Trucha con salsa de limón, auténtico sabor austral

FOTOTECA

Desde las aguas de Tierra del Fuego, la trucha es una verdadera reliquia de la cocina nacional. Aquí, la simple receta de un alto plato.

Nada más y nada menos que 300 kilómetros de costa fluvial, y otros 300 de lagos y lagunas, son los que aguardan en la austral provincia de Tierra del Fuego. Y allí, habitando sus aguas oscuras, la vedette más codiciada por todo pescador que frecuente aquellos pagos: la trucha. Así es. Esta isla “colgada” del continente resulta ser uno de los mejores sitios del mapa para capturar al tan deseado pececito. Aunque, para decir verdad, de diminutivo tenga poco y nada. ¡Ya me lo contará usted en la sobremesa de este platazo!

El que busca, encuentra

¿Ya le dieron de ganas de tomárselas con caña y todo? Paciencia…la temporada de pesca se extiende desde noviembre hasta abril. Período en que la latitud de la Tierra hace lo propio y el sol parece perpetuarse en los días. ¡Mire si tendrá larga espera a la captura de una truchita! ¿Dónde? Para ser más específicos, y que tenga éxito asegurado, aquí van algunos sitios estratégicos. Si usted ha optado por la ciudad del fin del mundo, el gran lago Fagnano y sus ríos afluentes -el Claro, Milna, Tuerto y Valdéz-, así como el lago Escondido, son las mejores opciones que ofrece Ushuaia a la hora de la pesca. Una trucha de tres o cuatro kilos, palo y a la bolsa…o caña y al canasto. Lo cierto es que, para los más pretenciosos, el norte de la isla fueguina ofrece ejemplares más “polenta”. Así, la localidad de Río Grande asoma en la geografía austral argentina como la puerta de entrada al universo de los salmónidos. Familia a la que pertenece nuestra protagonista de la fecha. Considerada “Capital Internacional de la Trucha”, Río Grande ofrece a los más desafiantes pescadores las solitarias márgenes de sus ríos dulces, los inclementes vientos y el indiscreto frío que, sin ningún tipo de pudores, se filtra entre las más abrigadas ropas. ¿Algo más? Sí, truchas de las buenas.

Ninguna truchada

¿Qué variedades merodean la zona? La trucha marrón, la arcoiris y la fontinalis copan la parada. Sin embargo, cada cual atiende su juego. Es que, según se dice, donde habitan unas ni asoman sus narices las otras. ¡Estas sí que saben separar las aguas! Tomá mate. Y que sean unos cuantos. En especial, si apuntamos a la figurita difícil de los serpenteantes ríos isleños. La codiciada trucha de mar. Potente y percherona, esta buena moza de carne rosadita ha sabido ir y venir hacia las aguas del Atlántico para hacerse la panzada con su abundante oferta alimenticia. Así, el regreso a su hogar natural siempre la encuentra con unos kilitos de más y una generosa contextura. Lo que, por cierto, le hace agua la boca a más de un pescador. ¿Será usted el próximo, estimado parroquiano? Desde las cocinas de Río Grande, una receta para que no se quede con las ganas.

La posta de la trucha

Por porción:

  • Una trucha al plato
  • ½ limón
  • Crema de leche (150 gramos)
  • ½ cucharada de fécula de maíz
  • Sal y pimienta a gusto

En primer lugar, preparar una salsa con la crema, sal, pimienta y limón. Espesar con la fécula de maíz y cocinar por 5 minutos. Una vez lista la salsa, cocinar la trucha en una plancha caliente, por aproximados 3 minutos, de cada lado. Cubrir la porción de trucha con la salsa y acompañar con puré mixto o papa al natural. ¿Algo más? Claro que sí: un buen vino blanco y… ¡a la mesaaaa!

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