De federales y urinarios

FOTOTECA

Urquiza revolucionó el higienismo unitario con un inodoro de elite. Limpieza y pulcritud al servicio de las venganzas políticas y el poder.

Civilización versus barbarie, unitarios versus federales. Las llamadas generaciones del 37 y 80 han sabido innovar los rótulos de las rivalidades sociopolíticas nacionales; más no así su trasfondo. Cual historia sin fin, las voces de los protagonistas aún hacen eco en la memoria argentina. ¡Mueran los salvajes unitarios! Había proclamado Juan Manuel de Rosas. Que los federales no encarnaban la barbarie que se les acusaba; ni mucho menos la suciedad. A quienes así lo entendían, Urquiza les tiró con un inodoro. Sí, literalmente un inodoro. Preciado objeto de higiene y poder.

Como gente civilizada

Ruta provincial nº39, kilómetro 128, departamento de Concepción del Uruguay, provincia de Entre Ríos. Posdata: sucursal del buen gusto. Sí señores, el Palacio San José, residencia de Justo José de Urquiza (gobernador entrerriano y primer presidente constitucional de Argentina), es digno de admirar por donde se lo mire. Hoy devenido en museo, este edificio culminado en 1858 tira por la borda toda fundamentación bárbara que alguna vez se hubiera arrojado sobre su propietario. Fiel exponente de una “civilización” europeizada, manifiesta signos de renacentismo italiano con ciertos detalles criollos, dignos sobrevivientes del colonialismo español. Aunque la nueva Europa era quien, sin dudas, preponderaba en la estampa del palacete. Y más adentro adentro también. Es que, para entonces, lo moderno no pasaba por tendencias ornamentales y estéticas; sino por lo civilizado: confort e higiene en su máxima expresión. Y el Palacio San José estuvo a la altura. Fue primera casa del país que contara con iluminación a gas y servicio de agua corriente por cañería. Para Sarmiento, con amor.

El adelantado

Bergère Luis XV, mesitas de noche y armarios roperos para colgar prendas (en detrimento de las clásicas estanterías que almacenaban la ropa doblada). Lo último de lo último en materia de mobiliario, tanto para los dormitorios de huéspedes como para los de los dueños de casa. La única diferencia la marcaba la cama del mandamás: confeccionada en bronce, era todo un símbolo de pulcritud; ya que el metal se sabía más higiénico que la madera. Aunque si de higienismo hablamos, había un objeto capaz de llevarse todos los laureles…y algo más también. Se trató del “combo” inodoro-bidet: símbolo de avanzada a nivel sanitario. Y una clara devolución de gentilezas hacia el impoluto Domingo Sarmiento. El sucio y bárbaro de Urquiza retrucaba así la concepción de carniceros y matarifes que el unitarismo supo echar sobre los caudillos federales. Dejando demostrado que, además, sabía adelantarse a la jugada. Importado de Inglaterra (país que primereó la industria), el aristócrata inodoro fue un golazo media cancha, y con caño incluido.

La suma de las partes

Alzando la bandera de la vanguardia en materia de pulcritud, el mencionado dúo se ocupó de separar las aguas. El inodoro destinado a las evacuaciones por un lado, la cómoda-bidet para higiene por otro. Por sobre la mesada de mármol de esta última, jarras con jofaina para el lavado de manos y cara al despertar. Todo al alcance, ideal para urgencias y fiacas matutinas. Todo en su lugar, como así lo demandaban las máximas de la selecta y pulcra sociedad argentina. Curiosa historia de una “guerra limpia”, disputada en el emblemático Palacio San José. Aunque no es preciso llegar hasta Entre Ríos para revivirla. ¿Dónde se encuentra acaso el emblemático inodoro de Urquiza? ¡Nada menos que en la pulpería! Corazón de San Telmo, alma de Buenos Aires, bastión de los unitarios, tierra de los vencidos. Porque la batalla sanitaria, acaso, también la ganaron los federales.

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