Comandante Andresito, héroe sin flashes

FOTOTECA

Pichón de Artigas, el centinela guaraní defendió con fiereza el suelo nacional. Pero a la hora de los laureles, se quedó afuera de la foto.

El diminutivo de su nombre asoma como la antítesis de su grandeza; aunque devela el reducido espacio que ocupa en la memoria colectiva, en la vitrina de los renombrados héroes nacionales. La pregunta es sencilla: ¿Quién fue Andresito?

La radiografía

Andresito fue un hombre que vivió poco más de 40 años y su nacimiento data de noviembre de 1778. Sí, diez meses después de que llegara al mundo un tal San Martín, vecino cercano de nuestro protagonista. ¿Qué tan cercano? Difícil saberlo: Andresito pudo haber nacido en São Borja (actual territorio brasileño) o en Santo Tomé (Corrientes). No hay mayores certezas. Sí se sabe sobre el origen guaraní de su madre y el apadrinamiento que marcaría su futuro: el caudillo oriental José Gervasio de Artigas lo adopta como su hijo, lo integra a sus fuerzas y lo nombra comandante General de la provincia de Misiones. Una vez más, los motivos que signaron el encuentro de estos dos personajes son toda una incógnita. Aunque el interrogante inicial comienza a encontrar algunas respuestas. ¿Quién fue Andresito? Nada menos que el primer gobernador surgido de los pueblos originarios. Y ese sería tan sólo el comienzo.

Haciendo patria

“Che Comandante Andresito,
montonero guaraní,
según sea el invasor,
sos aguará o jabalí…
Sos tábano bajo el sol
y a la sombra, mbariguí…
¡Centinela de la Patria,
de Iguazú a Mandisoví!”

Los versos de Julián Zini arrojan pistan sobre la continuidad de la historia. Esa en la Artigas le asigna a Andresito una ardua misión: recuperar los pueblos misioneros ocupados por los ejércitos paraguayos. Y el deseo fue orden. Tras organizar una fuerza de 500 hombres, el comandante recupera los pueblos de Candelaria, Santa Ana, San Ignacio Miní, Loreto y Corpus. De esta manera, Andresito Guacurarí (también pronunciado como Guazurary) fue erigiendo su figura de líder. Y sus acciones de gobierno fueron consecuentes con su espíritu de lucha y liberación. Siguiendo las ideas artiguistas, repartió tierras a quienes las habían perdido a manos de la conquista o la estafa. Bajo su ala fueron eliminados todos los símbolos, escudos y emblemas sobrevivientes de la colonización española; al tiempo que recobraron vigor los cabildos de los pueblos originarios -quienes fomentaron la producción y comercialización de la yerba mate, la fabricación de pólvora y puntas de lanzas-. ¿Algo más? Sí, claro. Ante todo, Andresito abolió la esclavitud y servidumbre en todas sus formas.

A capa y espada

“Sos la memoria viviente
de Oberá y Mbororé…
que lo diga el español,
que lo diga el portugués…
¡Sos Dignidad, sos Justicia,
sos Patria Grande de pie!”

La historia reclamaría aún más hazañas para el gran Guacurari. Más precisamente en 1816, cuando quienes entraron sin golpear la puerta fueron nada menos que los portugueses. Consumada la invasión, la provincia de Misiones -con Andresito a la cabeza- comenzó a transitar una epopeya con mayúsculas; saqueos, incendios, destrucción y esclavitud fueron las “cuentas” a pagar en pos de la derrota enemiga. El comandante fue vencido en San Borja, aunque salió victorioso en Apóstoles y San Carlos. Triunfos tras los que Artigas le asigna una nueva misión: marchar sobre Corrientes para restablecer allí la autoridad federal -resentida entonces por un golpe militar-. Para ello fueron claves los triunfos en Caa-Catí y Saladas, en 1818. Conseguidas tales victorias, Andresito ingresa a Corrientes destilando humildad: ¡A pie y desarmado! La gobernación de la provincia correntina sería su próximo desafío, ese en el que ponderó la autoridad constituida de cada pueblo.

Por siempre Andresito

De San Borja a Porto Alegre,
maniatado en cuero fresco,
te llevaron caminando
como antaño a tus abuelos…
Te engrillaron los tobillos,
pero no tu viejo sueño
que, según se rumoprea,
logró escapar y anda suelto…!”

El título de gobernador de Corrientes tendría fecha de expiración. Es que en 1919 los portugueses volverían a la carga; y -para entonces- el ejército no contaba con suficientes medios ni hombres para resistir el ataque invasor. Pero Andresito puso el pecho, y en su marcha al sur para intentar contactarse con Artigas se encontraría con su propio final: las fuerzas enemigas lo atrapan y conducen a pie a Porto Alegre. Atado con tiras de cuero crudo por el cuello -que aumentaban su presión a medida que el sol las resecaba- trabajó en las calles de dicha ciudad junto a otros prisioneros. Posteriormente fue llevado a Río de Janeiro y se dice que llegó a Isla Das Cobras. Casi en simetría con las pocas certezas sobre sus orígenes, el final de Andresito es pura incógnita: se cree que murió en 1821 en una mazmorra. Aunque otros historiadores mencionan que fue liberado y vivió hasta el fin en tierras uruguayas. También existe la versión de que pudo haber regresado a Misiones antes de morir. La única realidad es que sus restos nunca fueron encontrados.

Comandante, general, centinela… Pura lucha y rebeldía. Sus ideales de libertad enaltecen su memoria, la de su sombra que sigue de guardia… Igual que un tigre al acecho.

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