El ave de la patria

FOTOTECA

El hornero está presente en toda Sudamérica y es un símbolo de Argentina.

La elección del hornero como ave nacional parece ser una auténtica prueba de que los niños pocas veces se equivocan. Y quién puede dudar que digan la verdad. Resulta que entre los meses de abril a junio de 1928, el diario La Razón, de Buenos Aires, realizó una encuesta con el apoyo de la Asociación Ornitológica del Plata. ¿Los encuestados? Nenas y nenes de escuelas primarias ¿La pregunta? ¿A qué pájaro definirías como el ave de la patria? ¿El resultado? ¡Cantado, con nido y yapa!

Discreción, ante todo

Al contrario del mote de argentino presumido, nuestro símbolo nacional entre las aves no muestra arrogancias, al menos no muy visibles. Pequeño, no pesa más de 54 gramos. Los que saben, dicen que no vuela demasiado alto ni demasiado rápido. Ni falta que hiciera: es sabido que no con mayor velocidad se llega más lejos. Tampoco sus plumas llaman la atención; despliega sobriedad en matices pardos, rojizos y blancos. Pero su austeridad no pasa desapercibida, por el contrario, el pajarito albañil es reconocido y admirado en toda América del Sur. En Argentina y Paraguay, los paisanos le atribuyen la patente del rancho, toda una consideración. Además, muchos artistas le rindieron tributo con poemas, canciones, fotografías, pinturas y hasta piezas teatrales.

La casa y el árbol

Manso, sedentario, busca construir su nido en pareja. Los casales se mantienen a través del tiempo. Puede instalarse sin problemas tanto en ramas de árboles como en postes de electricidad, alambrados o tranqueras. ¿Un alero, un pilar, un monumento? Seguramente vienen bien, cualquier sitio puede ser adecuado para que nazcan los pichones si se lo prepara con dedicación. Los molinos, tanques de agua o una canilla cercana sumarán puntos a favor de asentar por ahí cerquita la nueva morada. Una vez elegido el sitio, el hornero lo defiende con gritos de alarma ante la presencia de posibles predadores. Además de la defensa, comienza la tarea de construcción del nido. Un trabajo que se hace de a dos, a puro ingenio de pico y barro. Si las condiciones de clima y terreno son óptimas, el casal demora entre 6 y 7 días para levantar la casa. Al barro se le agregan mezcladas ramitas, raicillas, semillas, crines de caballo, pajitas, y restos de hojas.

Malambo del hornerito, zapateo de vida

El nido se compone de dos partes y se construye en tres etapas. Primero la base, luego el tabique lateral y por último, trabajar desde adentro y hacia afuera. Para el final quedarán los detalles, alisar la paredes a picotazo limpio o frotando con el pecho. También la cobertura con plumas y otros elementos la cámara de incubación para que quede mullida. ¡Todo listo para recibir a los pichones! Por lo general en el mes de octubre, la hembra deposita cuatro huevos en el nido. La incubación es una tarea que se comparte en pareja. Mientras uno de ellos incuba, el otro parte en búsqueda de alimentos. El regreso al nido del compañero que partió, se anuncia con un canto. Pasados quince días del inicio de incubación, nacen pichones aún sin plumas, indefensos.

Poco a poco, el tiempo, la naturaleza y los padres les van enseñando a valerse por sí mismos, hasta que se vuelven independientes. Es entonces cuando padre, madre e hijos abandonan el nido para volver a construir otros nuevos ciclos.

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