entonces al cotidiano y familiar signo del Peso con una sola línea vertical? Fue casi de apuro. Sí, en el afán de abreviar la palabra Peso se dio paso a las siglas “ps”. Luego la “s” se deslizó sobre la “p”; quien escondió su “panza” y se redujo a una simple línea. Así, el nuevo signo “$” comenzaba a desfilar por las correspondencias comerciales de fines de 1700. Especialmente entre la Norteamérica británica y el vecino México, quien aún utilizaba el Peso Español. Y lo cierto es que poco cambió el asunto tras la independencia de la América española: el Peso se mantuvo como moneda básica. La adopción de diferentes sistemas decimales hizo que algunos países modificaran su nombre. Mientras que otros, como Argentina, mantienen la tradicional denominación. Esa que, sin dudas, tiene su propio peso.

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