Capilla del Señor, la campaña también existe

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Con alma rural y una gran cohesión cultural, Capilla del Señor saca lustre de su historia silbando bajito. Porque las luces son lo de menos.

Sin acontecimientos cruciales ni sucesos históricos en el haber de su geografía, sin obras arquitectónicas de relevancia monumental, a poco más de 80km de la Ciudad de Buenos Aires, Capilla del Señor saca lustre de su condición: ser un poblado histórico. Así como lo oye. Fuera de los flashes enciclopédicos del ayer nacional, de toda fama escenográfica, se tarta un pueblo cuya cohesión cultural lo torna todo un referente de memoria regional. ¿Gusta de conocer qué tiene para contarnos.

Monitoreando

El siglo XX no había asomado sus narices aún cuando Capilla del Señor copa la parada (y la palabra) periodística. ¿Cómo así? Si bien se advertido de la posible existencia de una hoja periodística hacia 1862 en la localidad de Azul, así como la publicación consecutiva de dos periódicos en San Nicolás entre 1860 y 1868 (“Amigo del Pueblo” y “La Opinión Pública”), lo cierto es que el primer periódico rural bonaerense de influencia regional ha sido “El Monitor de la Campaña”, semanario oriundo de Capilla del Señor que supo contar con la opinión de relevantes hombres de la época. Su publicación se inició en 1871 y, desde entonces, su distribución alcanzó más de 36 poblados bonaerenses. Agentes, corresponsales y colaboradores lo hicieron posible: inmersos en la vasta campaña de aquellos tiempos, los intereses rurales estaban a la orden de la semana como pan caliente. Eso sí, la muerte de su alma máter en 1873, don Manuel Cruz, implicaría el fin de la publicación. Sin embargo, dos años dejaron su buena huella. Tanto así que los vecinos decidieron donar a la viuda de Cruz la propiedad que funcionaba como edición. Desde 1972 ésta aloja nada menos que al Museo de Periodismo Bonaerense, en una de cuyas salas se encuentra la imprenta “Marinoni” de origen francés con que el cual el periódico fue impreso.

Relicario

Definitivamente un poblado de alma rural, sin ínfulas citadinas ni aires cosmopolitas, Capilla del Señor se ha ido expandiendo pasito a pasito, sin desmadres en su traza ni abruptos saltos escenográficos. Y continuando con aquella armonía paisajística es que su Cementerio se ofrece cual relicario arquitectónico. Inaugurado en 1838, cuenta con mayúsculos sepulcros ornamentados y antiguas bóvedas con puertas lápidas de mármol cuyos bajo relieves (muchos de ellos inscriptos en inglés y francés) datan de la segunda mitad del siglo XIX; al mejor estilo del famoso Cementerio de la Recoleta, en la porteña Buenos Aires. Lo que se dice, arquitectura funeraria de alto valor patrimonial. Más también de la memoria local: bajo el veredón que conduce a la cruz central del cementerio se encuentra la fosa común en la que descansan las víctimas de la terrible irrupción de cólera sufrida por el pueblo en diciembre de 1867.

Musica pa’ el corazón

Y si de pampas hablamos, con el folklore damos. Aunque no con cualquier intérprete. ¿Alguna vez oyó hablar de un tal Marciano Montalvo?  Nacido en Capilla del Señor el 18 de junio de 1867, el muy talentoso dominaba la guitarra, el violín, el bajo, el contrabajo, el saxo, el bombardino, el acordeón, la flauta, el clarinete y el piano. Creador de innumerables piezas musicales en ritmos de Mazurcas, Chotis y Polcas, sus excepcionales condiciones para la improvisación le valieron recordadas payadas de contrapunto cuando recorrían la zona Gabino Ezeiza, Paglo Vázquez e Higino Cazón. ¿Qué tal? Eso sí, el pequeño detalle de Marciano es que una viruela sufrida a los cinco años le quitó la visión para siempre. Así pues, nunca tan bien dicho, la música vaya si siente… Un amor que también ha enseñado intramuros de su hogar: en la Academia de música cuya casona asentada en barro y de frente ladrillero aún se encuentra de pie en la esquina de Sosa Y Belgrano.

Muchas nueces y poco ruido. Mucho talento, historia y discretos nombres. He allí el espíritu de Capilla del Señor. Pueblo rural de pura cepa que, silbando bajito, crece que te crece con orgullo en alto e intacta esencia.

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