Cantar y danzar la libertad

FOTOTECA

El cielito logró unir en danza y canción el humor, el ingenio y el amor a la patria.

Llegó de Europa, pasó por Argentina, Uruguay, Paraguay, Chile y el Alto Perú. Dicen que fue y vino del campo a la ciudad, siguiendo una cadencia de re-significación de gustos según clase social. Alrededor de 1810 se instaló en el Río de la Plata para acompasar las tertulias de las familias acomodadas. Pero de los salones fue pasando nuevamente a las enramadas de campaña, a la cocina de los Ejércitos en la Independencia. Y así fue como se ubicó en los entretelones de las grandes gestas, en esos pliegues que no siempre cuentan los libros de historia. Con ustedes, queridos parroquianos, para escuchar, cantar y bailar: ¡El Cielito!

A la voz de aura

El cielito fue, antes que todo, una danza, aunque lo que más resuena en nuestra memoria son sus versos picarescos, su modo de envalentonar al menos convencido. Sin embargo, en sus inicios por estas tierras estaba reservado al baile de parejas sueltas, que al ritmo de castañetas desplegaban figuras en representación de cortejo.

Cielito de la Independencia

No era la única danza que se bailaba en las reuniones sociales en la primera parte del siglo XIX. Compartía espacio y admiradores con el pericón, el malambo y el gato. Pero el cielito se distinguía porque sus versos, de alto contenido patriótico, buscaban conquistar doncellas tanto como informar sobre los avatares de la política en los últimos tiempos del virreinato. La consigna parecía ser: así en la revolución, como en el amor, que la picardía y la elegancia no falten.
Y tampoco faltaba la gracia del juego. Todo iniciaba con una sutil invitación del caballero. La dama parecía huir del compromiso pero cediendo al fin para aceptar esa especie de vals a dos tiempos, que luego volvía a empezar de modo similar.

Que el cielo hermoso del Sud es el más estrellado

Con el correr de los años, el cielito fue considerado cada vez más “un baile gaucho”, adoptado en el campo y hecho a un lado en las casas patricias de las principales ciudades. En 1842, Sarmiento lo definía de “intrincado” y no le atribuía casi ninguna gracia. Pero el cielito ya había hecho de las suyas y se había metido en el bolsillo a paisanas, campesinos, esclavos y soldados.

En un cortejo que duró décadas, conquistó el corazón de la patria. Así se cantaba, porque como cantaba don Bartolomé Hidalgo:

“Si de todo lo criado
es el cielo lo mejor,
el cielo ha de ser el baile
de los Pueblos de la Unión:
Cielo, cielito y más cielo,
cielito siempre cantado
que la alegría es del cielo,
del cielo es la libertad.”
Cielito de la independencia – Bartolomé Hidalgo.
Abrir chat
Hola 👋
¿En qué podemos ayudarte?