Carruaje a la cabeza… ¡la tiene Atada!

FOTOTECA

De gran evolución en el tiempo, los carruajes salen a la cancha para protagonizar sus carreras: las Atadas. Los secretos de la previa.

Su traqueteo sonaba en los caminos de la pampa como los motores de algún 0km en la gran ciudad. Su porte capturaba miradas en los pueblos circundantes cual reciente modelo de 4×4. Sus “altos” decretaron postas y un submundo de pulperías, parroquianos, comerciantes y hasta distinguidos mercados. Lejos de toda cacharrería, los carruajes fueron -y aún son- altos componentes del patrimonio mayor de las estancias. Si hasta se han dado el lujo de constituir verdaderas colecciones. ¿Para tanto? Definitivamente, sí. Es que la confección de sus coches no era moco de pavo. A tal punto que, entre fines del siglo XIX y principios del XX, fueron mayormente importados desde Inglaterra y Francia. Porque en el verde llano o en la gran ciudad, el status no se mancha…ni se embarra.

Modelo para armar

De confección totalmente artesanal, los coches ingresaban al país embalados por partes. Por lo que el armado se efectuaba en suelo nacional. ¿Qué ofrecía el producto terminado? Una estructura realizada íntegramente en madera, con terminaciones y accesorios propios del estilo que ostentaban. Todo un símbolo de lujo y refinamiento. Aunque en el escalafón de modelos, el utilitarismo era quien determinaba el nivel de emperifollamiento y distinción. Para comenzar, podemos citar al clásico Sulky Lujanero. De estructura liviana, fácil manejo y con capota incluida -un golazo para los días de lluvia-, siempre estaba como soldado listo pa’ la guerra. Tanto para trasladar maestras y alumnos hacia las escuelas rurales como para hacer los mandados.
Un escaloncito más arriba, aparecen los Break, muy frecuentes en las estancias para las compras diarias; pero también para ir en busca de “los patrones”; ya sea a la estación de tren o la capilla del pueblo tras la misa de cada domingo. Por lo que, en lugar de capota, su estructura estaba dotada de un techo de lona, amparando así al “dueño de casa” de toda lluvia y rayos solares.
Y si hablamos de los Spider Phaeton o los Dos Carts, ya carreteamos por otro terreno. De tamaño medianamente chico, eran especiales para los paseos de campo y la caza. De menuda elegancia, los faroles eran -en ambos modelos- un botón de distinción. Aunque la combinación perfecta de ligereza, buen gusto y solidez es propiedad de la Americana, coche de cuatro ruedas posible de ser tirado por uno o dos caballos. Mientras que los Spider Phaeton y los Dog Carts son más amenos a las yuntas.
¿Y si de familia multitudinaria va el asunto? El gran Break de Chasse, con tiro de cuatro caballos, tiene capacidad para nueve personas. Ah…y una andar suavecito, suavecito.

Rienda suelta a las Atadas

Así es como, intentando preservar las costumbres campestres y afirmando la tradición del caballo, las Atadas entran en escena. ¿De qué tratan? Nada menos que de carreras con carruajes antiguos. Tan amenas como originales, las Atadas han ido creciendo en adhesión; tendencia que se asocia a la moda de este deporte en Europa. ¿Deporte? Así es. Considerada una actividad deportiva con todas las letras, cuentan con una estructura profesional. El Club Argentino de Carruajes es quien nuclea a los equipos participantes. Aquellos que, por cierto, realizan una interesante tara de “boxes”. Porque déjeme decirle que, cual ejemplar de Ferrari, los carros tienen su meticulosa preparación: construidos con fibra de vidrio -mayoritariamente en Austria-, cuentan con adelantos de maniobrabilidad y suspensión que los hacen resistentes a las altas velocidades. ¿Qué tal? Pero allí no termina todo. Porque, como se dice, los pingos se ven en la cancha…y en el más literal de los sentidos.

Abran pista

Con una o dos ruedas, con o sin capota, robusto o liviano…ningún dato es menor para los equinos que protagonizarán la carrera. Su entrenamiento y características físicas son afines al carruaje que se les asigna. En más, la cantidad de caballos y el modo en que se atan son los factores que determinan la complejidad de la prueba. Para que se dé una idea, el tiro de cuatro caballos es considerado una disciplina olímpica por la Federación Ecuestre Internacional. ¡Tomá mate! Aunque en esta súper orquestada destreza no vamos a olvidarnos de quienes llevan el toro por las astas, o el caballo por las riendas: el jinete. Él es quién, guantes mediante, dirigen la batuta con el látigo; al tiempo que un acompañante equilibra el peso del carruaje cuando la competencia así lo requiere. ¡Aplausos y más aplausos para tanta destreza! Sin dudas, y nunca tan bien ducho, estos sí que la tienen Atada.

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