Cauqueva, cultivando tradición a futuro

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¿Puede la tradición sembrar el mañana? Biodiversidad mediante, la cooperativa Cauqueva y su milenario cultivo de papa lo hacen posible.

Desde Italia con amor y, sobre todo, mucha conciencia, la Fundación Slow Food tiende mano y aval a quienes, incansablemente, pregonan sabor, nutrición y biodiversidad a lo largo y ancho del mundo. Claro está, sin perder la tradición local. Así, pues, desde los humahuaquenses pagos jujeños, Cauqueva (Cooperativa Agropecuaria y Artesanal Unión Quebrada y Valles oriunda de Maimara que agrupa a 112 pequeños productores de papa, oca, papa lisa y maíz) hace camino al andar en materia de medio ambiente y soberanía alimentaria. Y vaya si marca el paso…

Alzando bandera

Slow Food promueve y Coordina, tiende puentes a una y otra orilla; más como pez en el agua de su misma corriente. Ideado en Florencia allá por el año 2003, el proyecto aporta herramientas con las que promover modelos de agricultura respetuosos para con la tierra y la cultura local, pues su objetivo no es otro que procurar un justo y soberano acceso a la alimentación para todas las comunidades. Por lo que a su juego la llamaron a Cauqueva, cuyo foco apunta a mejorar la calidad de vida de los habitantes de la Quebrada de Humahuaca a través de la comercialización de sus productos tradicionales, para lo cual provee asistencia técnica y agrícola. Alcoyana, alcoyana, sí. Y una labor compartida en torno a uno de los milenarios cultivos de la región: la papa. ¿Y si le decimos que los primeros indicios de selección y cultivo de este tubérculo se remontan a 4 mil años? Es más: a lo largo de la historia, muchas familias le otorgaron nombre propio a las variedades que supieron desarrollar a modo de distintivo. Y aunque muchas de ellas se han refinado, otras se han perdido en el colador del tiempo y las generaciones. Se calcula que de unas 70 variedades registradas hace alrededor de medio siglo, casi la mitad ha desaparecido. Claro, no todo está perdido ni mucho menos. Y vaya si Cauqueva sabe de ello.

De pura cepa

Fue en el año 2002 que a Cauqueva le llegó el turno de los laureles, más no por ello de la pereza. Elegida como ganadora del Premio Slow Food a la Biodiversidad, el paso siguiente fue la fundación del llamado “Presidium” o baluarte (uno de los cinco presentes en el país) allá por el 2004: una unidad operativa que dotó de reconocimiento nacional e internacional a la cooperativa. Para entonces, a lo largo del primer año de actividad, los productores del Presidium recibieron las semillas y asistencia técnica necesarias para dedicar un cuarto de hectárea de su terreno (tanto en el municipio de Maimara como de Tumbaya, Tilcara y Humahuaca) a las variedades de papa identificadas para cultivar en altura (nada menos que entre los 2.100 y 3.800 metros). A saber: Papa Azul (con pulpa amarilla, la más dulce de todas), Papa Señorita (de piel blanca, con vetas de carne rosada y amarillenta), Cuarentilla (de piel rosada y pulpa blanca), Tuti Morada (piel oscura con pulpa blanda) y Chacarera (de piel y pulpa blanca, ideal para freír). Porque en el respeto de la variedad está la autenticidad.

Horizonte abierto

¿Y después, qué? Mucho más que comercialización. Pues los productos andinos de la región son servidos por las familias de los productores en el restaurante presente en las mismas instalaciones de la cooperativa, al tiempo que las costumbres y tradiciones de la región se exponen en el “Museo de Vida Rural de la Quebrada”. Porque los alimentos son mucho más que comida a la orden: además de su vital nutrición, son ellos una cuota identitaria, una ración de historia con la que traspasar fronteras físicas; más también surcar las distancias que la invisibilidad o el desconocimiento han abierto. Satisfacer su vacío como si de un estómago hambriento se tratase. Por lo que Cauqueva, embarcada en la creación de una red de Cooperativas en toda la región del Noroeste desde la que administrar el acceso al microcrédito, alza la vista a un más ambicioso y merecido horizonte: comercializar los productos locales en las grandes ciudades del país.

Porque “la vida es un boomerang”, como se dice. Y ante tanta buena iniciativa, a Cauqueva no le restaba más que recibir de vuelta. Slow Food también así lo ha entendido.

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