Aqüidar, el recurso del futuro

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Producir peces y vegetales a mínimo uso de agua, sin agroquímicos ni daños medioambientales es posible. Aqüidar tiene la fórmula.

 

¿Creería usted que es posible una agricultura libre de agroquímicos, que apenas demande un 10% de agua de la que suele utilizarse y sin dañar el medioambiente? La respuesta es sí. Y nada menos que el argentino Pablo Pesalaccia arribó a tal conclusión para dar vida a un emprendimiento único: Aqüidar. En un preciso y efectivo juego de fonética, a cuidar, sí. La tierra, el aire, los recursos, nuestra propia alimentación. ¿De qué manera? Peces y vegetales mediante, en sana y fructífera convivencia, bajo el llamado sistema de acuaponía. Siendo Pablo todo un pionero en el asunto sobre suelo nacional; la cabeza de un proyecto productivo, sustentable y educativo que, por sobre, todo, enciende luces y esperanzas a futuro.

Una cuestión de sinergia

Porque primero lo primero, ¿de qué hablamos cuando hablamos de acuaponía? Se trata de un sistema que fusiona la acuicultura (producción dirigida de peces, moluscos y algas ya sea en agua salada o dulce) y la hidroponía (método de cultivo vegetal en el que no se utiliza tierra sino soluciones acuosas o sustratos estériles tales como arena o grava, provistos de nutrientes). Así pues, en el caso de la acuaponía, el sustrato de las plantas cultivadas no es más que el agua en la que se desarrollan los peces. Un sistema dual que permite a su hacedor la simultánea producción de proteína animal y vegetal. ¿De qué manera? En primer término, es preciso contar con un estanque o contenedor en el que efectuar la cría de peces. Como segundo, una bomba capaz de transportar el agua hacia los cultivos de raíz flotante. ¿Acaso las raíces podrían flotar directamente en el agua donde habitan los peces? No precisamente, pues en dicho caso los peces habrían de comerse las raíces. Un infortunio que Pablo Pesalaccia  vivió en experiencia propia. Por lo que el agua debe llegar al lecho de las raíces mediante un sistema de tuberías. El caso fue que, una vez ajustado el detalle, el beneficio no ha dejado de sorprender a su alma páter: el agua que circula por las tuberías es siempre la misma. Y he aquí el quid de la cuestión: la absorción de nutrientes de parte de los cultivos produce un filtrado natural del agua, liberándola de amoníaco; por lo que puede ser reutilizada, volver a convertirse en “hábitat de los peces”. ¿Y cómo es que el agua está provista de nutrientes? Pues, acción bacteriana mediante, ellos no son ni más ni menos que los desechos producidos por los peces. Redondito, redondito, sí. Y sustentable a más no poder.

Naturaleza nada más

Marchando sobre rieles en los bonaerenses pagos de Marcos Paz, Aqüidar funciona desde 2014 no solo con afanes productivos, sino que cuenta con un espacio abierto a la educación, para tanto grandes como chicos se acerquen, indaguen y aprendan sobre el proceso. Y vaya si hay para ver. Con una capacidad de 5 mil plantas mensuales, tal vez lo más asombroso resulte uno podría tomar un vegetal y comerlo directamente sin ningún tipo de problema. Y la raíz de tanta salubridad se encuentra precisamente bajo agua. Pues de la calidad de alimentación de los peces dependerá también la de los nutrientes. Todo cuanto exime a los cultivos de fertilizantes e incluso de pesticidas. A saber: lechuga, acelga, rúcula, perejil y más. Por el lado de los peces, las especies Tilapia del Nilo y Red Florida. Aunque las truchas también son muy aptas para el sistema, en tanto soportan una convivencia concurrida con otras de su especie. Lo que se dice, equilibrio puro entre el arriba y el abajo. Aquello en cuanto, Pablo Pesalaccia tiene su buen camino andado. Pues, aunque hombre de “pampas” (cursó la carrera de Técnico Agropecuario en Tres Arroyos), vivió casi dos décadas en la esteparia Península Valdés. Más precisamente, en Puerto Pirámides, donde la vida marina abunda pero los suelos dan poco y nada. Entonces… Eureka.

La necesidad tiene cara de hereje, dicen. O quizá de genio. Pues fue precisamente aquel procurar de los vegetales que el suelo de turno le mezquinaba lo que llevó a Pablo a recurrir a la hidroponía para hacerse de sus propias verduras. Y el presenciar la mezquina recompensa hacia los pescadores por su “cosecha” cuanto lo impulsó a producir pescado sin intermediarios. Fue aquella la semilla Aqüidar, sí. Fue la falta, el precisar, el revalorizar, el proteger, el no desperdiciar. La abundancia en la carencia, el no derroche aún en la abundancia. La tan simple y a la vez compleja ecuación a futuro. La acuaponía, esa variable cada vez más despejada. Y de manos de Aqüidar, ya puesta en marcha.

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