El polémico bidet

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Según quien lo mire, el bidet puede ser un objeto de uso personal imprescindible o el símbolo de rechazo más profundo.

Pocos artefactos del hogar provocan visiones tan encontradas en los consumidores como el bidet, ese chiquitín estático e indefenso que nos mira desde abajo esperando que alguien lo active. Quien tenga la oportunidad de caminar el mundo notará que su inclusión en el cuarto de baño ha sido desestimada en muchos países; según parece, la mayor parte de la humanidad opina que con inodoro y papel higiénico, es más que suficiente.

Te llevo conmigo

El origen del bidet se remonta a Francia del siglo XVIII y surge con la única misión de asear las zonas íntimas del cuerpo. En aquellos tiempos, tenía características portátiles, de modo que podía trasladarse hacia todos los ambientes de la casa. Se utilizaba principalmente en el dormitorio, es decir que no hay pareja histórica con el inodoro, como se podría suponer, sino que se han gestado de manera independiente.
Si bien fue creado con un fin concreto, este extraño artefacto también ha permitido otros usos muy beneficiosos para la salud: baños de asiento de pacientes recién operados, alivio de infecciones urinarias, tratamientos hemorroidales y reposo de pies cansados, con el agregado de sal.

El peso de la cultura

El concepto del bidet refleja un reinado de contradicciones. Fue creado en Europa y, sin embargo, países del mismo continente vienen cuestionando no sólo su utilidad, sino también su sentido de existencia hasta el día de hoy, tres siglos después: Inglaterra lo ignora, España lo está abandonando y Alemania lo tilda de antihigiénico. Cruzando el océano, industrias norteamericanas se destacan en la fabricación en serie de bidets que finalmente se ven obligadas a exportar, porque no encuentran sitio en el mercado interno. Sin duda, el aspecto cultural cumple un rol preponderante a nivel consumo. Argentina lo ha adoptado desde el principio, casi como un hecho natural, al punto que sus aficionados no conciben tener que prescindir de sus incomparables servicios.

Los hábitos no mueren

Los avances en materia de tecnología avisoran la inevitable extinción del antipático aparatito, mediante la incorporación de sus extraordinarias funciones a inodoros de última generación. No obstante, siempre sobrevivirán los apasionados por “el producto original”: el ebook jamás reemplazará al libro de papel; del mismo modo, un inodoro supersónico no logrará sustituir al sencillo pero efectivo bidet.

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