¿Boludo? Sí, y a mucha honra

FOTOTECA

¿Coraje, viveza o zoncera? Esa es la cuestión a la hora de entender de qué va ser boludo. A decir de la historia, es una cuestión de bolas.

¿Por casualidad, en algún momento de su vida, ha sido destinatario de un sonoro y rimbombante “boludo”? Pues déjeme decirle que, más allá de las intenciones escondidas en el emisor de turno, puede sentirse completamente honrado. ¿Cómo? Sí, sí. Léase estas líneas y verá que, más que “hacerse el boludo”, se enorgullecerá de serlo.

Pasado de bolas

Buceando en cuestiones etimológicas, el asunto no parece demasiado claro. ¿Qué significa la palabra boludo? Y ¿cuál es su raíz? Veamos, la voz “bola” proviene del latín bulla, término que hace referencia a cualquier objeto redondo de carácter artificial. Ahora bien, si a “bola” agregamos el sufijo “udo”, el cual, al ser aumentativo, indica abundancia… ¿a qué conclusión llegaríamos? ¡Pues a que los boludos tienen sobradas bolas! Lo que se dice, testículos grandes ¿Y ahora qué me dice? Como verá, el tamaño no es cosa de guapos; sino de boludos. Aunque si de coraje y valentía hablamos, o sea, de “poner huevo”; bien debo decirle que no hay quien le gane a un buen pelotudo. Así, al menos, lo indica la historia nacional.

Ningún boludo

Y aquí comenzamos a desentramar la versión criolla sobre el origen de los boludos y el por qué de tal calificativo. Tarea para la cual debemos remontarnos un par de siglos atrás y sumergirnos en la bravura de las guerras independentistas. Imagínese usted, toda la artillería española, con bombos y platillos, frente a nuestro gauchaje y su sola valentía: allí iban los pobres gauchos, en nombre de la patria, con sus facones y rudimentarias lanzas. Mire si habrá sido peludo el duelo, que mientras los realistas protegían su pecho con corazas, los locales asomaban los dedos de los pies por fuera de sus botas de potro ¿Desigualdad fulera, no? Más bien que sí. Por lo que, a falta de vanguardia bélica, no quedaba más que recurrir a la estrategia. Y así lo han hecho nuestros hombres, quienes presentaron batalla alienándose en tres filas: la primera, constituida por portadores de grandes pelotas de piedra, los “pelotudos”; la segunda, integrada por empuñadores de lanzas, los “lanceros”; y la tercera, por quienes se armaban de boleadoras, los “boludos”. Así las cosas, los pelotudos iban al frente arrojando piedras a la caballería y provocando la caída de equinos y jinetes -lo que generaba un verdadero efecto dominó-; los lanceros clavaban sus armas a los caídos; y los boludos remataban a los heridos con sus boleadoras. ¿Vio que no eran tan boludos? Esperaban a que el enemigo estuviera en las últimas para aparecer en escena. Aunque, hablando de bolas, los pelotudos sí que han guapeado y de lo lindo. ¡Ellos sí que las tenían bien puestas!

Ser pelotudo y morir en el intento

¿Cómo ha sido posible que tal alentador y halagador término haya sido capaz de mutar su significado, adquiriendo una connotación completamente opuesta? Parece que todo empezó allá por 1890, cuando un Diputado Nacional manifestó que no había que ser pelotudo, aludiendo al hecho de ir al frente cual “kamikaze”, sin importar consecuencias y exponiéndose a que acabaran con uno. Algo así como, no ser tan “gil” como para…De modo que una nueva acepción para el término “pelotudo” entraba en danza para la sociedad argentina. ¿Ser pelotudo es ser valiente, aguerrido, corajudo? Sí. ¿Ser pelotudo es ser un perejil de aquellos? También. Vaya a saber por qué esta segunda opción es la que ha perdurado en el tiempo, la que ha encontrado más eco en nuestro mundillo cotidiano. Y vaya a saber por qué se ha adosado a tal calificativo, como si de sinónimos se tratara, al popular “boludo”. A fin de cuentas, sea por poseer “abundancia de bolas”, en el más etimológico sentido de la palabra, o por conformar la tercera y última fila de ataque, bien ha quedado demostrado que, los boludos, nada tienen de estúpidos.

Boludazos

Claro que, ante lo dicho, bien vale aclarar que el “boludo” que usted y yo oímos de boca en boca, cotidianamente, ha sabido ampliar su espectro de significados. Aunque ya no evoque a guerreros armados con boleadoras, tampoco reduce su campo de aplicación a los meros perejiles. Pues hay boludos, así como también pelotudos, que, dado su zoncera o torpeza, parecen hacer esfuerzos por ganarse tal calificación. En ese caso, estamos ante unos “reverendos boludos”. Y peor aún, si el tipo cree que es genio total y no hace más que cometer una boludez tras otra (boludez: 1. Dícese de la acción llevada a cabo por un boludo/ 2. Acción carente de importancia) sin dudas se trata de un “boludo importante”. ¡Qué decir del “boludo alegre”! El pobre es un tontón sin malicia…En más, ni se da cuenta de que es un boludo, o de que está interpretando, casi sin despeinarse, su inmejorable papel. Bien distinto es aquel que, sin ser boludo, intenta serlo. Es decir, que “se hace el boludo” para no hacerse cargo de algo o cometer algo inadecuado. Porque los argentinos somos unos vivos bárbaros vio…Lo que se dice, ningunos boludos.

Y como no podía faltar el sello de autor de tamaña argentinada, no iríamos a olvidarnos de la, tal vez, más común y silvestre utilización de tan polisémico vocablo: ¡Che, boludo! ¿Qué si hay alguna ocasión para tal nacional combinación de palabras? Claro que no, pues ya remite a llamado confianzudo y hasta algo cariñoso. Eso sí, no lo diga en medio de una multitud; pues, sin duda alguna, más de uno se dará vuelta. ¡Cosa ‘e argentinos! Cosa de boludos.

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