Coatí: ingenio de la nariz a la cola

FOTOTECA

Tan hábiles como simpáticos, los coatíes tienen su propia ley en la selva: unión, liderazgo femenino y morisquetas para tirar al cielo.

Desde el Sur de Estados Unidos hasta América del Sur, el coatí hace de las suyas en las selvas y bosques tropicales. Aunque nuestro protagonista de la fecha es nada menos que el nasua nasua o “coatí de cola anillada” (así llamado por los anillos de color alternado que presenta el pelaje). Se trata de una especie propia de Sudamérica de fama mundial. Artista predilecto de las lentes fotográficas, se las ingenia para acaparar toda atención. Y aquí descubriremos por qué.

Todo terreno

Su nombre proviene del guaraní “coá-ti”, que significa “nariz larga”. Y vaya si hace honor a dicha reminiscencia: este simpático mamífero utiliza su hocico para excavar en busca de gusanos, caracoles, insectos y hasta arañas. Aunque también come frutas, lagartijas y aves. Variado banquete para aprovechar hasta el empacho. Es que el coatí no acostumbra a almacenar comida; sino que aprovecha al máximo lo que consigue. ¿Dónde? Mayoritariamente en suelo firme, “hociqueando” el terreno mientras mantiene su cola erguida. Aun así, pasa buen tiempo sobre los árboles, donde se mueve como pez en el agua. Hasta puede corretear sobre las ramas si su grosor se lo permite: apoya toda la planta de sus hábiles piesitos y allá va. Total, la larga cola mantiene su equilibrio o se enrolla rápidamente en algún tronco salvador para rescatarlo de toda caída.

Una monada

Trepada por un lado, carrerita por otro, el coatí es pura simpatía ante los ojos del hombre. Y viceversa: nuestro cuadrúpedo amigo se encariña con el hombre, no le teme. Sólo que -cual niño consentido- es capaz de enojarse si no se le presta atención a sus morisquetas. Nada pasa desapercibido ante su ojo, por cierto, algo inquisidor: el coatí examina a quien tiene por delante sin pudores. Mira fijamente a quien se le presente, ya sea animal o humano. Lo mismo da, su hocico escudriñador también querrá participar de la inspección.

Vamos las bandas

Los coatíes suelen andar en banda. Durante el día se mueven en grupo para buscar alimento y protegerse del peligro. Sí, todo está muy organizado: uno de ellos actúa como vigilante y chilla ante la aparición del enemigo. En ese momento la mayoría se esconde en árboles de baja altura, mientras algunos se quedan a “bancar la parada”. ¿Quiénes? Nada menos que valientes hembras, ya que los machos adultos hacen la suya: llevan una vida solitaria y con hábitos nocturnos. Entonces… ¿Quiénes conforman los grupos? Hembras emparentadas entre ellas: una madre con sus hijos (coatíes juveniles, ya sea machos o hembras) es la unidad básica del grupo. Luego se suman hembras hermanas o primas de la primera. En otras palabras, todo queda en familia.

Mujeres al poder

Hasta 25 hembras pueden convivir en un mismo grupo, siendo las adultas aquellas que lideran al conjunto: se ocupan del cuidado de los jóvenes y hasta establecen el lugar donde dormirán, aunque siempre dentro del mismo territorio (los coatíes no son migratorios sino que mantienen una región como hogar estable). Lo cierto es que las hembras siempre mantienen su liderazgo, aún cuando los machos se cuelan en el grupo ¿Cómo es eso? En la época de apareamiento -de enero a marzo- los machos tienen abiertas las puertas de la comunidad femenina; mientras que el resto del año compiten por su próximo harem. Por su parte, la hembra preñada construye el nido para sus futuras crías: tras 70 días suelen dar a luz entre 2 y 6 crías que son amamantadas durante 4 o 5 meses.

Y así la historia vuelve a comenzar: la de las mujeres caminantes, la convivencia grupal, las vicisitudes de la selva…y la de una sabia naturaleza que no deja de asombrarnos con sus criaturas. La conciencia y responsabilidad por proteger y respetar la especia, ya es materia del hombre.

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