El Rastrojero, un gauchito motorizado

FOTOTECA

Popular y nacional, el Rastrojero fue la pick up emblema de la industria automotriz argentina. Una verdadera gauchada a cuatro ruedas.

Mientras la industria norteamericana intentaba “resucitar” a los motores Willys Overland que contenían los jeeps artillados de la Segunda Guerra Mundial; a los funcionarios del IAPI (Instituto Argentino de Promoción de Intercambio) se les hacía agua la boca por tal cacharrería. Más precisamente, por los tractores Empire en los que tales motores habían sido reciclados. Sí, el embale fue tal que se compraron 2500 unidades de esta maquinaria agrícola, concretando así un negocio funesto… O redondo. Concebidos para mover cargas o aviones, los Empire resultaron inútiles para el trabajo en el campo. Aunque no todo estaba perdido a nivel mecánico: sus modestos Willys Overland serían la semilla capaz de germinar la industria automotriz nacional.

Frotando la lámapara

¿Quién fue el visionario que propuso recurrir a los viejos, pero aún vivos, motores? El Brigadier Juan Ignacio San Martín, para entonces Ministro de Aeronáutica. Su empeño en desarrollar una industria automotriz propia terminó de cocinar una idea que al Presidente Juan Domingo Perón le daba vueltas en la cabeza: proveer al pueblo de un vehículo accesible. O como dirían los peronistas: “nacional y popular”. Así, en el año 1952, Industrias Aeronáuticas y Mecánicas del Estado comenzó a fabricar el llamado Rastrojero. Ese gauchito y noble vehículo no detendría su marcha hasta alcanzar el estrellato.

Rompecabezas

De los tractores en desuso se utilizaron el motor, el embrague y la caja de velocidad, entre otras piezas. Toda la estructura mecánica fue adaptada y re-acondicionada por un grupo de técnicos, con los ingenieros Raúl Gómez y Félix Santiago Sanguinetti a la cabeza. ¿El resultado final? un medio de transporte rústico y eficiente, con amortiguadores traseros de elástico que soportaban hasta una tonelada de peso. Claro que al tratarse de un vehículo desarrollado sobre la base de un tractor, su comportamiento y funcionalidad también eran similares a éste: no poseía gran velocidad aunque era ideal para trasladar cargas y circular por caminos de tierra sin la más mínima dificultad. Cabina simple, caja de carga de madera, chasis de acero y amplios guardabarros, fueron las bases de un diseño a pura sencillez.

Con ustedes…

A punto y reluciente, nuestro Rastrojero tuvo una aceptación sorprendente por tratarse de un vehículo rural. Aunque la fama definitiva la alcanzaría con su versión diesel: el reemplazo de los primitivos motores nafteros permitía abaratar costos al tiempo que implicaba mayor protagonismo en el mercado automotriz. Y un acuerdo con la empresa Borgward Argentina (que producía bajo licencia de Carl F. W. Borgward GmbH de Bremen, Alemania) lo hizo posible. Tras imponerse en la licitación convocada para proveer los motores a gasoil, sólo quedaba poner manos a la obra. Y así fue. En agosto de 1954 los talleres aeronáuticos cordobeses -dependientes de la Fuerza aérea Argentina- dieron vida a la “chatita” más esperada: el Rastrojero Diesel con motor alemán de 1.758 centímetros cúbicos y 42 caballos de potencia. Las alrededor de 26 mil unidades fabricadas nos hablan de un éxito más que rotundo.

Del éxito al ocaso

En el año 1968 soplarían vientos de cambio para nuestro protagonista: su rostro se redefinió en pos de mayor resistencia y potencia. Desde entonces, ostentó una carrocería más robusta, fabricada enteramente en acero y compuesta por una sola pieza (la cabina y la caja de carga estaban unidas). Además, un nuevo motor diesel de origen Peugeot, el Indenor XD 4.88, reemplazó al ya antiguo Borgdward D302. Y los resultados estuvieron a la vista: en 1975, 8 de cada 10 vehículos pick up diesel eran Rastrojeros. Un verdadero techo productivo tras el que aguardaba la curva descendente: el 22 de mayo de 1979, por decreto José Alfredo Martínez de Hoz -para entonces ministro de Economía del gobierno dictatorial-, la producción de este vehículo ya convertido en emblema tuvo punto final. La IAME es desmantelada y, con ella, el latir de una industria automotriz que pisaba fuerte de la mano de uno de sus principales estandartes: el Gaucho diesel, la Chata, el Caburé o simplemente el gran Rastrojero. Pura nobleza sobre ruedas.

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