Sacando brillo

FOTOTECA

Limpiar es una obligación. Cómo hacerlo, una elección.

Hace 30 años, la limpieza del hogar se resolvía con lavandina y polvo limpiador, dos productos que siempre se caracterizaron por su alta efectividad y accesibilidad para todos los estratos sociales. Con el producto líquido de alta concentración se repasaban las superficies ligeramente sucias y con el polvo corrosivo se removían las costras más rebeldes. Los pisos de madera se trataban con cera y las vidrios se limpiaban con agua, detergente y papel de diario. La ropa se lavaba a mano, con tabla de madera irregular y jabón blanco. Tampoco había pañales, toallas ni pañuelos descartables, sino que todo se reducía a la tela. Sin embargo, con tan poca ciencia y mucha voluntad, los hogares lucían resplandecientes.

Expansión mercantil

El crecimiento de la industria, potenciado por la revolución del marketing y la tecnología, ha situado al hombre moderno frente a góndolas sembradas de productos de limpieza destinados a cientos de usos diferentes. Y también a opciones multiuso. Ya no se trata de elegir un producto para cada ambiente de la casa, sino de evaluar cuáles se adaptan a las características y la funcionalidad del  propio hogar. Sin descuidar la economía, por supuesto.

Tarea de inteligencia

Aunque, heroicamente, la lavandina siga vigente, fue perdiendo terreno con la llegada de una avasallante gama de productos para el baño y la cocina: autobrillo, antigrasa, antibacteriano, antihongos, desinfectante, etc. El mismo efecto multiplicador se percibe en la oferta de productos para superficies: piso tarugado, madera virgen, cerámico, azulejo, mueble, losa, mosaico, acero inoxidable, teflón, etc.  Con tapa o gatillo, con o sin fragancia, con o sin color. Grande, mediano o pequeño, y en distintas presentaciones: polvo, líquido o crema. Seleccionar productos de limpieza hoy implica un gran trabajo de logística.

Aroma a hogar

Y si de aromas hablamos, ha surgido innumerable cantidad de fragancias que son “disparadas” por artefactos colocados en rincones estratégicos de la casa. Afortunadamente, las últimas innovaciones no han podido opacar los aromas que emanan las costumbres y tradiciones hogareñas: el olorcito a puchero, a pomada de zapatos, al apresto del planchado, al arroz con leche recién hecho,  al jazmín del fondo.

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