Antoine de Tounens, el Rey de Patagonia

FOTOTECA

Es la historia poco conocida de un hombre francés, iluminado, soñador, megalómano y aventurero: Rey de Patagonia y Araucania.

“Buenas, buenas. Siéntese, venga; pase que le cuento. ¿Usted sabe acaso quién soy yo? Mi nombre es Orélie Antoine de Tounens, el rey de Patagonia y Araucania”.

Así podría haber comenzado a narrar su historia el Rey de la Patagonia si acaso estuviera acá con nosotros. Su voz no está pero sí su legado del que ahora les hablaré.

Un abogado campesino

Era el número ocho de una familia francesa campesina. Nació el 12 de mayo de 1825 en en el pueblo de Tourtoirac, en Dordoña, Francia. Amante de la geografía, había leído unos cuantos libros sobre América como Los viajes de La Pérouse, d’Umont d’Urville o el poema épico La Araucana, del conquistador Alonso de Ercilla traducido al francés por Voltaire. Se recibió de abogado y fue procurador del distrito de Périgueux. Llevaba varios años en el ejercicio cuando un día se aburrió. Se aburrió de Francia, del derecho y de la vida que llevaba. Y se le ocurrió vender todos sus bienes en 1857 para ir a la conquista de la Patagonia y de la Araucania.

Un Franchute en los andes

El 28 de Agosto de 1858, teniendo 38 años, llegó al puerto de Coquimbo, a 400km al norte de Santiago de Chile con 25000 francos. Luego de aprender a hablar español (¡pucha!, no le costó tanto), se relacionó con las logias masónicas de Valparaíso que le permitieron definir el territorio desde el cual iba a iniciar su afiebrada “labor imperial”. Su propósito era crear una monarquía constitucional ya que Chile y Argentina no habían consolidado sus territorios. Seguramente faltaba un rey para juntar a todos los caciques contra los nuevos conquistadores. Su sueño (territorial) incluía los grandes territorios desde el río Bío-Bío por el norte, el océano Pacífico por el oeste, el océano Atlántico por el este y el estrecho de Magallanes por el sur. Envió una carta al gobierno francés de Napoleón III, pidiendo que enviara 50 millones de francos, 5 a 20 mil soldados, un barco de guerra, y otras ayudas para combatir. Todavía no ha llegado la repuesta.

La fundación del reinado y su amigo, el Cacique Quilapán

En 1860, se encontró al cacique Quilapán, que lo ayudó a reunirse con los otros caciques. El Reino de Araucania y Patagonia fue fundado el 17 de noviembre de 1860, en una Asamblea Constituyente conocida como Futa Kolloj. El evento contó con la participación de más de 3000 delegados mapuches y de otros tantos pueblos indígenas. Orélie Antoine proclamó : “Uds. están divididos en tribus independientes en torno de estados centralizados. Haced de mi el rey y yo reuniré todas las fuerzas de la nación araucana!… Como rey de Araucania y Patagonia yo hago el juramento de mantener sus fronteras sobre el río Bio-Bio y de expulsar a los colonos de la ‘Tierra’. Gritad conmigo: Viva el Rey!”.

Durante la asamblea se aprobó la Constitución (escrita en Francés) y lo eligieron a él, Orélie Antoine de Tounens, rey de Patagonia. Los caciques lo aceptaron debido a que en él veían el símbolo de la resistencia frente al Estado. También se dejaron llevar por una leyenda mesiánica que decía que la guerra y la esclavitud terminarían el día en que llegara un hombre blanco a la región. Orélie eligió como ministro de la guerra del reinado a su gran amigo Quilapán. Investido de tan alto rango, viajó a Santiago para exigir el reconocimiento del nuevo reino a las autoridades internacionales. Podemos imaginar la cara de sorpresa del presidente de la República, don Manuel Montt quien rechazó tan descabellada solicitud. Aún así, se enviaron las buenas nuevas al resto de las tribus mapuches para que se unieran al nuevo reino y se hizo lo propio con Francia y Chile. A pesar de que la invasión chilena y argentina se produjo, la legalidad del Reino constitucional sigue indiscutiblemente vigente.

De la aventura a la tragedia

En 1861, el nuevo presidente de Chile, José Joaquín Pérez ordenó el arresto del Rey de la Patagonia por conmoción al orden público. El coronel Cornelio Saavedra salió en su búsqueda. Luego de una ardua persecución por selvas y llanos, un criado traiciona a Orélie y es detenido en Los Ángeles, procesado y encerrado en un manicomio en 1862. El cónsul de Francia, con el cual Orélie había hablado en el barco cuando llegaba a Argentina, logró su liberación con la condición de que regresara a Francia.

Cuando volvió, luego de 9 años, la situación en la Araucanía había cambiado. El Estado chileno había decidido acelerar sus planes de ocupar el territorio y dominar a los indígenas. Es así como los caciques que antes lo habían apoyado, vieron reducidas sus fuerzas. No tuvo la acogida esperada y Saavedra puso nuevamente precio a su cabeza, por lo que decidió trasladarse a Buenos Aires, llegando allí en julio de 1871. Su extraña aventura americana había terminado en el más completo descrédito, por lo que volvió a Francia. Dos veces más re intentó regresar a América, en 1874 y 1876, pero solo llegó hasta Argentina, siendo forzado a retornar a Europa. Instaló su Corte Real en un departamento en París, donde recibió a los curiosos junto a sus ministros. Estos, a cambio de títulos de nobleza de la Monarquía Araucana, financiaban su vida de Rey en el exilio. Al final de sus aventuras sus amigos terminaron por conseguirle un modesto empleo municipal.

¡Viva el rey!

El 17 de septiembre 1877, el Rey de Patagonia murió en su pueblo de Francia sin herederos directos. La sucesión de su titulo real aún es reclamada ya que la constitución redactada al momento de su asunción autorizaba la herencia de forma oral.
Los mapuches, sometidos a la discriminación cultural, económica y socia, continúan luchando contra la injusticia de un “acuerdo” que les fue impuesto por la fuerza. Siguen demandando la reivindicación de los derechos fundamentales: justicia, libertad, derechos sobre la tierra y autodeterminación. Su reclamo es frecuentemente respondido con represión y violencia.

El rey de Patagonia existió y su historia real nos da ganas de soñar y de imaginar el futuro siempre con más libertad, fantasía y orgullo.

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