Citronela: si natural, dos veces buena

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Saludable y sustentable, la citronela es tan beneficiosa para el ser humano como para la tierra. ¡Y la cultivamos en la pulpería!

Lo suyo son las regiones cálidas, los aires tropicales que la arropan en el sur de Asia, de donde es oriunda. Sin embargo, la citronela es conocida por muchos, con acento inglés: “lemongrass”. ¿Motivos? Sus hojas largas, de color verde intenso y alimonada fragancia. Todo muy refinado, hasta aquí, sí. O, al menos, en apariencia. Aun así, lejos de ser una señorita inglesa, la citronela no esquiva a la candidez de sus orígenes, a su exuberancia sencilla y sin pretensiones. Todo por cuanto, de un tiempo a esta parte, lleva haciendo buenas migas en suelo nacional, al abrigo del la selva misionera y brindándonos todas sus bondades. Aquellas que, poco a poco, vamos descubriendo y poniendo en saludable práctica.

Reina de la selva

Especie perenne, de un verdor ininterrumpido, la citronela no solo prolifera a lo largo y a lo ancho del año, sino que acusa poco mantenimiento y redobla sus beneficios al conservar los suelos donde es cultivada. Aquellos solo precisan contar con un buen drenaje y cierta humedad para un mejor crecimiento. De ser así, la citronela será capaz de permitir hasta dos cosechas anuales. De ello va la historia en el Alto Uruguay (provincia de Misiones) desde hace más de seis décadas. Sí, allí, a la vera del río homónimo, aquel que promueve la existencia de un microclima único y donde don Sergio Fenocchio se alzó como uno de los pioneros en el cultivo. Incluso, la actividad alcanzó tan esplendor que hasta unas dos mil familias se dedicaron a plantar y sesgar las hojas de citronela en los llamados alambiques (complejos de procesamiento artesanal), para luego destilar su líquido y destinarlo luego a plantas industriales de grandes centros urbanos. ¿Con qué finalidad? Perfumería y cosmética. Aunque, tiempo al tiempo, la citronela ha ganado terreno también el ámbito de la salud y hasta en el mundo culinario.

Doblemente buena

Así fue como, dentro de la región del Alto Uruguay, la ciudad de El Soberbio se alzó como epicentro del cultivo, centrando su fuente de ingresos en las producciones agrarias. Incluso, en el último tiempo se ha ganado en el mote de “Capital de la Esencia”, fundamentalmente por sus cultivos de citronela, entre otros similares. Monocultivos que, así como el tung, por ejemplo, no solo se han convertido en una fuente productiva; sino en una llave sustentable, en tanto, al no afectar los suelos, no implica la incorporación de nuevas tierras para su cultivo. Un hecho que aleja el fantasma de la tala indiscriminada. Sin contar con que la citronela y los productos derivados también son un bálsamo para quienes recurran a ellos, en tanto sus beneficios son múltiples y sin artificios de por medio. Sin ir más lejos, Ademar Galeano es uno de los lugareños que se dedica al cultivo y extracción de citronela, habiendo llegado a producir, sin intermediarios, un aceite avalado por la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT). Al decir de Galeano, a mayor clorofila, mayor aceite extraída. Por lo que el verano es su época más provechosa. Y aun habiendo sido ya cortada, la concentración de la esencia se mantiene por un buen tiempo. Por lo que la hoja también puede guardarse sin que su aceite sea extraída inmediatamente.

Multifacética

Ahora bien, ¿sabe usted uno de los más curiosos usos de la citronela? A modo de natural repelente, pues su olor resulta desagradable a los mosquitos, al tiempo que su aceite no dañan la piel ni la ropa. Apenas uno de sus tantos beneficios medicinales, en tanto se le adjudican virtudes antisépticas, diuréticas y digestivas (ayuda a relajar los músculos de estómago y a aliviar los espamos).  Incluso, el aceite de citronela también puede aplicarse sobre golpes y también para mermar la lumbalgia, migraña y tensión cervical. En este sentido, una infusión de citronela también es bienvenida. Y no solo por sus propiedades, sino su buen sabor. De allí que la gastronomía haya empezado a hacerse eco de ella. Sí, en salas y sopas, cae como anillo al dedo. ¿No hemos dicho, acaso, que esta buena moza era oriunda del sudeste asiático? Pues bien, véase nomás un recetario vietnamita y la encontrará doquier. Para condimentar pastas y arroces, para adobar carnes… Opciones hay varias. Incluso, en audaz combinación con otros ingredientes de tinte exótico, tales como el jengibre o la cúrcuma. Y atención, que si de exotismo se trata, la coctelería también le ha echado el ojo, sumando a los tragos también un plus digestivo (tal como sucede con la alcahofa, por ejemplo). Mojitos y gin tonics ya han comenzado a trabar amistad con ella.

Manos a la tierra

¿Una maravilla de verde, verdad? Sí. Por lo que no podíamos menos que hacernos de ella. Aunque en la calidez de la selva misionera la citronela se encuentre como en casa, por estos pagos intentamos hacer lo propio. Tanto así, que la citronela es una de las tantas plantas que cultivamos en nuestro techo verde. Y por si acaso gusta de seguir nuestros pasos, aquí le compartimos algunos secretitos. Si su destino será un jardín, más vale esté protegida por otros arbustos para no sufrir demasiado frío en invierno. Si no puede ofrecerle más que una maceta, la citronela estará feliz en verano, le pedirá sol a más no poder en primavera y un poco de resguardo interior en otoño e invierno, cerquita de una ventana. ¿Riego? Regular y frecuente, especialmente en verano. Sin exagerar en cantidad de agua pero sostenido. Antes de que la tierra se seque por completo, dele de beber. Por lo demás, solo tener el cuidado de que el agua no se estanque (recuerde que le comentamos, necesita buen drenaje) y retirar sus hojas secas y débiles en otoño.

 

¿Hasta dónde puede llegar la citronela? La planta puede llegar nada menos que a alcanzar el metro de altura, y sus hojas unos 70 centímetros de largo. Sin embargo, medidas aparte, claro está que su potencial dará que hablar. Natural y amigable tanto para la tierra como por quienes de ella hagan uso, la citronela pide terreno. Y en la pulpería Quilapán, con todo gusto se lo damos.

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