Diente de león, con el sabor bien afilado

FOTOTECA

Sus hojas dentadas en la cocina no precisan ser domadas. El diente de león ofrece sabor y nutrición a naturaleza mansa. Pase y conozca.

Su presencia a la vera de caminos y en pastizales hace que se le considere como maleza. Al tiempo que cuando sus flores doradas asoman en campos y jardines vaya si se vuelve un deleite para los ojos, una perla para el paisaje. Así pues, sin medias tintas, a fama u ocaso, el diente de león esconde un as en sus hojas dentadas, en sus pétalos, en sus particulares frutos, en su todo. Planta beneficiosa para la salud como pocas, el diente de león esconde también mucho sabor, y del bueno. Y desde la cocina pulpero, en su plato se lo presentamos.

Yo, diente de león

Lo suyo son los climas templados. De allí que, una vez que se acomode a su media de temperatura y luz, el diente de león viva largo y sostenido. Planta herbácea, perenne, sus hojas de dentado reborde se abren cual rosa al ras de la tierra. Por lo que parecen emerger cual pimpollo verde de la misma raíz, mirando desde abajo los huecos talles verticales, quienes pueden alcanzar unos 30cm de alto cuando la planta está en flor. Hemos dicho, pura belleza a los ojos, más también tentación para insectos polinizadores, en tanto se tratan de flores meleras. Todo a cambio de un riego moderado, casi nulo, acaso, ante abundantes lluvias. La mínima pretensión de un suelo fresco, rico en humus. Todo lo demás, el diente de león lo hará solito. Crece y crece, y solito y solo se reproduce. Pues las semillas se encuentran en sus volátiles frutos: los famosos “panaderos” o plumeritos que siempre tientan al soplido. ¡Ni más ni menos que hijos del diente de león! Y si el soplido no es nuestro, el viento o una simple brisa ya se encargarán de alejar las semillas en ellos contenidos. Por lo que la re-siembra es un hecho de la propia naturaleza. De allí el enigma a cerca de su origen. Pues, aunque se cree que sea europeo, ¿qué certezas hay con Eolo de por medio?

Una joyita

¿Creía usted, acaso, que el calcio era propiedad exclusiva de los lácteos? Pues vaya sabiendo que no. El diente de león no solo es rico en calcio, sino que es capaz de superar los niveles contenidos en la leche de vaca, convirtiéndose en un buen compañero de sus huesos. Fuente de vitamina C, fibras y antioxidantes, vaya si colabora con la buena digestión y el funcionamiento hepático. Por otro lado, su naturaleza diurética le hace frente a la retención de líquidos al tiempo que puede estimular la producción de insulina en personas diabéticas, manteniendo a raya los niveles de azúcar en sangre. ¿Uno de sus últimos aliados para con la salud? El hierro, fundamental para prevenir la anemia.

Plantando sabor

La pregunta ahora es, ¿qué consumir del diente de león y cómo? Y lo cierto es que hay para todos los gustos y variedades. Pues comestibles son tantos sus hojas como sus flores. Las primeras, ya sea cocidas o crudas en ensaladas, así como vienen. Con el solo detalle de que más tiernas resultarán las cosechadas en el invierno o los inicios de primavera, en tanto tienden a endurecerse con la aparición de las flores. Texturas y blandor aparte, el hecho es que el amargor que ofrece al paladar matiza muy bien las fritura, y tolera vinagretas o chutneys sin pasar desapercibido; sino acoplándose a ellas.  No demás está decir, sopas e infusiones le son bienvenidas. Mientras que las flores,  también dignas de ensaladas ni bien aparecen, son buena materia prima para mermeladas o miel. ¿Qué tal?

Así que ya lo sabe, ni mera maleza ni simplemente una flor bonita. El diente de león es mucho más a la hora de sentarse a la mesa, y mucho pero mucho más cuanto le sume a su bienestar. ¿Acaso nos íbamos a dar el lujo de dejarla pasar? Habitante de nuestro techo verde, sus primeras cosechas ya han dado que hablar.

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