Cosquín: Crónica de un grito

FOTOTECA

En 1961 comenzó el Festival que desde hace más de medio siglo concentra a miles de espectadores en el Valle de Punilla.

De un lado miles de personas frente a un inmenso escenario en medio de las sierras. Cantan, bailan, aplauden, baten pañuelos y ponchos, levantan carteles con saludos y chistes. Del otro, en muchísimos hogares de todo el país, el televisor anima cenas de verano en patios y veredas. En vivo y en directo o a través de la pantalla son dos las palabras, amplificadas en un eco interminable, que inician o cierran la celebración: “¡¡¡Aquí Cosquín!!!”

Cosecha de coplas

Durante nueve noches y días seguidos de enero, la apacible ciudad de Cosquín, ubicada en el Valle de Punilla de la provincia de Córdoba, cambia por completo su fisonomía. Es el tiempo en que transcurre el Festival Nacional de Folclore más importante del país y uno de los principales de América. Cuando se abre el telón, suena un himno que se renueva hace más de 50 años y que empieza diciendo:

“Hoy es el día del canto
va a comenzar la cosecha.
Una cosecha de coplas
que en nueve noches se siembra
.”

El resto es una sucesión continua de música. Pero también un despliegue de colores y artesanías en las calles, encuentros de arte público y expansión de los sabores de comidas típicas.

A la huella del canto que nos hermana

Si bien las transmisiones de los medios están centradas en la principal locación del evento: la plaza Próspero Molina, toda la ciudad se convierte durante ese tiempo en una enorme celebración de la cultura popular argentina. Además del desfile de músicos en el escenario principal, se arman grandes carpas con peñas interminables por las que desfilan músicos de todo el país y de naciones hermanas. Para muchos artistas, el escenario Atahualpa Yupanqui fue la gran ventana que marcó un antes y un después en su carrera. Pero además, el festival contribuyó a consolidar un proceso de renovación creativa y proyección social que adquirió el folklore entre las décadas del `60 y `70.

Cosquín te llama

Cuenta la leyenda que todo comenzó en las mesas de la confitería “La Europea”. Dicen que don Saúl Castro llevaba la voz cantante. Hacía bastante tiempo que varias familias del pueblo colaboraban con la parroquia en la organización de las fiestas patronales. Daba gusto trabajar así en equipo con los vecinos. Entonces se propusieron organizar algo más que la procesión o disponer las comidas típicas para la feria en la plaza. Decidieron también apostar a la atracción de mayor cantidad de turistas: que la gente se viniera al Valle no sólo a limpiar los pulmones sino también a prevenirse de tristezas el alma. ¿Y qué mejor para eso que un festival y competencia de música folklórica? Precisamente el género empezaba a considerarse un “boom” con la proyección nacional que alcanzaban músicos de la talla de Atahualpa Yupanqui, los hermanos Ábalos, Los Chalchaleros, Los Fronterizos, Mercedes Sosa o Eduardo Falú, entre otros tantos y valiosos referentes.
La fiesta comenzó en 1961. Desde el 21 al 29 de enero, un escenario de cemento y ladrillos cortó la ruta 38. La convocatoria superó todas las expectativas, se iniciaba una leyenda. Un año después, el Festival comenzó a ser transmitido por emisoras de radio de todo el país. En 1963 se instituyó la última semana de enero como Semana Nacional del Folklore. La repercusión nacional e internacional se extendió con hitos como el patrocinio de la Organización de Estados Americanos (OEA) y el reconocimiento en lugares impensados: Por ejemplo, desde 1981, la ciudad japonesa de Kawamata comenzó a realizar en Asia una réplica del Festival de Cosquín.

Para que crezca nombrando al amor

Luego de tantos años el fenómeno Cosquín fue cambiando, atravesado a su vez por los cambios políticos, sociales y culturales que se fueron dando en Argentina y el mundo. Como toda construcción humana, su sostenimiento es un proceso que no está exento de conflicto y contradicción. Así es como en las últimas ediciones, muchos artistas consagrados y referentes de la cultura se expidieron por la necesidad de una “refundación”. Desde diversos lugares y visiones, coinciden en la necesidad de “volver a las fuentes” o alejarse un poco de las estridencias y el vértigo imparable que imponen los nuevos tiempos.

Como en otros diversos ámbitos, el desafío parece ser el mismo: Recuperar y honrar la memoria de lo que fue desde el potencial maravilloso de lo que viene naciendo.

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