Cocineros de la Calle, solidaridad sin techo

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Entrevistamos a Sergio Méndez, miembro de Cocineros de la Calle, un proyecto creado para quienes más lo necesitan.

La respuesta a nuestra inquietud por ayudar a quienes más lo necesitan”. Con esta premisa es que día a día, martes a martes (cuando la mesa está servida en Juan Bautista Alberdi y la Autopista Moreno) el proyecto Cocineros de la Calle sobrevive, resiste, desafía a la falta de oportunidades de los más necesitados. ¿Quiénes? Toda cuanta persona se encuentre en situación de calle, con hambre. Sí, hambre de un buen plato caliente, y de aprender un oficio: el de la cocina. Pues no sólo de llenar panzas va el asunto; sino de brindar herramientas que posibiliten una re inserción laboral. De todo ello y mucho más nos cuenta Sergio Méndez, integrante de este fenomenal proyecto.

¿Cómo y cuándo surge Cocineros de la Calle?
Arrancó el 23 de Diciembre de 2015, a poco de la Navidad, como una iniciativa de un grupo de amigos. Comenzamos a publicarla en diferentes redes sociales y llegamos a conformar un equipo de 10 personas, de las cuales hoy quedamos siete. En aquella oportunidad colocamos una parrilla portátil en la calle y nos pusimos a cocinar. Fue a una cuadra de la canchita en la que hoy en día organizamos los encuentros de los martes (Avenida Juan Bautista Alberdi y Autopista Moreno). Allí nos cedieron el espacio para hacerlos.

¿Quiénes componen Cocineros de la Calle? ¿Cómo se conforma el equipo?
El equipo está formado por cuatro cocineros profesionales y otras tres personas que no tienen que ver con la gastronomía; pero que realizan su aporte en lo que tiene que ver con la administración (materia prima, donaciones, etc.) y la web.

¿Qué respuesta encuentran en la gente, en cuanto a la adhesión a la propuesta?
Hay respuesta. Podemos llegar a tener hasta unas 25 personas, aunque hay seis o siete que son inamovibles. No se trata simplemente de una comida; sino de clases con apuntes y práctica, que comienzan entre las 19 y las 19.30hs. Recién a partir de las 20.30, nos sentamos a compartir la cena que allí preparamos, con postre y todo.

Teniendo en cuenta las limitaciones de infraestructura, las clases dan cuenta de cierto rebusque en el oficio de la cocina ¿Creés que ello genera cierta identificación en quienes asisten a sus encuentros?
Sí, seguro. En lugar de mejorar el equipamiento, nosotros buscamos mejorar la gastronomía. Aún con nuestras limitaciones, queremos salir de la típica “cocina de comedor”, del plato de guiso, sin desmerecerlo, por supuesto. Sólo que Cocineros de la Calle va más allá de eso. Nuestra identidad gastronómica es nuestra bandera. Hemos preparado desde pizzas hasta arepas colombianas. Y todo es casero. Tanto las hamburguesas como el pan, la masa de empanadas como el relleno de carne a cuchillo. La finalidad es la inserción laboral. Al menos no en el ámbito del trabajo formal, pero sí a partir  de un micro emprendimiento.

¿Han buscado apoyo estatal?
Sí, pero hasta ahora no hemos recibido respuesta. Sí existe la posibilidad de tramitar con el Inti (Instituto Nacional de Tecnología Industrial) la creación de una cooperativa. En ese caso, nosotros manejaríamos el proyecto y los alumnos serían nuestros asociados; de modo que podríamos brindarles beneficios tales como una obra social. El curso de cooperativismo brinda más herramientas para poder llevar a cabo esta idea, que, por cierto, nos daría libertad de decisión y acción en cuanto a la dirección y crecimiento del proyecto. No ocurriría lo mismo si recibiéramos ayuda del Estado. Su intervención limitaría tales libertades.

Más allá de toda donación ¿de qué forma pueden colaborar todos aquellos que sientan ganas de ayudar, de ser voluntarios del proyecto?
A través de la difusión. No en los medios, sino entre los focos de gente en situación de calle. No es una tarea sencilla. Hay que insistir. No es que por informar una vez sobre nuestros encuentros la gente se va acordar y el martes siguiente va a asistir, no. Hay diferentes realidades que muchas veces van saliendo a la luz después de unos cuantos encuentros. Los que vienen reiteradas veces empiezan a interiorizarnos sobre su vida, su realidad…Los lazos que se crean también son importantes. Hasta estamos ayudando a una persona a tramitar su DNI. Algo fundamental. Y aún así, siempre existen las desventajas. Si a un tipo que se las rebusca y gana $6000 le piden $8000 en una  pensión, es imposible. Porque estar en situación de calle no siempre implica no tener casa. Hay quien viene, por ejemplo, desde Moreno, de lunes a viernes a laburar como cartonero, para regresar a su casa los fines de semana. A esa persona, con la realidad existente, se la condena a estar en situación de calle al menos durante cinco días.

¿Existe entonces un “techo” para Cocineros de la Calle? ¿Cuál sería su objetivo máximo, al menos por ahora?
Una casa-taller o escuela. Un lugar en el que la gente en situación de calle pueda venir, darse una ducha, comer y aprender. Que sea un sitio para vivir, por ejemplo, mientras se aprende y se dan los primeros pasos. Cosa de hacerse una plata con la gestion una marca. Claro que nosotros aprenderíamos sobre la marcha también. La posibilidad de volver a la vida no es tan sencilla como se cree. Muchas veces obliga a la persona volver a recordar o entender qué lo llevó a su situación actual. No se trata sólo de querer o tener la voluntad. El quedarse en la calle implica ya no tener intimidad, todo es público. Por lo que la vuelta a la vida convencional demandará mucho de nuestra parte. Por ejemplo, un sistema de multas: ya sea para el que vuelve tomado una vez, el que vuelve dos…Que no desperdicien la posibilidad que se les da; sin dejar de entender su situación. Si una persona con un techo, un trabajo y una vida medianamente digan muchas veces cae en evasivas, que les queda a ellos. No es que, ni bien tienen una moneda, se emborrachan porque sí. Es más profundo que eso. Y nosotros también debemos prepararnos para enfrentar todo ello. Tal vez sea un esfuerzo para que sólo una o dos personas salgan a flote, y el resto se vaya perdiendo en el camino. Tal vez ni siquiera funcione. Pero, de ser así, al menos habrá sido un sano encuentro entre amigos, unas cuantas charlas y cenas que a más de uno habrán hecho irse a dormir con un poco más de alegría. Como siempre sucede, la constancia es todo; pero aquí, mucho más.

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