Campana, al din don de los motores

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Cuna del primer automóvil nacional, Campana creció al son de su propia música. Motores, industrias… y un (en)canto natural. Pase y recorra.

Unos 75 km al norte de la ciudad de Buenos Aires por la Ruta Nacional se sentirá usted más cerca que lejos. Es que Campana tiene el desarrollo de una gran urbe, aunque con ese respirar pueblerino que hace de ella una ciudad-oasis sin descanso. Y qué más da la tregua… Entre naturaleza y progreso, su historia se escribió a doble vertiente. Y es precisamente en el fluir de su corriente, de la de su historia, su arte y su industria, es que hoy l@ invitamos a navegar.

Un poco de historia

Fundada en 1875, Campana asomó al mapa bonaerense con las luces del progreso encendidas. Y no era para menos: la instalación del puerto y el ferrocarril (nudo de comunicaciones regionales) serían más que promesas, puesto que todo fue crecimiento desde entonces. Miles de inmigrantes acompañaron la creación de numerosas fábricas, haciendo de Campana un verdadero polo industrial. Y a pesar de los sube y baja (la crisis económica de 1924 y el posterior incendio del frigorífico local por el que miles de campanenses perdieron su empleo), los años ’50 la encontraron nuevamente de pie. De hecho, nada mejor que patear la Avenida Ingeniero Agustín Roca para repasar dicha historia. Pues, desde la fundación de Campana hasta la actualidad, ha constituido la arteria principal. Así como a lo largo de ella se construyeron las primeras viviendas y comercios, hoy en día es el centro comercial y financiero que conecta la plaza principal con la estación ferroviaria; por cierto, declarada Monumento Histórico Municipal. Se trata nada menos que de un monumental edificio de estilo académico francés en cuyo interior funcionan la Oficina de Turismo y talleres municipales de arte.

Sobre ruedas

Inmigrantes en Campana ha habido muchos, sí. Pero hubo uno que pasaría a ser parte de su historia grande. Se trató del español Juan Manuel Iglesias, quien entre 1903 y 1907, construyó tornillo a tornillo y engranaje por engranaje el primer automóvil argentino. Así como lo oye. Tras cuatro años de labor intramuros de su casa en la calle Colón, con mucha paciencia y escasas herramientas, el “gallego” sacudió la calma vecinal al pasearse con su “monstruo mecánico” a una extrema velocidad de… ¡12 km por hora!  Si hasta más de un perro fue víctima de revolcones al espantarse tras su paso… Y hay más daños colaterales para este boletín, porque para sacar a la motorizada criatura de su casa, don Juan Manuel tuvo que pedir ayuda a su vecino: don Francisco Castronuovo, quien accedió a derribar parte de un tapial para que éste pudiera lograr su cometido. ¿Y que ha sido de aquella artesana invención? Tras una década, el también llamado “mataperros” pasó del olvido pasó al más terrible aún arrumbamiento en un gallinero. Sin embrago, el vehículo fue rescatado años después por el hijo de su creador. Y para sorpresa de muchos, ¡logró ponerlo en marcha! Desde entonces, ya no se detuvo: tras pasar por el Museo del Automóvil Juan Manuel Fangio, se exhibe en el Museo Municipal del Automóvil Manuel Iglesias, inaugurado en octubre de 1997 en un merecido homenaje al “gallego”. En su honor también es que, desde 1984, Campana se ufana del Club Primer Automóvil Argentino Juan Manuel Iglesias, captando fanáticos de automóviles de todos los tiempos en todo el país.

Verde que te quiero verde

Que si de asfalto y motores ya ha sido suficiente, Campana tiene también su costado agreste. Sin andarse con chiquitas, a 10km de la ciudad Campana cuanta con uno de los más atractivos espacios vírgenes de provincia: la Reserva Natural Otamendi (desde 2018 integrada al Parque Nacional Ciervo de los Pantanos junto con la Reserva Natural Río Luján). Creada en 1990, atesora 2.600 hectáreas de puro verde en las que visitar, a través de senderos exóticos, hábitats protegidos como son la selva ribereña y el bosque de barranca; así como avistar especies tales como el venado de las pampas, el ciervo de los pantanos (amenazados de extinción) o el lobito de río. Toda una aventurada que también permite explorar el Paraná de las Palmas y ahondar en las entrañas de las islas del Delta.

Porque cuando el río suena, agua trae. Y si de Campana se trata, su tintineo nos regala a experiencias de las buenas. No deje de vivirlas.

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