Pulpería Quilapán, el viejo almacén por Fondo de Olla

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Grégoire y Tatiana abrieron esta pulpería el año pasado, en una casa con mucho encanto, donde se respiran aires de campo en plena ciudad.

Su nombre hace honor a los viejos almacenes que funcionaban también como centros sociales en la Argentina. Y no es solamente un rótulo, Pulpería Quilapán invita a compartir, pasar un buen rato comiendo, bebiendo y escuchando música. La propuesta gastronómica es bien “argenta” y acotada, ideal para espíritus indecisos. De entrada, provoleta, tabla de achuras o empanadas fritas, contundentes y jugosas (las de hongos y las tucumanas son exquisitas).

Como platos principales, hay carnes hechas en el enorme horno de barro (desde jabalí hasta ojo de bife), ñoquis caseros y platos a la olla de fundición, como el locro.

Para beber, vinos de etiquetas no convencionales, cerveza artesanal y aperitivos. Y de postre, flan o budín de pan. Además, de martes a viernes hay un “Menús Obreros” (uno a $ 120 y otro a $ 220), que valen la pena. También ofrecen picadas para pasar la tardecita en el patio colonial, junto al aljibe y entre paredes de ladrillo sin revocar. Si hace frío, los ambientes interiores son muy amenos. Sus dueños, entusiastas de la cultura de nuestro país, organizan eventos como catas gratuitas de vinos (solo con reserva previa), y noches de música en El Morocco, escondido en la parte trasera del local.

Como si todo esto fuera poco, hay un almacén con productos nacionales de todas las provincias, con cervezas, vinos, dulce de leche, embutidos y quesos, entre otros productos.

El toque francés se nota en la buena organización, la atención cordial y los detalles cuidados, pero por lo demás en el ambiente se respira un aire porteño de antaño. Ir a Pulpería Quilapán es como viajar a otra época y sentirse a gusto en ella.

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